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Los jesuitas destruyen una obra emblemática de Ibarrola, artista perseguido por el nacionalismo
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Los jesuitas destruyen una obra emblemática de Ibarrola, artista perseguido por el nacionalismo

“Es una más”. Así se expresó el artista Agustín Ibarrola al enterarse, por la prensa, de que un conjunto mural que pintó hace 52 años en

Foto: Los jesuitas destruyen una obra emblemática de Ibarrola, artista perseguido por el nacionalismo
Los jesuitas destruyen una obra emblemática de Ibarrola, artista perseguido por el nacionalismo

“Es una más”. Así se expresó el artista Agustín Ibarrola al enterarse, por la prensa, de que un conjunto mural que pintó hace 52 años en Bilbao había sido destruido. Sin su conocimiento, sin ofrecerle la posibilidad de sacar antes unas fotografías, sin preguntarle siquiera si estaba dispuesto a restaurarlo… Los jesuitas, propietarios de la obra, destruyeron esas tres paredes pintadas en un salón de actos con motivo de la rehabilitación del edificio. En conjunto, la obra superaba los cincuenta metros de largo por dos metros de alto. Argumentan que las pinturas estaban estropeadas, ya que la sala estuvo cerrada varios años. Un golpe más para un pintor vasco perseguido por el nacionalismo.

A un lado de este conflicto está la Compañía de Jesús. La historia de los jesuitas aparece entremezclada con la del nacionalismo vasco desde sus orígenes, desde que el PNV fuera fundado por Sabino Arana: los jesuitas han influido de forma permanente en este partido, y en el nacionalismo en general, hasta el punto de que son todo un poder en el País Vasco.

Su influencia alcanza tal grado que el Santuario de Loyola ha sido la sede desde septiembre de las reuniones secretas entre representantes del PSE, PNV y la ilegalizada Batasuna con el fin de avanzar en la conformación de la supuesta mesa política y desbloquear el llamado proceso de paz por José Luis Rodríguez Zapatero. El santuario está situado en Azpeitia (Guipúzcoa).

Los jesuitas son los fedatarios de lo que allí se ha negociado. Miembros de esta orden religiosa han sido los encargados de levantar acta de lo tratado en las conversaciones. La Compañía de Jesús custodia también los documentos pactados, como adelantó este diario y ha venido informando desde entonces.

Al otro lado del conflicto está Ibarrola, un artista vasco no nacionalista. Su famoso Bosque Pintado, o de Oma, ha sido atacado en cuatro ocasiones por los violentos a base de hachas, con la destrucción de más de un centenar de árboles, o con pintadas con la sentencia Ibarrola español, ETA mátalo. El bosque, compuesto de unos 500 árboles, está situado cerca de Cortézubi, localidad vizcaína donde reside el pintor en un caserío. “De aquí no nos echa nadie”, exclamó al conocer el último golpe, la destrucción de su obra mural.

Su casa también ha sido apedreada y embadurnada en el pasado con pintadas amenazantes. Militante comunista, Ibarrola pasó seis años en la cárcel durante el franquismo; ahora se desplaza con guardaespaldas. Es un artista que el Gobierno vasco no promociona, y menos el nacionalismo vasco: “Qué cerradas están las puertas”, exclama su esposa, María Luz Bellido.

De las pinturas del salón propiedad de los jesuitas sólo se conservan cuatro imágenes como la publicada aquí. Son antiguas, sacadas en blanco y negro, cuando la obra mural fue pintada con colores tierra, a base de tonos ocres. Representaba la espiritualidad, mezclada con el conflicto social de la época en la que fue creada, con la industrialización como fondo. Fue pintada entre 1952 y 1953 por Ibarrola para el cine que montó la congregación mariana de los Kotskas. Para realizarla, se inspiró en el fallecimiento del Papa Pío XII y en el Canto General de Pablo Neruda, un conjunto de poemas del que se ha extraído la estrofa que ilustra este artículo.

Del ‘Salón de los Luises’ al ‘Arrupe Etxea’

“Es una más”. Así se expresó el artista Agustín Ibarrola al enterarse, por la prensa, de que un conjunto mural que pintó hace 52 años en Bilbao había sido destruido. Sin su conocimiento, sin ofrecerle la posibilidad de sacar antes unas fotografías, sin preguntarle siquiera si estaba dispuesto a restaurarlo… Los jesuitas, propietarios de la obra, destruyeron esas tres paredes pintadas en un salón de actos con motivo de la rehabilitación del edificio. En conjunto, la obra superaba los cincuenta metros de largo por dos metros de alto. Argumentan que las pinturas estaban estropeadas, ya que la sala estuvo cerrada varios años. Un golpe más para un pintor vasco perseguido por el nacionalismo.