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¿Cómo disminuir la violencia entre los sexos?
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¿Cómo disminuir la violencia entre los sexos?

Sorprende constatar que los índices de violencia contra las mujeres en las sociedades postmodernas son más bajos que nunca. A pesar de ello, sigue siendo una

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¿Cómo disminuir la violencia entre los sexos?

Sorprende constatar que los índices de violencia contra las mujeres en las sociedades postmodernas son más bajos que nunca. A pesar de ello, sigue siendo una realidad dolorosa que originó en nuestro país la muerte de 60 mujeres el año 2011.

Sin entrar a considerar la forma en que se recogen estas estadísticas, las muchas otras formas de violencia que se confunden con la violencia contra las mujeres, cualquiera convendría en que siempre será una prioridad erradicar o disminuir lo máximo posible la violencia en nuestras sociedades; en especial contra los grupos e individuos que tienen más dificultades para defenderse por sí mismos.

Causa sorpresa leer trabajos como los de la Universidad de Harvard que desvelan que nuestras sociedades, aún con nuestros modernos y mortíferos instrumentos de agresión, son menos violentas y causan cada vez menos muertes de este tipo. De hecho cualquier persona razonablemente “bien informada” defendería la idea opuesta, esto es, que nuestras sociedades individualistas y complejas son cada vez más violentas.

Un primer punto a señalar es que en psicología social resulta esencial distinguir entre violencia y agresividad. Posiblemente nuestras sociedades en su alto grado de sofisticación causan más estrés y una mayor agresividad latente que la que se vivía en sociedades rurales o preindustriales. Por otra parte, aspectos como el mayor cosmopolitismo de los sujetos, los mejores niveles de educación y las relaciones comerciales y de interdependencia para la supervivencia, han conseguido sublimar o expresar los deseos violentos mediante comportamientos posiblemente agresivos que no se materializan en actos contra la integridad física de los individuos.

Se fomenta la denuncia, la separación y la eventual tutela por parte del estado de la mujer victimizada

Mucho más numerosa que la agresión física entre individuos del mismo o de distintos sexos encontramos así el inmenso y difuso territorio de la agresividad verbal. Como es bien sabido, los teóricos de la Ley contra la violencia hacia las mujeres y de “tolerancia cero” se basan en la agresividad  y agresiones verbales como suficiente criterio de maltrato y predictor “invariable” de problemas futuros. Esta concepción, cuando menos cuestionable desde una perspectiva científica, en su lógica interna no deja mucho lugar a otra política que no sea fomentar la denuncia, la separación y la eventual tutela por parte del estado de la mujer victimizada, con los resultados que todos conocemos. Todo lo cual puede ser necesario, pero no debe ser la única forma de actuación de una sociedad que pretende mejorar las condiciones de vida de sus miembros.

¿Qué podemos hacer?

Comprender estas claves históricas y anular asunciones acientíficas puede ayudar a los decisores políticos sobre cómo avanzar más en el objetivo de disminuir la violencia entre los sexos. El cosmopolitismo permite el contacto con el otro, permitiendo al viajero encontrar las similitudes dentro de la diferencia y respetarlas. Nacer, crecer, formarse y trabajar en ambientes que entremezclan a hombres y mujeres, les permite ganar en empatía hacia el otro, sin que haya necesidad de anular las diferencias que nos encarnan. Así mismo, una mejor educación global requiere de la introducción en los currículos escolares y formativos de la materia más importante de cualquier biografía, esto es, cómo podemos relacionarnos mejor y sacar más provecho de nuestra realidad de sujetos sexuados, del hecho de ser hombres o mujeres, y de la convivencia social con los otros.

El último aspecto, reconocer y favorecer la inter”in”dependencia de los sujetos puede ser de ayuda siempre que consigamos  sustituir el miedo mutuo que equilibra los grandes bloques, los países en contienda o los individuos en conflicto, por una fuerza motivadora distinta y más productiva. Si en la actualidad grandes países no entran en guerra porque se temen o se deben demasiado, el discurso sexológico propone romper con la identificación de la masculinidad y la feminidad con los atributos irrenunciables de actividad y pasividad respectivamente.

Algunas mujeres también tendrán que aprender a reconocerse sujetos activos de sus biografías

Que hombres y mujeres puedan aprender a relacionarse como objetos o sujetos de modo indistinto, nos ubica en un escenario donde los privilegios y las cargas de ambas condiciones (objeto y sujeto) no son rasgos identitarios inmodificables, sino producto de las circunstancias y de las sucesivas elecciones de cada pareja que en terrenos como trabajo, intimidad o familia, tengan que hacer.

La realidad económica y laboral ha dinamitado los modelos tradicionales de lo que se suponía que debía ser el comportamiento social de hombres y mujeres. Buena parte de la violencia hacia estas últimas deriva de la incapacidad para que determinados hombres encuadren esta realidad con los modelos de su propia crianza y educación. Pero este hecho no debe llevarnos a descuidar que para ser consistentes con nuestra propuesta científica algunas mujeres también tendrán que aprender a reconocerse sujetos activos de sus biografías.

Los estereotipos de actividad-pasividad o sujeto-objeto aplicados a hombres y mujeres cuentan con un aliado perverso y engañoso en las ideas de agresor-víctima. Culpabilizar o victimizar de forma universal a los sexos, sea en el sentido que sea, sólo contribuye a envenenar las relaciones entre mujeres y hombres con miedo y resentimiento. De tal combinación nada bueno puede esperarse.

*Javier Sánchez es psiquiatra y sexólogo. Salud y Bienestar Sangrial.

Sorprende constatar que los índices de violencia contra las mujeres en las sociedades postmodernas son más bajos que nunca. A pesar de ello, sigue siendo una realidad dolorosa que originó en nuestro país la muerte de 60 mujeres el año 2011.