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Rajoy retoma la doble herencia aznarista: ganar competitividad y reforzar la ‘marca España’
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DE GUINDOS Y MARGALLO, EJECUTORES DEL DOBLE DESAFÍO

Rajoy retoma la doble herencia aznarista: ganar competitividad y reforzar la ‘marca España’

Reivindicar la herencia de José María Aznar. Este fue el mensaje que con más insistencia le trasladó a Mariano Rajoy, una vez concluido el Congreso popular

Foto: Rajoy retoma la doble herencia aznarista: ganar competitividad y reforzar la ‘marca España’
Rajoy retoma la doble herencia aznarista: ganar competitividad y reforzar la ‘marca España’

Reivindicar la herencia de José María Aznar. Este fue el mensaje que con más insistencia le trasladó a Mariano Rajoy, una vez concluido el Congreso popular de Valencia en 2008 -aquel dramático cónclave que le aupó de nuevo como cabeza de cartel electoral tras su segunda derrota en las urnas frente a José Luis Rodríguez Zapatero-, el núcleo más próximo al presidente de honor del PP para restablecer el equilibrio de poder en el partido y retomar la senda del gobierno en España.

Menos de cuatro años después, y con Rajoy ya como inquilino de La Moncloa, la flamante alcaldesa de Madrid, Ana Botella, una de las voces que con más fervor se destacó en la recuperación del legado de su marido, tiene sobradas razones para estar satisfecha. En primer lugar, porque el líder del Ejecutivo ha desempolvado dos de los sellos de identidad del último mandato presidencial de Aznar: ganar competitividad económica y modernizar la imagen de España en el exterior. Con la salvedad de que Rajoy, por la estructura de su Gabinete y la selección de ministros, parece decidido a dotar a este objetivo de la vitola estratégica única que será, además, supervisada por él mismo, en su inédita condición de presidente económico por exigencia del guión de la crisis.

Luis de Guindos y José Manuel García-Margallo, titulares de las carteras de Economía y Competitividad y de Exteriores y Cooperación, serán los ejecutores de este doble desafío, por el que se justifican “no sólo los nombramientos de sus más directos colaboradores, sino también los cambios sustanciales en la estructura interna de sus respectivos ministerios”, según voces empresariales del sector exterior que prefieren mantener el anonimato.   

Un macro-ministerio de Economía de nuevo cuño

Guindos contará con dos técnicos comerciales -Fernando Jiménez Latorre y Jaime García-Legaz- con los que comparte ideario neoliberal. En su concienzudo análisis del tsunami financiero mundial, el ministro de Economía achaca la responsabilidad de la crisis surgida de la hipotecas subprime y aderezada por los activos tóxicos -swaps y hedge funds, fundamentalmente-, casi en exclusiva a las políticas laxas de los grandes bancos centrales -muy especialmente, la Reserva Federal, pero también el BCE- al inicio de la década pasada; dejando conscientemente sin mención de culpa alguna al proceso de desregulación de los mercados.

De hecho, Latorre, secretario de Estado de Economía y apoyo a la Empresa, ya ejerció como director general de Defensa de la Competencia, adscrita al Ministerio de Economía, en el segundo mandato de Aznar. Legaz, responsable de la política comercial que recupera para el ministerio procedente del Departamento de Industria, ha sido hasta ahora el número dos de FAES.

Junto a ellos, los ya mencionados empresarios exportadores citan a otra representante de este gremio corporativo: Rosa María Sánchez-Yebra, directora de Gabinete del ministro, “quien trabajó en la  oficina comercial española en Bucarest hasta 2010”. Sin olvidar -dicen- “la sintonía que De Guindos se ha labrado, ya desde hace años, con los hermanos Nadal (Álvaro, nuevo responsable de la Oficina Económica de Moncloa, y Alberto, la mano derecha de José Luis Feito, ex embajador español ante la OCDE) en el cada vez más trascendental departamento económico de la CEOE, institución que aspira, en su tradicional pulso con el ahora devaluado Consejo Superior de Cámaras de Comercio, a la representación internacional de las empresas españolas”. Y, todos ellos, también técnicos comerciales del Estado, enfatizan.

Con este esquema tan corporativista, y a falta de conocer al tercer integrante de las secretarías de Estado, la de Investigación, Desarrollo e Innovación, la gestión que De Guindos asume del antiguo Ministerio de Ciencia y Tecnología responde a los criterios que se le reconocen a la nueva economía, término acuñado en la década de los 90 para explicar las fases de prosperidad alcanzadas por países como Estados Unidos o los nórdicos europeos a partir del uso masivo de las nuevas tecnologías, que se tradujo en mayores cuotas de productividad y, por ende, de competitividad.

Difícil arranque

De Guindos parte de cero en este objetivo. Acaba de admitir que la economía entrará de nuevo en recesión y que la lista de desempleados superará los cinco millones de personas. Y lo hizo en presencia de personalidades de especial significación. De un lado, Aznar, y de otro, sus colegas de gabinete: José Manuel Soria, con el que está obligado a establecer sinergias permanentes ya que conserva en Industria el diseño de los fondos tecnológicos con un cariz más sectorial, y Ana Pastor, al frente de Fomento, un departamento con cada vez más perfil exterior por el ratio de negocio global adquirido por las grandes constructoras españolas.

Y, aunque sus prioridades declaradas son la segunda restructuración financiera y la instauración del recetario de flexibilidad en el mercado laboral y en el sector servicios, su agenda reformista dedicará un hueco a suturar la brecha digital española. Informes como los del CER, un think-tank europeo que otorgó el papel de villano a España en Innovación, competitividad y cambio climático al final del proceso de Lisboa (2010), destacaban que España acaparaba el 30% de las peticiones de ayuda de Estado a empresas en riesgo de reconversión. Otros, con la firma del World Economic Forum (WEF), la fundación de Davos, descartaban la presencia de cualquier firma española en un elenco de 100 compañías con opciones de alcanzar el estatus de multinacionales tecnológicas en un lustro; un porción notable de ellas, además, eran de mercados emergentes.

Pero otros, como los de gasto de I+D+i del INE, ya alertaban en 2007, el último ejercicio de bonanza y de crecimiento presupuestario, que España llegaría con tres años de retraso al reto asignado por la Agenda de Lisboa -impulsada por Aznar junto a Tony Blair en 1999- de alcanzar el 2% de gasto del PIB (un punto menos que al conjunto de la UE) a la Investigación y la Innovación.

Este salto hacia delante resulta complicado, pero no imposible. Así al menos lo enfatiza un reciente estudio de Economist Intelligence Unit sobre Competitividad de la Industria Tecnológica en 2011, en el que pone como ejemplo los sustanciales avances en esta materia de naciones como Singapur, México, Polonia o Malasia, aún por debajo de España, que copa el lugar 24 en esta clasificación, y llama la atención sobre la conveniencia de crear centros de competitividad empresarial, que siguen brillando por su ausencia en el sur de Europa, además de mejorar los accesos a la financiación, apostar por la I+D+i en Educación y acelerar las redes de comunicaciones

Los empresarios del sector exterior apoyan esta táctica y dicen “confiar” en la figura de De Guindos. Sin embargo, también trasladan su temor a que estas iniciativas “nazcan con carencias presupuestarias insalvables” dada la virulencia de la crisis de la deuda europea y, en concreto, el “corsé que va a tener que ajustarse a las cuentas” españolas. De ahí que sugieran “beneficios impositivos” a la exportación y a la inversión tecnológica, como alternativas viables “a las que Rajoy parece sensible”, pero que “estarán en manos” de Cristóbal Montoro. Por eso resulta “tan importante” que el presidente ejerza de arquitecto de la política económica.   

En busca de la ‘marca-España’

Las voces del sector privado con vocación internacional también dan por hecho que García-Margallo tendrá entre sus cometidos más imperiosos la modernización de la marca-España. Un objetivo ya esbozado por Rajoy en varias entrevistas previas a las elecciones -el jefe de la diplomacia tendrá un marcado perfil económico, aseguró- para el que se decantan por la idea del ex ministro de Exteriores Josep Piqué de mejorar la imagen empresarial de España “en función de las diversas áreas geográficas de influencias, y de los sectores más acordes para fijar la enseña made in Spain”. Aunque adecuada a los nuevos tiempos.

“Hace una década -recuerdan-, la imagen de España en Estados Unidos, por ejemplo, era como comenzar a escribir una página en blanco”. Se llegaba a asegurar que la economía española era “la más importante de América Latina”. Actualmente, sin embargo, y a pesar de la crisis, las grandes empresas españolas de los sectores de telecomunicaciones, energía, finanzas o construcción, “ya lograron penetrar hace un lustro, y aún siguen presentes, en Norteamérica y Reino Unido”, mercados ajenos a Latinoamérica y los socios de la zona del euro, además de “haber adquirido un rol todavía testimonial pero no inhóspito” en Asia.

En este sentido, recomiendan que esta política se conciba “a medio plazo, entre cinco y diez años”; recalcan que “nada tiene que ver con cambios de logotipos” sino con lograr que calen mensajes modernizadores en la conciencia colectiva de mercados con el cartel de estratégicos; inciden en la necesaria “cooperación del sector privado” y la aportación de “personalidades de renombre universal” de todos los ámbitos y, de nuevo, “ventajas fiscales para las empresas que creen marca-España” en el Exterior. Todo ello para “superar la imagen confusa y estereotipada” que persiste en algunas latitudes

Por último, se atreven a fijar una hoja de ruta a Rajoy. En primer lugar, le aconsejan que rescate la iniciativa de Aznar de poner en marcha el Comité de Política Exterior, que acogía a los titulares de las carteras con proyección internacional, e invite a sus deliberaciones a una representación de grandes empresarios con vocación exterior, una “cohabitación necesaria”, según su itinerario. En segundo término, que convoque en el futuro, con cierta regularidad, como su antecesor en el PP, el cónclave de embajadores -Aznar reunió por primera vez, la víspera del 11-S, a los jefes de las legaciones diplomáticas de España para solicitarles una visión más mercantilista de las relaciones internacionales, estrategia que cayó en saco roto ante la irrupción de la seguridad y la lucha contra el terrorismo en el nuevo orden mundial- para recuperar esta idea. Y, en tercer lugar, que se plantee, “quizás en un hipotético segundo mandato”, la fusión de técnicos comerciales y diplomáticos para “culminar esta tarea”.                         

Reivindicar la herencia de José María Aznar. Este fue el mensaje que con más insistencia le trasladó a Mariano Rajoy, una vez concluido el Congreso popular de Valencia en 2008 -aquel dramático cónclave que le aupó de nuevo como cabeza de cartel electoral tras su segunda derrota en las urnas frente a José Luis Rodríguez Zapatero-, el núcleo más próximo al presidente de honor del PP para restablecer el equilibrio de poder en el partido y retomar la senda del gobierno en España.

Mariano Rajoy Banco de España