La credibilidad del deporte español, en picado

Ningún aficionado al deporte se espera una noticia como la que catapultó ayer el nombre de Marta Domínguez a la primera plana informativa. La detención por la Guardia Civil de la mediofondista palentina, considerada la mejor atleta española de la historia, creó estupor e incredibilidad en niveles más amplios que los que afectan el mero deporte.

Las dudas ya se ciernen irremisiblemente sobre Marta, más allá de que su calidad de culpable en un juicio será la única que pueda echar por tierra de manera definitiva la credibilidad sobre sus hazañas y logros deportivos.

Los últimos meses de 2010 están siendo complicados para el deporte español en esta materia. Al margen de los diversos positivos en atletismo y ciclismo, este último varapalo se une al ‘caso Contador’, que tras un positivo por una cantidad ínfima de clembuterol, mantiene al ciclista madrileño suspendido a la espera de que científicos y abogados lleguen a una sentencia definitiva.

Ninguno de los dos ha dado positivo en un control antidopaje, como tampoco lo dio Paquillo Fernández, suspendido actualmente después de que hace un año la Guardia Civil encontrara sustancias dopantes en su casa. Pero los tres pasaban por ser tres de los deportistas más fiables dentro de lo que muchos han llamado la ‘Edad de oro del deporte español’. De ahí que las manchas que producen en sus respectivos nombres estos escándalos hagan tanto daño no sólo al deporte en sí, sino también al aficionado medio.

Tras la Operación Puerto (abierta hace un lustro en el seno del ciclismo nacional y donde ya aparecía el nombre del doctor Eufemiano Fuentes, también inmerso en el caso de Marta Domínguez), desde la prensa internacional -sobre todo de la francesa- se inició una campaña que acusaba a España de ser un paraíso del dopaje. Las autoridades deportivas han peleado para defender al deportista español, como se demostró en el caso de Alejandro Valverde, a la vez que han querido liderar la defensa a ultranza del ‘deporte limpio’.

Siguiendo esta última idea, el secretario de Estado para el Deporte, Jaime Lissavetzky, creó hace dos años la Agencia Estatal Antidopaje, con el fin de canalizar la persecución de aquellos que hacían trampas. Pero a esta flamante institución no ha participado en ninguno de los tres casos descritos anteriormente.

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