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Once cholos de rojo y blanco obraron el 'milagro'
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UNA GENERACIÓN DE ATLÉTICOS SE ‘ESTRENA’ EN UN DERBI

Once cholos de rojo y blanco obraron el 'milagro'

Cuando los niños jugaban a indios y vaqueros, sólo unos pocos se pedían los primeros sin dejarse engañar por el cartel de malos que tenían siempre

Foto: Once cholos de rojo y blanco obraron el 'milagro'
Once cholos de rojo y blanco obraron el 'milagro'

Cuando los niños jugaban a indios y vaqueros, sólo unos pocos se pedían los primeros sin dejarse engañar por el cartel de malos que tenían siempre en las películas del oeste. Quizá en una pequeña rebeldía como esa se basa la afición al Atlético de Madrid. Nacer en la ciudad del mejor equipo de fútbol de la historia y preferir apoyar al vecino en vez de optar por tener una vida repleta de éxitos deportivos es en sí misma una declaración de intenciones y una manera de ver la vida. Es desde ese análisis donde se puede explicar lo emotivo del triunfo del conjunto rojiblanco en la final de Copa ante el Real Madrid, adversario al que no ganaba desde 1999.  

La explicación futbolística se basa en tres pilares. Uno, la convicción con la que los atléticos afrontaron este vital encuentro, para no desentonar con las otras dos finales ganadas desde que les entrena Simeone, y que permitió que se viera un partido sin complejos y de tú a tú. Dos, la falta de acierto madridista, ya que en tres ocasiones sus disparos se marcharon al palo, ninguna de ellas tras jugada elaborada (dos rebotes y una falta propiciaron esas ocasiones), a los que se suman dos intervenciones sensacionales de Courtois. Parece que todos los pequeños detalles que impidieron algún triunfo rojiblanco en 25 derbis consecutivos se le volvieron en contra al rival en el peor momento posible… Y tres, y más importante, el gran derroche físico, la entrega incondicional y el saber hacer de los colchoneros, lo que acabó por desequilibrar la balanza del lado atlético. La imagen final de desesperación que dejó el Madrid fue consecuencia de todo ello.

En Argentina le dicen ‘cholo’ al mestizo con mitad sangre europea y mitad indígena. Simeone heredó el apodo de un ídolo de Vélez Sarsfield de los años 50 y 60 del siglo pasado con quien comparte apellido. Pero para el aficionado al fútbol, la fe con la que jugaba el excentrocampista le añadió a su sobrenombre aquellas cualidades que tengan que ver con el coraje y el pertinaz e incondicional empeño en pos de un objetivo. Y todo esto caracterizó a su Atlético de Madrid en el Bernabéu anoche.

En el minuto 105 de final introdujo el técnico argentino su primer cambio. Hasta ese momento, Simeone prefirió aguantar con los once cholos que había dispuesto sobre el campo, con los que logró remontar el resultado. Estos son y así jugaron los protagonistas que ya han pasado a la historia del Atlético de Madrid por hacer que una generación entera de colchoneros se enteren por primera vez qué se siente ganando a sus todopoderosos vecinos:

COURTOIS: el portero belga al fin fue decisivo ante el eterno rival, tras haber recibido críticas después de todos los derbis que había jugado. No pudo hacer nada en el gol, pero las paradas a Higuaín, tras un error de sus defensas, y sobre todo a Ozil evitaron el empate a dos y pasarán a la historia del club. Simeone las celebró, al igual que los tres palos, como goles a favor. No se le puede pedir más a un guardameta.

JUANFRAN: Una de las imágenes de la final fue verle recomponerse de un fuerte golpe de Cristiano Ronaldo en el descuento de los primeros 90 minutos, y que parecía indicar que debía ser sustituido. Tiró de coraje y, cojeando, frenó la entrada del Cata Díaz, quien iba a sustituirle. Todo ello resume mejor que nada lo que contagia a sus compañeros este jugador criado en la cantera madridista pero que lloraba como un niño tras conseguir el título.

FILIPE LUIS: Los equipos que aspiran a ser grandes necesitan laterales como él. No es casualidad que sea ya un habitual de las convocatorias de Brasil. Su calidad y saber estar le dan empaque al equipo. Llevó peligro y trabajó sin descanso. Básico.

GODÍN: “Uno de los líderes del grupo”, así lo definió Simeone tras la final. Quizá por ello fue el único que se excedió en el ímpetu que había que ponerle al partido. Cometió faltas peligrosas que pudieron salir caras, y estuvo blando en la marca de CR7 en el gol madridista. Pero en general se fajó con orgullo y sin tapujos en una noche épica.

MIRANDA: a su fenomenal partido en el eje de la zaga (providencial al corte y vital en el inicio de la jugada y la salida de balón), se sumó el gol más importante de su vida y, posiblemente, de lo que va de siglo para el Atlético de Madrid. Ya es historia rojiblanca, calcando el gol de Milinko Pantic en la final de Copa del 96. Y pensar que en enero de 2012 tenía pie y meido fuera del equipo... Se quedó gracias al Cholo.

MARIO SUÁREZ Y GABI: conviene no separarlos ni en este análisis. Soberbios. La prolongación del Simeone futbolista. Por su edad, y con la ayuda del veterano Tiago, están llamados a liderar el centro del campo colchonero a medio plazo, lugar que lleva lustros preocupando a la afición ante la falta de talento. Ellos son la mezcla perfecta de ataque y defensa. Gabi piensa siempre en el equipo, y él, que ha llegado a vestir la rojiblanca hasta en un filial en regional, mereció más que ninguno recoger la décima Copa del Rey. Mario, que empezó con algunos fallos graves en la entrega, se repuso y avivó al equipo con recuperaciones espectaculares como las que hacía su entrenador vestido de corto. El poderío físico del equipo se basó en ellos dos y la supremacía en la medular que lograron imponer en varias fases del juego. Sobresaliente a ambos.

KOKE: un canterano triunfando con los mayores que muestra el camino a seguir a los dirigentes. Su crecimiento no tiene límites. Simeone confió desde el principio en el fútbol de sus botas para darle la calidad que no le sobra precisamente al equipo. Apuesta arriesgada, resultado inmejorable. Suya fue la asistencia a Miranda que entrará en los libros de historia.

ARDA TURAN: ya quisiera el Cholo tener tres como el turco. Como jugador diferente que es, asumió su responsabilidad y sostuvo con su habilidad y visión de juego las mejores opciones de ataque del Atlético. Un fuera de serie que ya es ídolo en el Manzanares. No decepcionó pese a salir recientemente de una lesión.

DIEGO COSTA: espectacular. Es el alma del equipo, quien conecta con las emociones de la grada, para mal o para bien. Su juego excepcional acalló toda la polémica que le suele rodear. Fue listo con los contrarios y, por encima de todo, metió un gol de bandera en el momento clave para hacer creer a toda una afición. El brasileño tiene madera para marcar una época como rojiblanco.

FALCAO: En una noche donde no marcó, volvió a estar de diez. Simeone optó por sacrificar su juego de área para desconcertar a la defensa blanca, y lo consiguió de veras. La mejor muestra es el primer tanto atlético, donde recibió en medio campo, se dashizo con pundonor y habilidad de sus defensores y dio una asistencia magistral a Costa. Todos dan por hecho que el colombiano se va en verano. Si es así, lo hara convertido en referente histórico del club y dejando uno de los mejores recuerdos que se tienen de un futbolista por el Calderón. Un monstruo.

Adrián, el Cebolla Rodríguez y Raúl García entraron para la segunda parte de la prórroga, demostrando que son los tres jugadores más importantes para el Cholo este año después de los once que dispuso de inicio. Aunque Simeone recalcó una vez más que el éxito de este 'Atleti' se asienta en el grupo excepcional que han logrado crear, los artífices del triunfo fueron sobre todo once. Once cholitos, embravecidos, con los ojos inyectados en sangre, que consiguieron el ‘milagro’ de ganar al Real Madrid 14 años después. Así fue y ellos fueron los que allí estuvieron. Escrito queda para siempre.

Cuando los niños jugaban a indios y vaqueros, sólo unos pocos se pedían los primeros sin dejarse engañar por el cartel de malos que tenían siempre en las películas del oeste. Quizá en una pequeña rebeldía como esa se basa la afición al Atlético de Madrid. Nacer en la ciudad del mejor equipo de fútbol de la historia y preferir apoyar al vecino en vez de optar por tener una vida repleta de éxitos deportivos es en sí misma una declaración de intenciones y una manera de ver la vida. Es desde ese análisis donde se puede explicar lo emotivo del triunfo del conjunto rojiblanco en la final de Copa ante el Real Madrid, adversario al que no ganaba desde 1999.