Héroes por accidente

Hace doce meses desconocían que 2010 sería el año más ajetreado de sus vidas. No podían imaginar en los descansos de sus interminables jornadas laborales que ellos, con su cara negra de carbón, serían finalistas como personaje del año de la revista Time. Y a pesar de todo, a estas treinta y tres historias fusionadas en una sola, no les importaría que les borrasen de la memoria los 70 días que pasaron bajo tierra, secuestrados por la tierra en el fondo de la mina de San José de Chile.

Cuando a principios de agosto se supo que la tierra se había tragado a 33 personas, rápidamente se pensó en la tragedia. Poco después, al saberse que seguían con vida y que Chile se iba a volcar por devolverlos a la superficie, alguno creyó que era una culebra de verano más que iba a acabar de manera desastrosa. Poco a poco, la esperanza fue aumentando, y con ella la seguridad de que esta historia era algo más.

El mundo contuvo el aliento mientras la angosta cápsula salía a la luz con el primero de los mineros. Cada vez que la polea sacaba a uno de los mineros era como si todo Chile, y medio mundo, reventara de alegría. Ese país que se despertó en 2010, el año del bicentenario de su independencia, con un terrible terremoto que acababa con la vida de 500 personas, y que volvía a las portadas por este suceso, se unía bajo una misma bandera dejando de lado la tristeza acumulada.

De la oscuridad a la fama

Los mineros han pasado los 500 euros al mes a la inagotable cantidad de dádivas que les llovieron gracias a su sobrevenida fama. Desde Apple al Real Madrid, pasando por películas y libros contando su experiencia en el subsuelo. Incluso, los 33 de Atacama no han dudado en crear una sociedad para proteger sus derechos de imagen y poder ganar todos juntos con su terrible historia.

Dos meses después del rescate que conmocionó al mundo, los mineros siguen recuperándose. Pesadillas recurrentes, miedo a la soledad y secuelas de carácter físico se han instalado en sus vidas. Viven con el dinero de la baja mientras le dan asistencia psicológica e intentan recuperar su salud. Viven, al margen de la fama, como el único foráneo de los 33, el boliviano Carlos Mamami, que habita una casa sin agua corriente y que toma la luz del tendido de la calle.

La odisea rescató el debate de la seguridad en las minas y, al menos en Chile, el Gobierno cerró otros cinco yacimientos de la zona tras el desastre. Asimismo, también sirvió para recuperar historias que pudieron haber acabado mejor. Sin embargo, la concienciación quedará en un segundo plano cada vez que se recuerde la gran historia de treinta y tres modestos mineros.

 

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