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Lágrimas azules después de la batalla
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Lágrimas azules después de la batalla

Sólo hay una palabra que puede definir perfectamente la noche más gloriosa y tormentosa del Getafe en su historia: crueldad. El "Geta" estuvo muy cerca de

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Lágrimas azules después de la batalla

Sólo hay una palabra que puede definir perfectamente la noche más gloriosa y tormentosa del Getafe en su historia: crueldad. El "Geta" estuvo muy cerca de alcanzar un puesto en el Olimpo, de cambiar las reglas del fútbol, de mandar a la quiebra a las casas de apuesta, de alterar las estadísticas, de alcanzar el paraíso, de conquistar los fríos corazones de los alemanes, de aparecer el sol en medio de la noche, pero el fútbol es más cruel con los débiles que con los fuertes, el fútbol te pone en lo más alto y en un segundo bajo tierra, sin aire, sin luz, sin vida.

El conjunto azulón se despidió de Europa sin merecerlo ante los ojos de 9,5 millones de telespectadores. El Bayern de Múnich impuso su ley en el último minuto de la prórroga dejando sin aliento a la "Marea Azulona". En ese momento, los héroes vestidos de azul que estaban de pie en el césped, deseaban que el partido nunca llegara a su fin, pero el pitido del colegiado retumbó en el fondo de sus entrañas. La ilusión había terminado. Sólo podía haber un ganador y no serían ellos.

El "EuroGeta" sobrevivió al día más gris de su historia. Y no todo es tan oscuro como se ve. El conjunto azulón le habló de tú a tú al cuatro veces campeón de Europa, le hizo temblar, le inyectó admiración, le tumbó y también le levantó. Beckenbauer no podrá borrar de su memoria el azul que brilló en sus ojos. El Getafe luchó hasta el último suspiro y fue ahí cuando cayó al suelo inmerso en lágrimas, con un sabor de boca amargo, un veneno lento y difícil de digerir. Pero a cambio, recibió el cariño y el respeto de toda España, incluso de Europa, demostró que no hace falta todo el oro del mundo para configurar un equipo competitivo, sino un espíritu, una identidad propia, una idea en común y una confianza unánime que reúna todas las fuerzas para sacar al barco de la deriva. El "Geta" de ayer, no es el "Geta" de hoy.

Pese a que las caras de la plantilla madrileña, el día después de la tormenta eran de tristeza, su afición se hizo presente en el entrenamiento para levantarles el ánimo. Gavilán decía antes de pisar el césped: "Aquí estamos, aguantando". Mario Cotelo (foto izquierda), con ojeras en los ojos, afirmaba que "el jueves casi no dormimos". Celestini seguía sin creer lo ocurrido: "Pasar ante el Bayern con diez, era algo inmenso y nos quedamos a cinco segundos". Pero conforme avanzó la mañana, los aficionados animaron a sus guerreros, el presidente, Ángel Torres , se asomó en el campo para darle un abrazo al "Pato" Abbondanzieri, que ayer cometió los dos errores que le costaron al Getafe la derrota, y entonces, las miradas de la plantilla azulona, se fueron levantando hasta que alcanzaron a ver el horizonte.

El fútbol castiga con el látigo del desprecio, puede hundirte y asfixiarte en el fondo del mar, puede eliminarte sin piedad, pero también puede darte una revancha, puede hacer que te olvides de la derrota en un abrir y cerrar de ojos, puede borrar de tu memoria los malos ratos y premiarte por lo que mereces. Y el Getafe tiene la próxima semana la final de la Copa del Rey ante el Valencia. Tendrá la oportunidad -por méritos propios- de jugar por segunda vez consecutiva el desenlace de esa competición. El Getafe no puede perder el tiempo en lamentos, tiene que enfocar todo su coraje en su próxima batalla. Y la "Marea Azulona" estará con ellos hasta el final, pase lo que pase.

Sólo hay una palabra que puede definir perfectamente la noche más gloriosa y tormentosa del Getafe en su historia: crueldad. El "Geta" estuvo muy cerca de alcanzar un puesto en el Olimpo, de cambiar las reglas del fútbol, de mandar a la quiebra a las casas de apuesta, de alterar las estadísticas, de alcanzar el paraíso, de conquistar los fríos corazones de los alemanes, de aparecer el sol en medio de la noche, pero el fútbol es más cruel con los débiles que con los fuertes, el fútbol te pone en lo más alto y en un segundo bajo tierra, sin aire, sin luz, sin vida.