Es noticia
¿Hasta cuándo nos acordaremos de Haití?
  1. Mundo
EMPIEZA LA RECONSTRUCCIÓN DEL PAÍS

¿Hasta cuándo nos acordaremos de Haití?

En medio de Puerto Príncipe, la estructura de una estación de servicio de la empresa Texaco cayó a plomo el pasado 12 de enero como una

Foto: ¿Hasta cuándo nos acordaremos de Haití?
¿Hasta cuándo nos acordaremos de Haití?

En medio de Puerto Príncipe, la estructura de una estación de servicio de la empresa Texaco cayó a plomo el pasado 12 de enero como una pieza de dominó empujada por otras fichas. Su imagen, completamente derrumbada, como tantas y tantas edificaciones del centro de la capital, era impresionante y estremecedora. Hoy apenas unos hierros retorcidos y algo de chatarra es lo único que queda de la gasolinera. Los haitianos, a falta de todo, se han llevado lo aprovechable que pudiera quedar de aquel montón de escombros. Un grupito se marcha con las chapas de hojalata a cuestas. Cualquier cosa sólida es mejor que los trozos de sábanas con los que han construido su vivienda improvisada en alguno de los campamentos de desplazados cercanos.

 

Otros, en cambio, ya han empezado a volver a sus antiguas casas o a lo que queda de ellas. Se mueven entre las ruinas rastreando qué pueden sacar de debajo de las piedras. Muchas edificios, los mejor construidos, permanecen en pie, pero vacíos. La población tiene miedo a volver y, a que de nuevo, todo tiemble con alguna réplica. Sufren de estrés postraumático y por eso, muchos cocinan junto a las puertas de su casa, pero duermen en los campos de refugiados.

Pero donde mejor se aprecian los cambios tras estas dos primeras semanas de intenso trabajo es en los hospitales, que ya han dejado de ser un caos para volver a una normalidad llevadera. En el hospital de la Paz, donde el Summa 112, la DYA de Navarra y otras organizaciones españolas han centrado sus esfuerzos, ya no hay camillas en los pasillos, ni se atiende a los pacientes en cualquier parte. “El trabajo ha sido muy bueno, excelente”, explica Alberto Lafuente, médico anestesista de Clínica Universitaria de Navarra y coordinador de los dos equipos de médicos y enfermos que han venido desde la Comunidad Foral como voluntarios.

“Encontrado un hospital absolutamente caótico, lleno de miseria, de fallecidos y lo hemos dejado en una situación completamente contraria, en la que ya los haitianos son los dueños del hospital y en la que todos los departamentos (laboratorio, radiología, etc.) están funcionando”, añade. “Unos pocos llegamos al día siguiente del terremoto y, realmente, no sabría describir nuestra primera impresión. Fue una sensación de ver todo el trabajo que teníamos que hacer y pensar: ¿por dónde empezamos? ¿Dónde nos vamos a ubicar y qué vamos a hacer? El principio fue un poco caótico, pero una vez que la la Agencia Española de Cooperación Internacional decidió en qué hospital íbamos a trabajar, con qué modelo de ayuda de emergencia y cómo lo íbamos a gestionar, la verdad es que se hizo todo francamente fácil”.

Mientras, en Carrefour, 650 niños siguen jugando en el patio de su orfanato. “Intentamos mantener a los niños ocupados jugando a diferentes juegos para que no piensen en la comida”, revela Henri Bernard, uno de los responsables del centro. Su situación es dramática. Forman parte, como muchos aquí, de los olvidados del desastre, de aquellos que no se han marchado a alguno de los gigantescos campos de desplazados y a los que las ONG todavía no han llegado con su ayuda. “No estamos pidiendo comida, la estamos implorando”, explica, angustiado, John Dubois, un hombre que se pasa los días de un lado para otro buscando suministros con los que alimentar a los niños. Antes del terremoto, el orfanato recibía ayudas públicas suficientes para hacer frente a los gastos de cada día. Todo eso, por supuesto, ha cambiado y ahora la situación solo permite que los niños se alimenten dos veces al día, en el desayuno y en la comida.

“Nuestra memoria tienda a durar lo que duran las noticias”, explica Kevin Hernández, coordinador de Acción Humanitaria y Emergencia de la ONG ADRA España, que ha participado en situaciones catástrofes similares como en la del tsunami. “En 2004 y 2005, las noticias sobre el tsunami eran realmente detalladas. Supimos que una niña de nombre Pami se había reencontrado con sus padres después de meses separados en campos de desplazados diferentes. En 2006, solo algunos recordábamos que las victimas superaban los 200.000, y en 2008, solo se recordaba que fue un gran desastre. Pero las historias diarias han desaparecido. Nuestro trabajo, como en el de muchas otras organizaciones, es el de no olvidar la realidad, y actuar bajo la sombra del día a día, lejos de la luz de una cámara”.

Poco, muy poco, ha cambiado el panorama en Haití. Pero el día a día ya no interesa. Los periodistas se fueron primero -por las malas- del aeropuerto de Puerto Príncipe y ahora lo van haciendo de la ciudad. Y conforme apagan sus focos, los huérfanos de Carrefour o los desplazados de Puerto Príncipe desaparecen aún más del mapa para solo volver a ser noticia cuando el hambre impulsa a miles de personas a asaltar los camiones de comida de las ONG, como pasó este jueves. Pero dejando lo extraordinario a un lado, ¿hasta cuándo nos acordaremos de Haití?

En medio de Puerto Príncipe, la estructura de una estación de servicio de la empresa Texaco cayó a plomo el pasado 12 de enero como una pieza de dominó empujada por otras fichas. Su imagen, completamente derrumbada, como tantas y tantas edificaciones del centro de la capital, era impresionante y estremecedora. Hoy apenas unos hierros retorcidos y algo de chatarra es lo único que queda de la gasolinera. Los haitianos, a falta de todo, se han llevado lo aprovechable que pudiera quedar de aquel montón de escombros. Un grupito se marcha con las chapas de hojalata a cuestas. Cualquier cosa sólida es mejor que los trozos de sábanas con los que han construido su vivienda improvisada en alguno de los campamentos de desplazados cercanos.

Haití