Marta de Esteban alquiló su chalé una noche en Airbnb, lo que no sabía es que una juerga salvaje iba a destrozar su casa. El perito que evaluó los destrozos dice que nunca había visto nada parecido y calcula que pudo haber entre 100 y 200 personas en la fiesta. "Parece que se les fue de las manos".
Al día siguiente, allí no quedaba nadie. Nada más abrir el portón de la finca, la propietaria entendió que había pasado algo grave. Encontró botellas y papel higiénico por el patio y un rastro de suciedad que conducía hacia el interior de la casa. En el hueco de la escalera habían encajado un sillón, las hamacas de madera estaban hechas pedazos, un lavabo lo habían partido a botellazos, los pomos de las puertas estaban reventados, los tapices rajados, los jarrones rotos, las antigüedades trituradas...