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¿Quieres triunfar? Márchate de la universidad
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LA VALÍA REAL DE LA EDUCACIÓN SUPERIOR, EN TELA DE JUICIO

¿Quieres triunfar? Márchate de la universidad

"No volvería a la universidad ni loco", afirma Roberto Casillas (27 años), "porque un título de licenciado no me valdría para nada, tal y como está

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¿Quieres triunfar? Márchate de la universidad

"No volvería a la universidad ni loco", afirma Roberto Casillas (27 años), "porque un título de licenciado no me valdría para nada, tal y como está el panorama". Coincide Ida Nokelainen (28) en que "la universidad ya no me puede aportar nada. Estoy contenta con el cambio. Han merecido mucho más la pena estos años estudiando un módulo o haciendo cursos". Por su parte, Jesús Bolanas (27), quien sí finalizó sus estudios, ni siquiera se plantea que vaya a tener la posibilidad de trabajar algún día en aquello para lo que se formó. Todos pasaron en un momento u otro por centros de educación superior, pero a ninguno le ha resultado de utilidad en su vida laboral.

La institución universitaria ha gozado de gran reputación entre la ciudadanía europea durante las últimas décadas, pues la relación entre la relativa facilidad de acceso y su reputación social provocaban que fuera la forma más sencilla de garantizarse un empleo satisfactorio una vez se concluyese la carrera. Las generaciones anteriores identificaban la universidad como la tabla de salvación laboral, por lo que animaron a sus hijos a seguir sus pasos. "Tuve varias discusiones en casa a la hora de qué carrera elegir; estaba entre Filosofía o Comunicación Audiovisual, y al final empecé las dos sin terminar ninguna", señala Casillas. Nokelainen también subraya la insistencia de sus padres para que estudiase una licenciatura, puesto que, según ellos, "se supone que era la mejor forma de labrarse un futuro".

Y sin embargo, en ninguno de los tres casos parece haberlo sido. El número de universitarios ha aumentado tanto en los últimos años que, en muchos sectores, ha superado ampliamente la demanda laboral, de forma que un gran número de licenciados no ha llegado a ejercer jamás su profesión. El recién graduado se encuentra con varios problemas al terminar la carrera, en tanto ha gastado cinco años de su vida en estudiar mientras otros compañeros, aunque menos formados, gozan ya de una amplia experiencia. Además, su titulación no le distingue de otros miles de compañeros que se licencian al mismo tiempo que él , por lo que se ve obligado a seguir estudiando, gastando aún más tiempo, esfuerzo y dinero en un estudio de posgrado.

Nada de arrepentimiento por abandonar

Ida Nokelainen, que pasó por dos carreras (Veterinaria y Gestión Ambiental) antes de descubrir su auténtica vocación, la ilustración, señala que “hay muchas personas que después de estudiar cinco años la licenciatura de Ingeniería eran prácticamente unos inútiles, porque les faltaba mucha práctica. Muchas veces se recomienda que tras la carrera te pongas a hacer cursillos de formación o hacer un máster para diferenciarte de la gente que curse los nuevos Grados de la Universidad, pero claro, no todo el mundo puede acceder a ellos”.

Casillas también recorrió diversas facultades hasta averiguar lo que quería hacer con su futuro. Estudio Filosofía hasta tercero y lo dejó. Seguidamente, comenzó Comunicación Audiovisual, y volvió a abandonar en el tercer año: "inicié la carrera de Filosofía por vocación. Entendiendo que el BUP y el COU eran preparatorios y esperaba un cambio de dinámica en la universidad, algo más real, más allá de memorizarte unos folios y olvidarte al día siguiente de los mismos". La falta de práctica frente al predominio de la teoría es un factor decisivo a la hora de tomar la decisión de abandonar una carrera. Bolanas recurrió un camino opuesto al de Casillas. Mientras éste colabora en diversos medios locales sin haberse licenciado como periodista, Bolanas concluyó la licenciatura en Ciencias de la Información, pero no tiene experiencia "más allá de un par de trabajos y prácticas en el mundo del periodismo, ninguna de las cuales fructificó". Sin embargo, se encuentra satisfecho con su actual rol como formador y consultor para una empresa bancaria, aunque no tenga ninguna relación directa con su titulación universitaria, un ámbito al que hoy por hoy no se plantea volver: "hasta no hace mucho aún pensaba en volver cien por cien al periodismo, a través de un máster, de unas prácticas mal remuneradas o algo parecido. Pero actualmente ni me lo planteo".

A diferencia de lo que ocurriría con el abandono escolar a una edad temprana, la renuncia a la educación superior rara vez conlleva un arrepentimiento posterior, al menos en el corto plazo. Todo lo contrario: aquellos que abandonan la Universidad a tiempo suelen considerar que han acertado con la elección, al encontrar su auténtica vocación a tiempo. Mientras el número de estudiantes que abandonan la universidad durante los primeros años se encuentra en aumento, enseñanzas alternativas como la Formación Profesional resultan cada vez más interesantes para las nuevas generaciones, frente a la mala reputación que mantuvieron en el pasado. Nokelainen afirma que “sin duda alguna ahora me estoy dedicando a lo que es verdaderamente mi vocación”, y Casillas coincide en que “simplemente creo que he focalizado mis intereses mejor. Y no siento la apatía de ir a clase para nada”.

La formación universitaria y el empleo

Si la universidad ya no parece garantizar, como hizo en su día, ni la consecución de un empleo relacionado con los intereses personales ni la adquisición de un conocimiento profundo respecto a determinadas materias, y si la vocación no parece aflorar entre los jóvenes hasta bien avanzada la veintena y otros ámbitos educativos satisfacen mejor las necesidades de los estudiantes, ¿para qué sirve la educación superior?

Las cifras parecen apuntar, algo engañosamente, a que la formación universitaria sigue siendo útil de cara al empleo. En un momento en que el paro juvenil en España alcanzó el 21,2% en julio de este año, esta situación afecta en mucho menor grado a los que han concluido sus estudios superiores. Pero, al mismo tiempo, si comparamos el dato con la media europea, el paro entre los licenciados duplica (llega al 12%) la tasa de la Unión, que se sitúa en un 6%. Y, también significativamente, en un alto grado los licenciados no ejercen aquella profesión para la que en teoría la Universidad les había preparado, por lo que tampoco puede decirse que sea su titulación el factor decisivo al obtener empleo. Casi la mitad de ellos ocupan un puesto por debajo de su cualificación.

En el Reino Unido, que parece marcar la pauta de las transformaciones que sufrirá la universidad europea, se ha generado un intenso debate acerca de la utilidad de la educación superior. En parte porque los datos de abandono, que alcanzan un 7,89% (28.000 estudiantes), son elevados y en parte por el considerable aumento del precio de las matrículas. Si estudiar va a ser más costoso, si va a resultar más difícil, gracias a Bolonia, compatibilizar trabajo y formación y si la probabilidad de que un título nos acabe consiguiendo un buen trabajo es dudosa, es de esperar que el número de estudiantes vaya en progresivo descenso.

Un nuevo elitismo

Todo parece indicar que poco a poco nos acercamos a un nuevo estado de la educación sujeto, como en el pasado, a condicionantes económicos, que distinguirán a aquel que pueda invertir en educación de calidad de quien no lo pueda hacer. Martin Parker, editor de la revista Organization y especialista en relaciones industriales y organizativas, considera que "es altamente probable que los estudiantes de clase media, con unas elevadas expectativas y padres que también asistieron a la Universidad, sigan asistiendo a ésta. La universidad ha sido una herramienta útil para que la clase media obtuviese un trabajo acorde con su nivel social, y supongo que esto seguirá siendo así en el futuro. Sin embargo, para estudiantes de clase más baja, es un cálculo que cada vez tiene menos sentido, siempre hablando en términos económicos".

Parece pues, que el futuro de la universidad no pasará ya por el modelo de masas que imperó en la Europa de las últimas décadas, y que tampoco tendrá validez para asegurar una vida profesional estable y bien remunerada a gran parte de la población. Sin duda, servirá para asegurar el futuro profesional de determinados sectores, pero éstos serán parte de una élite y no expresiones de una situación habitual. La expansión de la educación en Europa occidental en las últimas décadas “nos ha cegado respecto del hecho de que las universidades han sido lugares elitistas a lo largo de la historia. No me sorprende que se vayan a hacer más elitistas ahora”, señala Parker.  Pero hay un problema añadido, ya que “la idea de la universidad como un faro de estudios académicos independientes suena cada vez más nostálgica en un contexto político que sólo habla de mejorar la competitividad nacional. ¿Cómo podemos pensar así en las universidades como los únicos lugares en los que se puede producir pensamiento crítico?”

"No volvería a la universidad ni loco", afirma Roberto Casillas (27 años), "porque un título de licenciado no me valdría para nada, tal y como está el panorama". Coincide Ida Nokelainen (28) en que "la universidad ya no me puede aportar nada. Estoy contenta con el cambio. Han merecido mucho más la pena estos años estudiando un módulo o haciendo cursos". Por su parte, Jesús Bolanas (27), quien sí finalizó sus estudios, ni siquiera se plantea que vaya a tener la posibilidad de trabajar algún día en aquello para lo que se formó. Todos pasaron en un momento u otro por centros de educación superior, pero a ninguno le ha resultado de utilidad en su vida laboral.