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Solo para sibaritas
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Solo para sibaritas

Hace unos cuantos meses les hablamos aquí de Lady Chatterley, una película francesa heredera de la Nouvelle Vague que afrontaba la adaptación del clásico literario de

Hace unos cuantos meses les hablamos aquí de Lady Chatterley, una película francesa heredera de la Nouvelle Vague que afrontaba la adaptación del clásico literario de D. H. Lawrence, consiguiendo un resultado realmente sugerente y lleno de sensualidad. Es ahora Jacques Rivette, uno de los cuatro popes del movimiento galo junto a Godard, Truffaut y Rohmer, quien afronta una adaptación literaria, en este caso de Balzac, y lo hace con igual gran resultado, centrándose, eso sí, en ser lo más fiel posible al espíritu del autor del XIX, más que, como en la otra cinta, conseguir acercarse a esa superemoción que tanto diferencia al cine de otras artes. Rivette dialoga con la obra de Balzac La duquesa de Langaeis -Ne touchez pas la hache (no tocar el hacha), en el original- segunda de su trilogía Historia de los trece, y de esta manera vuelve a un autor que ya había abordado con La bella mentirosa.

Por este afán de ser cercano al texto de Balzac y a la idiosincrasia de sus personajes -la duquesa de Langeais y el General Montriveau embarcados en un amor imposible y en un tira y afloja poco creible para estos tiempos que corren- el que hace la película especialmente indicada para los habituados a un lenguaje cinematográfico muy cuidado y delicado. A un cine que, en definitiva, se toma su tiempo y necesita de una atención especial del espectador, que contribuye con su comprensión a hacer grande la película. Cada plano de La duquesa de Langeais es perfecto para lo que se quiere contar y permite que nos sumerjamos en un autor que, junto a Dostoievski, Rohmer recomendaba como imprescindible para los interesados en hacer cine.

Hay en esta cinta mucha literatura, desde luego, pero también un afán teatral en ese juego con las cortinas corridas y descorridas del convento de clausura que visita al principio nuestro protagonista en busca del su amada Antoinette de Langeais. Y de esta mezcla de lenguajes sale indemne este relato fílmico en el que Rivette saca provecho de las características de sus actores, que incluso llega a acentuar. La sequedad y la contundencia de Guillaume Depardieu son especialmente resaltadas para este Montriveau casi antipático, mientras que la duquesa se aprovecha de la delicadeza pero también de una cierta indolencia de Jeanne Balivar. Los puntos de vista de ambos se alternan durante la narración, incluso incluyen algún que otro claro paréntesis; y como contrapartida destacan esos momentos reveladores en los que alguno de los personajes dan su opinión respecto a lo que acontece. Como cuando el personaje interpretado por el impagable Michel Piccoli le habla a la duquesa de reconciliar sentimientos y emociones.

De esta forma La duquesa de Langeais es un ejercicio de arte en el que Rivette demuestra un gran estado de forma sin necesidad de tirar de preciosismos o de subrayados, solo con serenidad visual. No hay patetismo en esta narración seca y cortante, y sus imágenes se deslizan sinuosas en una cinta en la que nada falta y nada sobra. Solo apta, eso sí, para los más sibaritas.

LO MEJOR: Su serenidad visual.

LO PEOR: Puede resultar demasiado seca en determinados momentos.

Criterio de valoración:
Obra maestra.
Muy buena.
Buena.
Interesante.
Regular.
Mala.

Hace unos cuantos meses les hablamos aquí de Lady Chatterley, una película francesa heredera de la Nouvelle Vague que afrontaba la adaptación del clásico literario de D. H. Lawrence, consiguiendo un resultado realmente sugerente y lleno de sensualidad. Es ahora Jacques Rivette, uno de los cuatro popes del movimiento galo junto a Godard, Truffaut y Rohmer, quien afronta una adaptación literaria, en este caso de Balzac, y lo hace con igual gran resultado, centrándose, eso sí, en ser lo más fiel posible al espíritu del autor del XIX, más que, como en la otra cinta, conseguir acercarse a esa superemoción que tanto diferencia al cine de otras artes. Rivette dialoga con la obra de Balzac La duquesa de Langaeis -Ne touchez pas la hache (no tocar el hacha), en el original- segunda de su trilogía Historia de los trece, y de esta manera vuelve a un autor que ya había abordado con La bella mentirosa.