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Más de veinte mil sombreros. El Barrio llena conciertos sin que los medios se enteren
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Más de veinte mil sombreros. El Barrio llena conciertos sin que los medios se enteren

El gaditano El Barrio montó una fiesta con pompa orquestal y palmas flamenquitas en un Palau Sant Jordi de Barcelona prácticamente lleno

Foto: José Luis Figuereo, El Barrio (EFE)
José Luis Figuereo, El Barrio (EFE)

Serafín y Jose

"¡Dos sombreros, cinco euros! ¡Dos sombreros, cinco euros!". Serafín y su compañero Jose han venido desde Sevilla para vender sombreros por los alrededores del Palau Sant Jordi de Barcelona. "Hoy habremos vendido 500, pero hemos venido en avión, así que sacaremos 300 euros limpios", calcula Serafín. "No te ganas 300 euros cualquier día. Y, además, mi mujer está de viaje, así que, ¿qué hago un sábado por la noche solo en mi casa?".

En los últimos años Serafín ha vendido más de veinte mil sombreros. Los compra a los chinos y... ¡se los quitan de las manos!

Serafín sabe lo que se hace. En los últimos años ha vendido más de veinte mil sombreros. Los compra a los chinos y, para esta ocasión, ha alquilado un coche donde almacena el material y va reponiéndolo conforme va vendiendo. ¡Y se los quitan de las manos! "En Barcelona y Madrid", explica, mientras vende y cobra, "nos sale a cuenta porque se vende mucho. En Sevilla, también. En Extremadura cuesta más. Y en el norte ya no hay manera. Una vez nos subimos a Barbastro en coche desde Sevilla y nada", recuerda. A Galicia ni se acercan. Pero hoy... Hoy no paran de vender. Entrar a un concierto de El Barrio sin sombrero es una muy mala idea.

Al fondo llega alguien que parece otro vendedor ambulante. "Qui vol dos entrades? Les regalo!", grita. Serafín sigue a lo suyo hasta que le digo: "¡Oye, que te regala las entradas! ¿No quieres ver a El Barrio?". "¡Claro, claro, es que no le entiendo!", responde. Hago de traductor entre el catalán, que prefiere regalar dos entradas sobrantes antes que tirarlas, y el sevillano, que llama a su compañero Jose para darle la sorpresa. El generoso catalán se lleva de regalo dos sombreros barrieros; qué menos. Y yo, otro. Mira por dónde, es la primera vez en mi vida que voy a trabajar con sombrero.

Desde el fondo de la pista del Sant Jordi, Serafín y Jose filman los primeros minutos del espectáculo. Al fin y al cabo, no va a ser un concierto más de El Barrio. La gira Esencia no se parece a ninguna de las giras que han visto antes. El Barrio viene a lo grande: piano de cola, tres guitarras, una batería, un percusionista, un bajo, cinco coristas y palmeros en primera línea, un coro de doce personas con directora, un director de orquesta y una orquesta con una cifra de instrumentos de viento y cuerda incontable. Es como cuando Metallica grabó el disco 'S&M' con la sinfónica de San Francisco, pero en versión flamenquita. Como Björk en el Liceu con orquesta y coro, pero sin apenas llamar la atención de la prensa. "A la gente le gusta ver esta cara fea con un sombrero, pero a los medios, no", declaró el cantante gaditano, con jocosa resignación, al diario gratuito 20 minutos.

No estaba muerto

Se ha comparado alegremente la poesía popular de El Barrio con la de Federico García Lorca y Miguel Hernández; elogios qué el mismo se ha cansado de neutralizar. Entre el nuevo flamenco y el flamenquito, el rock trianero y el urbano, las bulerías, los tangos y la rumba, ha moldeado un estilo que hasta en su último disco incluye títulos destacables como 'Vendimias moras'. Pero también tiene letras tan ruborizantes como 'Crónica de un gay' (que el sábado nos ahorró) y 'Adiós amor' (que no). Pero, vamos, en el peor de los casos, empataría con figuras indiscutidas del pop español cuya popularidad nadie osaría ignorar. Nivel Fito. Nivel Jarabe de Palo. Nivel Melendi. Hasta nivel Sabina, cuando suelta eso de "mi amor nunca fue temporal, mi amor fue currado a jornada completa".

En el peor de los casos, El Barrio empataría con figuras del pop cuya popularidad nadie ignoraría. Nivel Fito. Nivel Jarabe de Palo. Nivel Melendi. Hasta nivel Sabina

Hace diez meses El Barrio ya reventó el Palau Sant Jordi en la gira de presentación de 'Hijo del levante', pero esta vez la grada del fondo está medio vacía. Habrán quedado unas dos mil entradas por vender. Aun así, hablamos del artista que más veces ha llenado el Palacio de Deportes de la Comunidad de Madrid. Y del autor del tercer disco más vendido de 2014. Con una docena de discos publicados desde su debut, 'Yo sueno flamenco', de 1996. Con más de un millón de copias vendidas en una época en la que vender cien mil es una heroicidad. Ah, y todo eso en sellos independientes.

El Barrio tiene nombre de grupo de hip-hop: 'Da Hood'. Y la primera canción del concierto contiene su célebre beef "He vuelto, han pasao unos tres añitos y todavía hay gilipollas que creen que me estoy muriendo". 'He vuelto' es una canción de regreso que explica con orgullo justamente eso: que ha vuelto. El Barrio funciona así. Clarito y flamenquito. Y no debe existir canción más adecuada para empezar el concierto, claro. En breves segundos ya está todo el mundo en modo fiesta: palmas flamencas, giros caracoleando sobre el propio eje y cientos, miles de sombreros en alto.

El ambiente es radicalmente distinto al de un concierto de adoración al ídolo del rock. Los hay que solo han venido a bailar, cantar y dar palmas. Aunque sea de espaldas al escenario. Pero el ritual es el ritual y en un rato empezarán a oírse cánticos. "¡Ese Barrio, ese Barrio, eh! eh!". El segundo atuendo más visible en la pista son las camisetas de 'Orgullo barriero'. Pero cabe aclarar que la expresión no se refiere a cualquier barrio. En el público no abundan los barrieros del Eixample, Gràcia y Sarrià, sino más bien de Nou Barris y Sant Martí. Dicho de otro modo, El Barrio es más conocido y admirado en cualquier bar de Santa Coloma de Gramenet que en el restaurante chill out del club náutico de Cabrera de Mar.

Violines de adorno

El concierto forma parte de una breve gira de tres conciertos llamada 'Esencia' que, paradójicamente, es la más recargada de su carrera, del año y quizás de la historia del rock flamenco. Más que megalómano o suntuoso, el plan resulta algo confuso y hasta hueco. Hay tanta gente en el escenario que apenas se le ve a él. Y los cámaras parecen más interesados en mostrar planos de los guitarristas punteando solos de rock andaluz setentero. El Barrio se ha regalado este espectáculo y lo disfruta como uno más, aunque a veces tenga que sobreponer su voz sobre tantos instrumentos y se le vaya de tono. Pero, la verdad, en ese escenario, por lo menos sobran cuarenta personas. Y algún mandamás de la gira debe opinar algo parecido, ya que durante más de la mitad del concierto la orquesta está ahí, pero calladita.

La gente está tan entregada al repertorio que cuando la orquesta toma las riendas con toda la pompa, es hora de conversar y recuperar el aliento

La gente está tan entregada al repertorio y la algarabía que cuando la orquesta toma las riendas para introducir alguna composición con toda la pompa posible, es hora de conversar y recuperar el aliento. Ni el sonido es suficientemente nítido ni las aportaciones de la orquesta son especialmente enriquecedoras. En cambio, cuando El Barrio se arranca por bulerías la cosa se calienta tanto que hasta el director de orquesta le hace palmas. Esta noche las palmas lo son todo. El público marca el compás hasta cuando la orquesta demanda protagonismo. Hasta cuando 'Amarás la noche' deriva en un ritmo jamaicano. Avalancha de violines y palmas flamencas. Reggae y palmas flamencas. El que palmea está filmando con el móvil. O fumando.

En realidad, da la sensación de que la orquesta sea un elemento decorativo más, como esas imágenes de puerta de Feria de Abril. Prueba 1: el teclista introduce varias canciones con su sintetizador dejando a la orquesta en paro. Prueba 2: en un arrebato de heterodoxia, también los músicos de la orquesta dan palmas flamencas. Prueba 3: el director alza los brazos y tanto la orquesta como el coro levantan los brazos y hacen la ola.

La historia se repite

La sintonía entre El Barrio y los barrieros es tal que con solo apuntar el verso "yo quisiera saber si tu alma es igual a la de cualquier mujer" todo el Sant Jordi se pone a cantar el clásico 'Tu frialdad', de Triana. Estando en Barcelona, El Barrio también recuerda a Peret, con quien grabó 'Hola, ¿cómo estás?' En la recta final, en el arrollador popurrí que incluye 'Porque sin ti' y 'Pa' Madrid', el director de orquesta ya agita la batuta como un corsario ordenando el abordaje.

En la pista todo son abrazos, besos y más palmas. Y más sombreros al aire, cuando 'Somos los barrieros' zanja con flamenca naturalidad las dudas que pueda generar el fenómeno: "Hay gente que se pregunta / ¿por qué en todos los conciertos / nos reunimos tanta peña? / ¿porqué todos con sombrero? / Pase pronto, que le explico / Pase pronto caballero / Verá usted gente con arte / y con mucho sentimiento". Cerca de quince mil personas, la mitad de ellas con su orgulloso sombrero, rumbean sin importarles que la historia, ese desdén mediático hacia los artistas favoritos de las clases populares, se repita una vez más. Así ha sido siempre, así es y así será. Que se lo pregunten a los hoy tan reivindicados rumberos de los años 70. O que se lo pregunten a El Barrio en 2045.

Ya en la calle, y tras más de dos horas de concierto, las expresiones de asombro son de lo más variado. "¡Nunca había visto a nadie juntar cinco canciones en una! ¡Era un pasote!", exclama una espectadora primeriza y visiblemente emocionada. "Yo lo vi en enero y hoy, con la orquesta, todo ha sido muy distinto. Le ha dado un toque muy chulo", insiste una joven experta en El Barrio, intentando convencer a su incrédulo amigo. "¿Cuánto le habrá costado el coro?", se pregunta otra en voz alta, justo al llegar a la zona de pinos bajo los que Jose debería estar vendiendo sombreros. No hay rastro de Jose ni de Serafín. A veces, a la salida, llegan a vender cuarenta sombreros más, pero hoy ya se han dado por satisfechos. Además, todavía tienen que buscar una pensión donde pasar la noche. Y reponer fuerzas para los otros dos conciertos de la gira Esencia, en Málaga y en Madrid.

Serafín y Jose

"¡Dos sombreros, cinco euros! ¡Dos sombreros, cinco euros!". Serafín y su compañero Jose han venido desde Sevilla para vender sombreros por los alrededores del Palau Sant Jordi de Barcelona. "Hoy habremos vendido 500, pero hemos venido en avión, así que sacaremos 300 euros limpios", calcula Serafín. "No te ganas 300 euros cualquier día. Y, además, mi mujer está de viaje, así que, ¿qué hago un sábado por la noche solo en mi casa?".

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