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La paz de Schuster, otra gran obra de Raúl
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La paz de Schuster, otra gran obra de Raúl

Es como si le hubieran ‘lobotomizado’. Como si todos sus registros cerebrales se hubieran borrado de repente tras la implantación de un chip con el que cambiar su

Foto: La paz de Schuster, otra gran obra de Raúl
La paz de Schuster, otra gran obra de Raúl

Es como si le hubieran ‘lobotomizado’. Como si todos sus registros cerebrales se hubieran borrado de repente tras la implantación de un chip con el que cambiar su personalidad. El nuevo Bernd Schuster ha nacido. Es un personaje jovial, agradable, que no se enfada con nadie, que acepta la crítica y hasta la chirigota. Es más, si alguien le preguntara por los cambios en su sistema o por algún presunto error estratégico, admitiría la crítica y aceptaría sugerencias con una sonrisa. Este no es mi Bernardo, que me lo han cambiado. Antes del viaje a Murcia ni entró al trapo con el asunto de las ovejas negras del Barcelona y después casi ni se inmutó pese a la pobre imagen de la segunda parte en La Condomina. Las broncas quedaron para el vestuario, como debe ser, pero ante los periodistas fue todo un caballero empeñado en esbozar si no una sonrisa, sí al menos, gestos de paz, calma y tranquilidad. No le gritó a nadie, estuvo educado y de vez en cuando se le pudieron ver los dientes tras una respuesta original.

Sí, todo el madridismo se confabuló para que Schuster dejara de parecer una botella de litro de vinagre y compareciera en las ruedas de prensa alejado de la crispación y la arrogancia. Calderón, Mijatovic y algún que otro directivo pasaron por su puerta para recordarle que el Madrid está para disfrutarlo y no para sufrirlo. Y que los periodistas son un mal menor que va incluido en la cuantiosa ficha anual. Hay que aguantarlos a todos. A los buenos, a los malos, a los pesados y a los insoportables. Su aspecto de cascarrabias incluso le originaba alguna que otra broma de su entorno. Cada vez que tiene que atender a los medios, Manolo Ruiz, su inseparable segundo le recuerda lo básico. 'Bernd, tú tranquilo. Ya está todo el pelotón de fusilamiento, pero tú aguanta', le recuerda antes de acudir al matadero.

Schuster lleva ya dos ruedas de prensa pacificado, sereno y agradable. Y no por lo que le ha dicho la superioridad. Hay complicidad entre el técnico y los jefes del vestuario, los que saben lo que supone la pesa carga del Madrid. Raúl, que sabe más que nadie, tuvo una charla con el alemán en medio de la tormenta. El capitán maneja todos los tiempos y tenía claro que un técnico demasiado crispado no podía ser bueno para el equipo pese a que los resultados hasta ahora son más que aceptables. Bastaron tres minutos en Valdebebas: 'Mister, usted tranquilo, vamos bien y no hay que dar carne a los que no nos quieren. Lo está haciendo de maravilla, así que no se preocupe por la prensa ni por nadie'. Fue el chip que Schuster necesitaba. Todo lo que le digan desde la planta noble le entra por un oido y le sale por otro. Pero cuando habla con la gente de fútbol sabe escuchar. Raúl no necesitó nada más. Schuster ya está relajado, se siente apoyado por los que tiran del carro y hasta admite consejos. Gesto de sabio.

Es como si le hubieran ‘lobotomizado’. Como si todos sus registros cerebrales se hubieran borrado de repente tras la implantación de un chip con el que cambiar su personalidad. El nuevo Bernd Schuster ha nacido. Es un personaje jovial, agradable, que no se enfada con nadie, que acepta la crítica y hasta la chirigota. Es más, si alguien le preguntara por los cambios en su sistema o por algún presunto error estratégico, admitiría la crítica y aceptaría sugerencias con una sonrisa. Este no es mi Bernardo, que me lo han cambiado. Antes del viaje a Murcia ni entró al trapo con el asunto de las ovejas negras del Barcelona y después casi ni se inmutó pese a la pobre imagen de la segunda parte en La Condomina. Las broncas quedaron para el vestuario, como debe ser, pero ante los periodistas fue todo un caballero empeñado en esbozar si no una sonrisa, sí al menos, gestos de paz, calma y tranquilidad. No le gritó a nadie, estuvo educado y de vez en cuando se le pudieron ver los dientes tras una respuesta original.

Bernd Schuster Raúl González Blanco