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El Tour se adentra en los caminos que hicieron eterno al Pelotón de la muerte
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Homenaje a los caídos en la I Guerra Mundial

El Tour se adentra en los caminos que hicieron eterno al Pelotón de la muerte

El escenario donde se libran esas confrontaciones fue también conocido como el frente occidental y fue el espinazo de la I Guerra Mundial, cien años después

Foto: Un grupo de ciclistas del conocido como Pelotón de la Muerte (Biblioteca Nacional Francesa).
Un grupo de ciclistas del conocido como Pelotón de la Muerte (Biblioteca Nacional Francesa).

El Tour de Francia, que arrancó en suelo inglés el pasado sábado, vive desde hace unos días apasionantes batallas de ciclismo. Los duelos de los Nibali, Contador, Valverde o el caído Froome han recuperado la épica de un deporte necesitado de gestas y héroes. El escenario donde se libran esas confrontaciones, además, no puede ser más evocador. El norte de Francia y su frontera con Bélgica, Luxemburgo y Suiza fue también conocido como el frente occidental y fue el espinazo de la Primera Guerra Mundial que se inició hace 100 años. Se trata, sin duda, de una de las mayores atrocidades protagonizadas por el ser humano y en ella se contabilizaron en torno a los cinco millones de fallecidos, algunos de ellos, cerca de media centena, fueron ciclistas. A ellos, la memoria colectiva del Tour ha convertido en héroes eternos y les ha situado en la historia con el nombre del Pelotón de la muerte.

El 28 de junio de 1914 el Tour de Francia partía desde París en dirección a Le Havre -en una etapa de 388 kilómetros- ajeno a un hecho que cambiaría para siempre el pulso de la humanidad. En Sarajevo, a 1.348 kilómetros de la capital francesa, el Archiduque Francisco Fernando de Austria era asesinado, siendo el detonante del inicio de la Primera Guerra Mundial. Esa edición de la ‘Grande Boucle’ la ganó Philippe Thijs, dominando la carrera desde la primera hasta la última etapa, dos días después de coronarse en los Campos Elíseos con el amarillo final estallaba la Gran Guerra y el Tour no volvería a celebrase hasta cinco años después.

Durante las 15 etapas de esa edición nadie pensaba en las dimensiones que iba a alcanzar el conflicto que estaba a punto de comenzar. Sin embargo, el director de la carrera, Henri Desgrange, utilizaba sus columnas de opinión en el diario oficial del Tour, L’Auto, para incitar el choque de bandos y conseguir que la ronda gala –que ganaba prestigio y muchos adeptos cada año desde su estreno en 1903- sirviera de altavoz para el alistamiento. Desgrange era un declarado antialemán y llegó a escribir en el diario oficial frases como: “Ir por esos bastardos” y hasta llegó a prometer después del conflicto que jamás un ciclista germano correría el Tour –una amenaza que nunca se llegó a cumplir-.

Con el inicio de la guerra la vida de millones de personas se paralizó. Ya nada volvería a ser igual. Entre las muchas almas anónimas que acudieron a la llamada de la bandera y de la patria, había medio centenar de ciclistas soldados. La bici jugó un papel importante en el conflicto, ya que era un medio muy utilizado para el servicio de correo entre las tropas. De ese Pelotón de la muerte, de los que no volvieron del frente para reemprender su carrera deportiva ni su vida, tres de ellos habían ganado el Tour de Francia. Uno fue Octave Lapize, sargento del ejército francés que fue abatido en el combate aéreo de Flirey y que murió días después a consecuencia de las heridas.

También se dejó la vida François Faber –un luxemburgués adscrito a las tropas francesas- tras recibir un balazo en la Batalla de Artois - cerca de la meta del pasado miércoles- mientras auxiliaba a un compañero también ciclista. La misma mañana de su muerte recibió una carta en la que se le anunciaba que había sido padre de una niña. Una hija a la que jamás conoció, pero que después supo que su padre fue una de los cinco millones de víctimas del atroz conflicto y que antes había ganado el Tour de Francia.

El tercer ganador de la ronda gala que se dejó la vida en la Gran Guerra fue Lucien Georges Mazan, más conocido como Lucien Petit Breton y que se convirtió en el primer ciclista en conquistar el amarillo en París en dos ocasiones -1907 y 1910-. Petit Breton moría combatiendo contra el bloque alemán en las batallas de Vouziers, a escasos 60 kilómetros de la línea de llegada de ayer en Reims donde, caprichos del destino, un germano –Greipel- ganaba la etapa. Aunque Petit Breton no combatió en esa frontera de trincheras por las que transcurrió ayer la etapa y por donde avanzará el Tour hasta la jornada 10, no. Lucien se dejaba la vida en un accidente de coche cuando trabajaba reparando bicicletas para el servicio de correo.

Pero al margen de esos nombres de pasado glorioso, muchos otros ciclistas soldados de palmarés anónimo se dejaron la vida en el campo de batalla, como Camille Fili, quien pasó a la historia como el ciclista más joven en disputar el Tour de Francia –lo hizo en 1904 con 17 años- y fue abatido por las líneas enemigas cuando ejercía de correo con su bicicleta. Con esa ‘veló’ con la que superó los colosos de los Alpes y los Pirineos, con la que volaba por los verdes páramos que años más tarde se convirtieron en campos del terror y la muerte, pero una bici que no pudo esquivar las ráfagas de balas alemanas.

En el bando enemigo de Francia también cayeron ciclistas. La Gran Guerra no distinguía de banderas a la hora de cobrarse víctimas. Caídos a los que el Tour quiso rendir –y seguirá haciendo hasta el próximo domingo- un más que merecido homenaje. El presidente de la República francesa, François Hollande, quiso estar presente en los homenajes y siguió el transcurso de la etapa desde el coche del director de carrera, una jornada que arrancaba en Arras, la ciudad que acoge el mayor cementerio militar en suelo francés y donde descansa François Faber, ese ganador de la ronda gala que se dejó la vida en Artois y que ayer, junto a sus compañeros del Pelotón de la muerte, recibía un merecido homenaje que se les debía desde hacía 100 años para seguir siendo héroes del ciclismo y de la vida.

El Tour de Francia, que arrancó en suelo inglés el pasado sábado, vive desde hace unos días apasionantes batallas de ciclismo. Los duelos de los Nibali, Contador, Valverde o el caído Froome han recuperado la épica de un deporte necesitado de gestas y héroes. El escenario donde se libran esas confrontaciones, además, no puede ser más evocador. El norte de Francia y su frontera con Bélgica, Luxemburgo y Suiza fue también conocido como el frente occidental y fue el espinazo de la Primera Guerra Mundial que se inició hace 100 años. Se trata, sin duda, de una de las mayores atrocidades protagonizadas por el ser humano y en ella se contabilizaron en torno a los cinco millones de fallecidos, algunos de ellos, cerca de media centena, fueron ciclistas. A ellos, la memoria colectiva del Tour ha convertido en héroes eternos y les ha situado en la historia con el nombre del Pelotón de la muerte.

François Hollande Tour de Francia
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