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Exista o no exista Dios, disfrute de la vida
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Exista o no exista Dios, disfrute de la vida

Asistimos estos días a la polémica en torno a la campaña publicitaria que bajo el lema “Probablemente Dios no existe. Deja de preocuparte y disfruta de

Asistimos estos días a la polémica en torno a la campaña publicitaria que bajo el lema “Probablemente Dios no existe Deja de preocuparte y disfruta de la vida” han financiado asociaciones de ateos en distintos países europeos, entre otros, España.

 

La réplica no se ha hecho esperar. Grupos de creyentes han apoyado el despliegue del lema: “Dios sí existe. Disfruta de la vida en Cristo”. Éste, si bien más contundente (no admite probabilidades), habla de gozar de un tipo de vida, “la vida en Cristo”.

 

Desde este blog me gustaría lanzar una propuesta y ver si alguien se ofrece a costearla: “Exista o no exista Dios, disfruta de la vida. Sé feliz”.

 

Tema complejo este de la felicidad que trataré durante varias semanas. A mí me ha ayudado no perseguirla como una meta sino procurármela en cada momento. Todos los hombres deseamos ser dichosos y a veces nos perdemos en la búsqueda. Con un poco de atención al momento, de ocuparnos versus pre-ocuparnos, gozaríamos más. La vida la tenemos; no hace falta ganarla sufriendo en este valle de lágrimas. Lo que si podemos, es perderla en mitad de un mar de preocupaciones.

 

Pero, ¿dedicamos suficiente tiempo a descubrir lo que nos hace verdaderamente dichosos o nos ocupamos más en que otros nos digan lo que nos va a hacer felices?

 

Llevamos mucho tiempo sin escucharnos a nosotros mismos y, claro está, tenemos que aprender. Mientras tanto hemos recurrido a un consumismo exagerado y a un superficial contacto con el otro. Actuamos como niños buenos a los que se castiga si no hacen lo que se les dice. Y así llegan los “vendedores” (anunciantes, líderes religiosos y políticos, gurús etc.) con recetas para saber disfrutar de la vida. Nos dicen: consuma para ser feliz, para ser envidiado, para tener pareja, para ser más guapo, para ¡salir de la crisis! Esta última me recuerda a aquel consejo sobre la resaca que recomendaba volver a beber alcohol para eliminar el síndrome de abstinencia que la provocaba.

 

Comprobamos que con mayor abundancia material, en países cada vez más ricos, más prósperos, no somos más dichosos. Incluso algún economista ha descubierto, que a partir de un grado de riqueza el nivel de felicidad disminuye. No somos más felices porque no somos honestos con lo que queremos. Ni maduros.

 

Disfrutar de la vida, ser feliz con lo que hay en cada momento, es una cuestión que empezó a resonar con fuerza dentro de mí tras leer una pregunta que plantea Richard Bach en su libro “Ilusiones”. En esta obra, un maestro nacido en Indiana plantea a sus seguidores la siguiente pregunta: ¿Qué haríais si Dios os hablara directamente a la cara y os dijera: “Os ordeno que seáis felices mientras viváis”? Esto lo leí hace muchos años y desde entonces las respuestas han sido múltiples y a veces,  ninguna. Sentí la necesidad de buscar la respuesta en mi interior ante la “obligación” que se me había impuesto. Aumente la introspección y disminuí la búsqueda externa.

 

Si a alguien todo esto le parece egoísta, tiene toda la razón. Pero si piensa que esa vuelta a nuestro interior en busca de respuestas elimina la posibilidad del otro o es insolidaria, se equivoca. Les garantizo que todas esas respuestas que vienen de nuestro ser más íntimo, que llevan a la auténtica felicidad, son el camino para una verdadera relación con el otro, pues para poder dar algo primero hay que tenerlo. Así, la única manera de dar felicidad es consiguiéndola e irradiándola. Seguro que todos los que somos padres deseamos la felicidad para nuestros hijos. Pues la mejor manera de dársela es siendo nosotros felices. Y lo mismo con los demás.

 

Cada uno tendrá su vía de obtener esa verdadera felicidad que se esconde en su interior y que a su vez está ahí fuera esperando a quien acepta lo que hay. Y esto incluso en tiempos de dolor, tristeza o penurias aunque en ese momento no lo sintamos. Disfruten de todo lo que les da la vida, que siempre, siempre, es mucho. Háganlo hasta decir: “¡Qué envidia me doy!”.

 

Y piensen que, como dijo San Ireneo en el siglo II, la plenitud del Hombre es la mayor gloria de Dios.

 

P.D: Háganse un pequeño regalo cada día (jugar con un niño sin límite de tiempo, dar un paseo entre árboles, oír una conferencia interesante, ver el mar, observar las nubes, besar a su pareja). Hoy les recomiendo el libro de Jill Taylor “Un ataque de lucidez” o si lo prefieren vean su video (en inglés). Y no se castiguen demasiado.

 

Asistimos estos días a la polémica en torno a la campaña publicitaria que bajo el lema “Probablemente Dios no existe Deja de preocuparte y disfruta de la vida” han financiado asociaciones de ateos en distintos países europeos, entre otros, España.