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“Soy doctora en neurociencia, pero no puedo trabajar porque estoy muy buena”
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DEJÓ EL TRABAJO PORQUE LA TRAUMATIZABAN

“Soy doctora en neurociencia, pero no puedo trabajar porque estoy muy buena”

Laura Fernee tiene 33 años y es doctora en neurociencia. Es buena en su trabajo, pero tiene un problema: es demasiado atractiva. Tal como ha explicado en

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“Soy doctora en neurociencia, pero no puedo trabajar porque estoy muy buena”

Laura Fernee tiene 33 años y es doctora en neurociencia. Es buena en su trabajo, pero tiene un problema: es demasiado atractiva. Tal como ha explicado en un programa de televisión británico, trabajó dos años en un centro de investigación donde los hombres la incomodaban a diario: “Mis colegas sólo estaban interesados en mi por mi apariencia. Quería que reconocieran mis logros y mi profesionalidad, pero sólo se fijaban en mi cara y mi cuerpo. Incluso cuando estaba en el laboratorio en bata y sin maquillar venían a verme debido a mi atractivo natural. No podía hacer nada para que pararan”.  

Pero lo peor, cuenta, venía de parte de las mujeres. “Ellas asumieron que si era guapa tenía que ser estúpida, así que de primeras no me tomaron en serio, debido a sus propias inseguridades estaban celosas de mi apariencia”, explicó la científica en la cadena Sky News. “Entonces, cuando se dieron cuenta de que era buena en mi trabajo, posiblemente mejor que ellas, me odiaron todavía más”.

Llegó un momento en que estaba traumatizada y tenía miedo de ir a trabajar por las mañanas, así que abandonó el trabajo. Y no ha vuelto a una oficina desde entonces. “No soy perezosa, ni soy tonta”, aseguró la científica. “Lo cierto es que mi aspecto me ha causado muchísimos problemas en lo que respecta al trabajo, así que he llegado a la conclusión de que, por el momento, el trabajo no es para mí. No es mi culpa… No puedo pedir perdón por mi aspecto”. 

Una retirada subvencionada

Lo cierto es que Fernee tiene más facilidades que el resto para vivir sin trabajar. Tal como ha reconocido en el Daily Mail, su familia tiene dinero, y pagan su alquiler (de 2.000 libras al mes), sus facturas y su tarjeta de crédito, lo que le permite dedicarse al voluntariado y a escribir un libro sobre las mujeres en la ciencia.

Otras mujeres han experimentado los mismos problemas, pero no se han pronunciado por temor a ser tachadas de creídasLa científica sabe que su modo de vida levanta suspicacias: “Sé que la gente me va a juzgar por haber elegido no trabajar, pero están subestimando la maldición que puede suponer en el entorno laboral ser atractiva. Todo el mundo piensa que ser guapo es siempre bueno, pero tiene inconvenientes graves. Estoy segura de que otras mujeres han experimentado los mismos problemas, pero no se han pronunciado por temor a ser tachadas de creídas”.

No cabe duda de que el retrato que los tabloides ingleses han hecho de Fernee no la coloca en una buena posición, máxime cuando su historia va acompañada de un buen puñado de fotos en las que la científica posa de manera provocativa. Dado su actual modo de vida, la historia de Fernee podría sonar ridícula pero, lo cierto, es que es más habitual de lo que pensamos.

Si bien está ampliamente demostrado que la belleza y el atractivo son puntos positivos a la hora de conseguir un trabajo, no es menos cierto que en determinados ambientes puede resultar un inconveniente. El año pasado, la corte suprema del estado de Iowa votó, con siete votos a favor y ninguno en contra, que un dentista, hombre, estaba en su derecho a despedir a su ayudante, mujer, porque según él era irresistiblemente atractiva y “una amenaza para su matrimonio”, pues tenía miedo de tener una aventura con ella. La historia levantó numerosas críticas, pero la ayudante se quedó sin su trabajo, sólo por ser guapa. 

Laura Fernee tiene 33 años y es doctora en neurociencia. Es buena en su trabajo, pero tiene un problema: es demasiado atractiva. Tal como ha explicado en un programa de televisión británico, trabajó dos años en un centro de investigación donde los hombres la incomodaban a diario: “Mis colegas sólo estaban interesados en mi por mi apariencia. Quería que reconocieran mis logros y mi profesionalidad, pero sólo se fijaban en mi cara y mi cuerpo. Incluso cuando estaba en el laboratorio en bata y sin maquillar venían a verme debido a mi atractivo natural. No podía hacer nada para que pararan”.