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Quiero ser como Ecclestone
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Quiero ser como Ecclestone

En su época como futbolista del Manchester, David Beckham inspiró, entre otras muchas cosas, una película de sueños adolescentes. Sin ser tan guapo, alto y esbelto,

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Quiero ser como Ecclestone

En su época como futbolista del Manchester, David Beckham inspiró, entre otras muchas cosas, una película de sueños adolescentes. Sin ser tan guapo, alto y esbelto, pero a su manera, Bernie Ecclestone, el capo mundial de la Fórmula 1, podría provocar una historia de admiración similar, donde su protagonista, en lugar de una fan quinceañera, bien podría ser un Alejandro Agag repitiéndose a sí mismo cada mañana el lema Quiero ser como Ecclestone.

Y apunta maneras. La semana pasada, con motivo de la celebración del gran premio de Silverstone (Gran Bretaña), Agag consolidó otro gran paso para hacerse un hueco en el negocio del automovilismo de élite. Desde ya mismo, el yerno de Jose Maria Aznar controla accionarialmente la escudería Campos Grand Prix, con plaza y coches compitiendo en la GP2, la que se entiende como la segunda división del circo de la Fórmula 1. Pero todo llegará.

Ni siquiera el propio Agag esconde que su inversión en GP2 es una estación necesaria para dar el salto al paddock de los mayores, donde juegan los históricos Ron Denis (McLaren), Jean Todt (Ferrari) o Frank Williams (Williams). Allí está el dinero, como bien sabe por boca de su amigo y socio Flavio Briatore, jefe de equipo de la escudería Renault y descubridor de las posibilidades –también las comerciales- del piloto español Fernando Alonso.

Sin duda alguna, Agag se arrimó al mejor árbol posible para colarse en las traseras de la Fórmula 1. Su paso por el Partido Popular Europeo le permitió coincidir y conocer al viejo Berni (76 años) en un gran premio de San Marino. Ya no se le escapó. Tropezarse y epatar con Briatore fue aún más fácil, dada la ascendente italiana que gasta fruto de su relación con el todopoderoso Silvio Berlusconi. ¿Acaso es posible contar con mejores padrinos?

Mientras Alonso fulminaba su progresión coronándose campeón con Renault, Agag ya había sustanciado sus buenas relaciones en provechosas iniciativas empresariales. Y nada de juegos florales. Junto a Briatore, el madrileño de apellido libanés adquirió la exclusiva para comercializar los derechos audiovisuales de la Formula 1 en España hasta 2008, con los complementos de los concursos por SMS y los derechos mundiales de la GP2. La rentabilidad de sus amistades ya podía monetizarse.

Su fallido intento de conquistar China

Faltaba, con todo, jugar a lo grande. Agag derrapó en su intentona de montar la primera escudería china en la Formula 1. El gigante asiático no sucumbió a los cantos de sirena del español. No quedaba otra que volver a intentarlo más tarde, asumiendo además que el compralotodo de Jaume Roures (Mediapro) iba a levantarle los derechos televisivos a partir de 2009. Ante ese horizonte, la opción de abanderar una escudería española con ánimos de pilotar entre los más grandes parece su sueño más factible.

En ese camino se ha cruzado el histórico Adrián Campos, hombre del motor dedicado a promocionar y a brindar oportunidades a los jóvenes talentos españoles. Para Agag será bonito mientras dure, más aún si consigue terminar abriendo las puertas de la primera división y colar a sus monoplazas, con compatriotas al volante, en la parrilla de salida del gran premio de Valencia de Formula 1. Parecería el súmmum.

En su época como futbolista del Manchester, David Beckham inspiró, entre otras muchas cosas, una película de sueños adolescentes. Sin ser tan guapo, alto y esbelto, pero a su manera, Bernie Ecclestone, el capo mundial de la Fórmula 1, podría provocar una historia de admiración similar, donde su protagonista, en lugar de una fan quinceañera, bien podría ser un Alejandro Agag repitiéndose a sí mismo cada mañana el lema Quiero ser como Ecclestone.

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