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Papá Güiza
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Papá Güiza

Golfante, descarado, forjado en la vida a base de golpes, indisciplinado, atrevido y sobre todo… futbolista. Dani Güiza es el arquetipo de pelotero amasado en callejones

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Golfante, descarado, forjado en la vida a base de golpes, indisciplinado, atrevido y sobre todo… futbolista. Dani Güiza es el arquetipo de pelotero amasado en callejones de barrio humilde que cambiaba a todas horas los libros por el balón. Su historia puede ser la de cualquier otro chaval que se obsesiona por ser algo en el deporte rey sin importar los obstáculos. Que se lo digan a su idolatrado Kiko cuando en la misma ciudad tenía que robar cartones para echar una mano en casa y un pie a la vocación verdadera. Más tarde el Narváez defendía al Cádiz y entrenaba en Jerez a un equipo de benjamines de 9 años. Güiza estaba entre ellos.

Sólo he compartido charla una vez con Dani y me fascinó su forma de contar los tropiezos y las meteduras de pata. Es verdad que todos en alguna ocasión solemos tirar por el camino de en medio y ponernos en paz con nosotros mismos a base de reconocimiento público de errores: él se definió como describo en al primera línea, cierto, pero en seguida confirmó que hay una persona que ha sabido llevar su carrera al provecho y al carril del éxito. Nuria Bermúdez, la mediática chica que antes exhibía una ligereza de cascos abismal y que ahora, metida a representante seria de FIFA, está a punto de darle al jerezano su primer vástago.

No me negarán que la historia de estos dos está sacada de un documental con final feliz. Él, pobre, baqueteado, confundido por la noche, ella, inmadura, peleona, arrebatadoramente intrépida… y ahí están, a puntito de ser papis y de seguir cumpliendo sueños de manera conjunta. Y yo les aplaudo. Y yo les creo. Que es muy común en esta piel de toro desconfiar de los cambios bruscos y decir a las primeras de cambio “ya volverán, que la cabra siempre tira al monte”. Pues no, aquí las cabras viven en un apartamento de lujo en Palma y están convocadas para rematar la clasificación de España para esa Eurocopa que Luís nos ha puesto tan cuesta arriba.

Podemos analizar la internacionalidad de Güiza desde muchas ópticas, pero creo que esta vez la mayor parte de nosotros coincidimos en el certero momento que ha elegido el seleccionador. Con Dani retoma el camino del equipo nacional ese delantero sediento y kamikaze que 'mata' por pisar el área y conseguir el gol. Al estado de forma perfecto se le suma la ilusión, la gana, el sueño y esas cosas que no se pueden describir con palabras y que sólo las siente el gran protagonista. Para triunfar de una vez por todas nos hacen falta expertos en todos los palos, como en el flamenco, y este andaluz de raza prieta sabe muy bien lo que es comer patatas sin pelar y defensas tochos a los que poner en su sitio.

Igual que Dani es ejemplo para muchos que sueñan con llegar puede ser el modelo de lo que no hay que hacer. Sus desmanes son bastantes y variados y él los reconoce, como también agradece que algún encorbatado dirigente tuviera la paciencia idónea con él para aconsejarle paternalmente y hasta para firmar acuerdos con restaurantes para que le abastecieran de comidas caseras y así poder reconvenir sus hábitos alimenticios. Duro, Alfredo, qué de bondad tienes y cuánto la disimulas…

Se me viene a la cabeza ahora un lío en el que me metió Nuriaber al no entender desde el otro lado de la radio un chiste sobre un ex entrenador del Geta: cocktail con mujer embarazada, representante enloquecido, Sardá desde su planeta dándole estopa a la COPE… y mira, ahora la quiero porque tiene un corazón desmedido y porque es una de las principales culpables de que tengamos otra pieza en el frutero del fútbol español. Al final, Nuria, veo a Villar en Las Rozas con la insignia de oro de la RFEF a punto de ponértela en la solapa de tu traje chaqueta. Qué orgulloso estará tu padre. Besos princesa.

Golfante, descarado, forjado en la vida a base de golpes, indisciplinado, atrevido y sobre todo… futbolista. Dani Güiza es el arquetipo de pelotero amasado en callejones de barrio humilde que cambiaba a todas horas los libros por el balón. Su historia puede ser la de cualquier otro chaval que se obsesiona por ser algo en el deporte rey sin importar los obstáculos. Que se lo digan a su idolatrado Kiko cuando en la misma ciudad tenía que robar cartones para echar una mano en casa y un pie a la vocación verdadera. Más tarde el Narváez defendía al Cádiz y entrenaba en Jerez a un equipo de benjamines de 9 años. Güiza estaba entre ellos.