FIFA lleva al límite a los futbolistas y... España resiste gracias al gazpacho

Futbolistas tirados en el suelo rotos por el esfuerzo. Rostros desencajados. Bocas abiertas buscando ese aire que no aparecía por ninguna parte. Agua que no servía más que para mojar el pelo sin mayor consuelo. Escenas que se vivieron ayer en Fortaleza durante las más de dos horas en las que España e Italia trasladaron sus cuerpos al límite buscando la final de la Copa Confederaciones.

FIFA debería tomar nota y más en estos días que se cumple el décimo aniversario de la muerte del camerunés Foe por un golpe de calor. En un año, los partidos del Mundial se disputarán en estas ciudades y con este mismo calor. Arbeloa pidió el miércoles una revisión de los horarios, pero la tele manda y Europa tiene mucho peso en el mundo del fútbol. Si se retrasan los partidos, se pierde audiencia e ingresos. Negocio.

El fútbol deja de ser un deporte cuando se lleva al extremo. El espectáculo se resiente y se pone en peligro la integridad física de los jugadores. Algo que sucede cuando un 27 de junio se tiene que jugar un partido a 34 grados centígrados y con una humedad en el ambiente que rondaba el sesenta por ciento. En esas condiciones un partido entre dos equipos se convierte más en una lucha por sobrevivir que por intentar hacer disfrutar al aficionado. Imposible. 

España, conocedor de lo que iba a ser el partido por el choque del pasado domingo ante Nigeria, preparó la escena con mimo, con cuidado. Los médicos de la Roja, tal y como informó Cuatro, metieron doble dosis de gazpacho en la comida. La cantidad de vitaminas y sales, iban a alargar el momento de asfixia, el momento en el que el esfuerzo deja sin aire a la sangre y las fuerzas desaparecen. Y lo cierto es que España terminó mejor el partido, más metida en el área de Italia.

Ayer, España e Italia se entregaron, pelearon por la victoria hasta el límite de sus fuerzas. No guardaron un gramo de energía. Lo dieron todo. Los que jugaron desde el inicio apenas podían caminar al término de los noventa minutos. Ver a jugadores con la potencia física de Torres, buscando el aire, doblado en el minuto 90, sobrecogía y ponía la piel de gallina. Estaban al límite, pero no importó porque lo dieron todo. Unos y otros. Eso sí, los organizadores no tanto, con un horario que solo es bueno para sus intereses.