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Un mes y un día con la selección, bendita condena
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RECIBIDA POR LA AFICIÓN CON TODOS LOS HONORES

Un mes y un día con la selección, bendita condena

Un mes y un día. No, no hablo de una condena aunque lo parezca. Es el tiempo que hemos permanecido recorriendo Sudáfrica para que España termine

Foto: Un mes y un día con la selección, bendita condena
Un mes y un día con la selección, bendita condena

Un mes y un día. No, no hablo de una condena aunque lo parezca. Es el tiempo que hemos permanecido recorriendo Sudáfrica para que España termine siendo campeona del mundo. Divina condena, diría yo.

Tanto tiempo fuera de casa se hace duro y más en un país como Sudáfrica, pero he de reconocer que en esta ocasión la normalidad que se ha instalado en la selección en los dos últimos años, ha llevado a vivir sin excesivas alteraciones, de una manera cómoda y eso que al principio aparecieron dudas tras el tropiezo ante Suiza. 
 
Sí, ya sé que todo el mundo dirá que hemos sido unos privilegiados y en esta ocasión he de reconocer que así es. No olvido que viajé hasta Sudáfrica con la única misión de informar, pero cuando el honor de un país está en juego, todos nos ponemos la camiseta e intentamos empujar de cualquier manera. Puedo dar fe que cuando se dice que toda España estaba detrás de lo que hicieran Casillas, Iniesta y compañía , es verdad.

Y es que en las gradas de todos los estadios por los que hemos pasado, la solidaridad y el compromiso de todos los periodistas ha estado fuera de toda duda. Daba lo mismo el origen, el color o la procedencia, todos saltaban, vibraban y empujaban al son que marcaban los jugadores de Del Bosque. El reloj CP5 de Puyol con la bandera de España era el símbolo de esa unión de toda la prensa.
 
Pasaban los días y la derrota instaló el debate en Potchefstroom entre prensa y jugadores. Las malas caras de las que hablamos en su día, existieron, pero las ganas de hacer algo grande en el Mundial sirvieron de bálsamo, salvo algún incauto que pidió la cabeza de seleccionador y jugadores en caso de no ganar a Chile. ¿Qué dirá ahora? Seguro que ahora se apunta el tanto de triunfo. El resto de criticas no llegaban a ese límite.
 
Cualquier atisbo de duda desapareció tras el partido ante Portugal. En Ciudad del Cabo la motivación periodística llegó con Cristiano Ronaldo. Todos veíamos en el madridista el punto extra para este tipo de partidos. Su eliminación y fracaso mundialista hizo feliz a los enviados especiales españoles. Bueno, todos menos a uno, ¿verdad Manu? Esa victoria ante el equipo luso sirvió para que la bandera española fuera izada en cada movimiento de la prensa.
 
A partir de ese momento, todos intentamos ayudar y empujar con tal de que siguieran llegando las victorias. Los rituales de unos y otros se repetían. Todo valía con tal de no romper lo hecho en anteriores partidos. Si se comía en un determinado restaurante, pues no quedaba otra que repetir comida para que llegara una nueva victoria. Y así hasta la final. Lo de las supersticiones es curioso, pero llega a ser enfermizo.
 
El Mundial avanzaba y la comunión era total. Prensa y equipo unidos con un único objetivo: ganar el Mundial. Cada uno a su manera. Los jugadores entrenando y los otros escribiendo, hablando, pero sobre todos haciendo frente común y fomentando la unión de todo un país. Está mal decirlo, pero tenían que haber visto lo que era el palco de prensa en los dos partidos decisivos. La objetividad se había terminado, pero no importaba. Gritos, abrazos, camisetas rojas, bufandas (estábamos a a cinco grados), pero lo mejor estaba por llegar.
 
La tensión y el deber cumplido se repartían el protagonismo en los días previos a la final. Ya ni importaban los interminables viajes en autobús, ya que lo convertimos en improvisada sala de fiesta con DJ Mata en plan estrella. Música, cánticos y mucha emoción. 
 
El desplazamiento al último partido del Mundial fue especial. Nos metemos en la piel de los protagonistas. La emoción nos lleva a vivirlo en primera persona. Mismo sitio en el autobús, idéntica canción cuando vemos el estadio ('Viva la vida')... todo en orden salvo la incertidumbre del partido. Webb nos mata, Van Bommel nos pone de los nervios. La prórroga prolonga el sufrimiento, pero éste se vuelve en bendita pasión en el momento en el que Iniesta muestra al mundo su dedicatoria a Jarque.

La zona de prensa se transforma. Abrazos, saltos por las mesas, sillas que vuelan y llantos, muchos llantos. La Copa estaba ahí, la podíamos tocar. Se terminaron los complejos. Ya no llegará el típico periodista a presumir de estrellas porque España ya tiene una. Y ayer los jugadores la ofrecieron a todo el pueblo español  en su paseo por Madrid.
 
Antes, en el avión, los que hemos acompañado a la selección en esta aventura tuvimos un privilegio. ¿Cuál? Tocar la Copa del Mundo. Cumplimos y el premio fue hacerse la foto, la foto que todos los españoles querrían tener en el salón de su casa. Y es que España ya es campeona del mundo.

Un mes y un día. No, no hablo de una condena aunque lo parezca. Es el tiempo que hemos permanecido recorriendo Sudáfrica para que España termine siendo campeona del mundo. Divina condena, diría yo.

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