Es noticia
Las cuatro actitudes que te impiden conseguir lo que quieres
  1. Alma, Corazón, Vida
SOMOS NUESTROS PEORES ENEMIGOS

Las cuatro actitudes que te impiden conseguir lo que quieres

En una secuencia de Ted, la comedia de Seth MacFarlane estrenada hace apenas unas semanas protagonizada por Mark Wahlberg y, ejem, un oso de peluche, su

Foto: Las cuatro actitudes que te impiden conseguir lo que quieres
Las cuatro actitudes que te impiden conseguir lo que quieres

En una secuencia de Ted, la comedia de Seth MacFarlane estrenada hace apenas unas semanas protagonizada por Mark Wahlberg y, ejem, un oso de peluche, su protagonista (el personaje interpretado por Wahlberg, no el oso) se pregunta si no será ya momento de casarse con su novia, intentar conseguir ese ascenso (que ya toca) y, en definitiva, comenzar una nueva etapa vital. El oso, fumador de marihuana empedernido (una especie de representación de los impulsos inconscientes y bajos del protagonista) le recuerda que es un mal momento: la cosa está muy mal, la crisis (ya se sabe), y es un mal momento para todo, así que casi mejor dejarlo para otro momento. En definitiva, todo un arsenal de vagas excusas que llevan al personaje interpretado por Wahlberg a quedarse donde está, escaqueándose de su trabajo y fumando marihuana a las nueve de la mañana. La película es en el fondo una parábola de las restricciones que nos ponemos a nosotros en nuestro día a día, y en escenas como esta resume bien estas perniciosas actitudes con las que convivimos con facilidad.

Las circunstancias que nos rodean pueden tener, en muchos casos, la culpa de gran parte de nuestros errores, pero no debemos culpar únicamente a ellas. En un gran número de ocasiones, el auténtico enemigo al que nos tendríamos que enfrentar es a nosotros mismos. A veces, amparados en que el contexto no nos es favorable (nuestros compañeros nos odian, es mal momento para buscar un cambio y la semana que viene me pongo a ello) nos encontramos con que nos ofrecemos a nosotros mismos excusas que nos tranquilizan porque nos libran de toda responsabilidad.

La insatisfacción vital proviene no proviene de no haber alcanzado nuestras metas, sino de no habernos puesto en marchaSon las llamadas mentiras de auto-defensa, que nos dirigimos a nosotros mismos con el objetivo de proteger nuestra propia imagen personal: si hemos hecho algo mal, se debe a otra persona o situación en nuestro entorno, no a nosotros mismos. Sin embargo, es cuando este tipo de mentiras se cruzan con nuestra (escasa) fuerza de voluntad (que, como señala Roy Baumeiser en uno de sus artículos, es un recurso limitado) cuando se convierte en un problema que no nos permite avanzar en nuestras vidas. El círculo vicioso al que da lugar es el siguiente: pensamos que no somos capaces de hacer algo, así que ni siquiera lo intentamos, por lo que inventamos otra excusa para justificar nuestra decisión pero inconscientemente sabemos que no hemos sido capaces de cumplir nuestro objetivo. ¿El resultado? Quedarnos donde estamos, un poco menos cansados, pero también un poco más infelices. Existen diversas actitudes que en ese sentido resultan desastrosas cuando intentamos obtener determinados resultados y cuya adopción nos separan cada vez más de nuestro objetivo:

Huir de las dificultades. No se puede ganar con una mano perdedora, todos lo sabemos. Pero, ¿qué consideramos una mano perdedora? Ahí se encuentra el dilema: hay gente con escasísimas cualidades que se tienen en tan alta consideración de sí mismos que son capaces de obtener objetivos fuera de su alcance real simplemente porque se encuentran mucho más motivados y dispuestos a afrontar los retos que los que les superan en habilidades.  No se trata simplemente de dejar de hacer lo que tenemos que hacer porque no nos apetezca o nos resulte dificultoso (los pilares de la procrastinación), sino de desviar nuestro rumbo, o conformarnos con lo que tenemos para evitar ponernos a prueba ante nosotros mismos. ¿El resultado? En algunos casos, una insatisfacción vital originada en parte por no haber alcanzado nuestras metas, en parte por no haber sido capaces ni siquiera de ponernos en marcha. En otros casos, aún peores, la depresión.

Rendirse. ¿Lo importante es participar? El Maestro Yoda recordaba en El imperio contraataca “hazlo o no lo hagas, pero no lo intentes”, intentando precisamente que el inseguro Luke Skywalker dejase de lado sus cuitas y dudas y se lanzase a hacer aquello que la Fuerza le había destinado a hacer (mover naves espaciales con la mente, salvar la galaxia, etc.).

En ocasiones, es sencillo cejar pronto en un esfuerzo porque no nos vemos capaces de seguir adelante. En la mayor parte de casos, y a diferencia de lo que ocurría en el caso anterior, esta situación nos hace sentirnos bien con nosotros mismos porque “al menos lo hemos intentado”, aunque nos hayamos quedado a mitad de camino. Ocurre algo semejante que en el caso anterior, pero con la diferencia de que sí damos comienzo a nuestro proyecto, para dejarlo más tarde. ¿Cómo se explica la característica inconstancia de algunas personas? Muchas veces, de este tipo de situaciones: se obtiene una recompensa psicológica porque hemos conseguido derribar las barreras de la desidia y la inseguridad y nos hemos puesto en marcha, pero seguimos sin alcanzar nuestras metas finales. Una situación casi aún más peligrosa que la del caso anterior.

Si hemos pasado toda la tarde resistiendo la tentación de comernos una chocolatina, es más probable que aceptemos una proposición indecente esa misma noche–Distraer nuestra atención. Un problema, reto o situación complicada que se olvida, precisamente, a través de otro tipo de actuaciones que no tienen relación con dicha cuestión. Gran parte de las adicciones tienen su origen en este aspecto, en el que la bebida, la droga u otro tipo de comportamientos son la salida a este tipo de presiones. En realidad, lo que este tipo de comportamientos provocan es que nos distraigamos de nuestras auténticas necesidades y deseos, que aunque de manera inconsciente queramos conseguir, nos resultan dificultosos, complejos y además, ponen a prueba nuestra capacidad como personas en caso de fallar en el empeño, una de las situaciones que más nos desestabilizan en nuestra vida.

Centrarnos excesivamente en aquello que no importa y retrasar lo relevante. A pesar de todo lo que hemos señalado hasta el momento, mantener un excesivo seguimiento de todos y cada uno de nuestros actos nos conduce a fracasar en nuestro intento de llevar las riendas de nuestra vida. Como hemos señalado anteriormente, nuestra fuerza de voluntad no es ilimitada, por lo que debemos enfocarla a aquellos aspectos de lo cotidiano que nos resulten más relevantes y permitirnos alguna que otra relajación en aquellos aspectos que menos nos influyan a largo plazo (por ejemplo, quizá nos podemos permitir una cerveza por las noches cuando volvamos a casa aunque queramos mantener la línea).

En un estudio llamado Reducción del ego: ¿es el yo activo un recurso limitado?, Baumeister señalaba que, efectivamente, nuestra voluntad presente depende de las decisiones que hemos adoptado inmediatamente antes. “Creemos que esa fuente vital del ‘yo’ se agota después de tomar determinadas decisiones. Asumimos que esta fuente se rellena poco a poco, aunque los factores que pueden ralentizar o adelantar dicho proceso aún son desconocidos”. No hay que dejarse despistar por la retórica empleada por el autor. En realidad, lo que Baumeister y sus colegas quieren decir es que si hemos pasado toda la tarde resistiendo la tentación de acudir a la nevera y comernos una chocolatina, es más probable que aceptemos una proposición indecente esa misma noche. La razón, que nuestra capacidad para resistirnos a la tentación es limitada, así que es preferible que sepamos en qué podemos centrarnos y en qué relajarnos.

En una secuencia de Ted, la comedia de Seth MacFarlane estrenada hace apenas unas semanas protagonizada por Mark Wahlberg y, ejem, un oso de peluche, su protagonista (el personaje interpretado por Wahlberg, no el oso) se pregunta si no será ya momento de casarse con su novia, intentar conseguir ese ascenso (que ya toca) y, en definitiva, comenzar una nueva etapa vital. El oso, fumador de marihuana empedernido (una especie de representación de los impulsos inconscientes y bajos del protagonista) le recuerda que es un mal momento: la cosa está muy mal, la crisis (ya se sabe), y es un mal momento para todo, así que casi mejor dejarlo para otro momento. En definitiva, todo un arsenal de vagas excusas que llevan al personaje interpretado por Wahlberg a quedarse donde está, escaqueándose de su trabajo y fumando marihuana a las nueve de la mañana. La película es en el fondo una parábola de las restricciones que nos ponemos a nosotros en nuestro día a día, y en escenas como esta resume bien estas perniciosas actitudes con las que convivimos con facilidad.