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Un día en las subastas
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christie's, abu dhabi y los que compran con el corazón

Un día en las subastas

David Linley, presidente ejecutivo de Christie’s ha pasado por Madrid para hablar del cambio del gusto en los últimos cuatro siglos, en el CaixaForum

Foto: Subasta de 'Les pecheurs sur le lac' en Christie's (Reuters)
Subasta de 'Les pecheurs sur le lac' en Christie's (Reuters)

David Linley, presidente ejecutivo de Christie’s ha pasado por Madrid para hablar del cambio del gusto en los últimos cuatrocientos años, en el CaixaForum, organizado por la Fundación Arte y Mecenazgo. Le interesa mostrar cómo el coleccionismo inglés ha buscado a lo largo de los siglos las mejores obras de arte por todos los rincones del mundo “con el fin de conservar, educar y, finalmente, definirse”. Para el jefe sumo de la casa de subastas esta tradición continúa con las generaciones más jóvenes que “alimentan un apetito muy inglés por el arte”. Para Linley el arte vive gracias a sus coleccionistas y es una tradición “extremadamente importante”, que abre las puertas de sus casas a los amantes del arte.

Él define el gusto y las modas, viaja por todo el mundo con grupos de coleccionistas, visitando los mercados emergentes, como China, comprobando cómo van las obras de los siete museos que se construyen ahora en Abu Dhabi, porque en algún momento tendrán que llenarlos. Ya son una potencia muy importante, un cliente destacado. Pero Linley parece sentir especial devoción por otro tipo de compradores, “los que compran con el corazón, los que no especulan”.

“A veces a mí mismo me cuesta creerme las cifras que se alcanzan, pero hablamos de un mercado muy fluido y muy competitivo y confío en que los resultados sigan aumentando. El precio de la belleza siempre sube”

Es una categoría un tanto amplia, pero se atreve a definirla un poco más: el nuevo coleccionista tiene un gusto menos ortodoxo, se atreve con disciplinas de todo tipo, es más audaz, no tiene restricciones, desde el arte tribal al contemporáneo, le mueven motivos económicos y académicos y también compra a través de internet. Son más arriesgados y se guían por su propio gusto, guiados por “el hambre por los objetos bellos. El coleccionismo es un viaje personal que debe mantenerse añadiendo nuevos cuadros, explica.

También es una experiencia espectacular. Cuando Linley se refiere a la parte crematística del asunto trata de relacionar la venta con momentos “emocionantes” y prefiere destacar el “ambiente único”, antes de vincular el gusto con la burbuja del precio de las obras que se ponen en venta. Más allá del importe está la vivencia espectacular. “El precio de una obra de arte se crea en la propia subasta. El mercado es el que pone el interés. Hay que ir y ver y sentir el ambiente de la sala”, explicó el presidente de Christie's en Inglaterra, acompañado de Juan Várez, consejero delegado de la empresa en España.

Quizás por ese motivo no quiso valorar la campaña de tasación que su empresa lleva a cabo en el Museo del Instituto de Arte de Detroit, ni el impacto que el IVA del 21% sacude al coleccionismo español, ni la importancia de una ley de mecenazgo a la altura para desarrollar la conservación y el conocimiento de las obras maestras. Linley es un creador de gusto, conoce las tendencias y ve difícil poder predecir el techo del precio del arte. “A veces a mí mismo me cuesta creerme las cifras que se alcanzan, pero hablamos de un mercado muy fluido y muy competitivo y confío en que los resultados sigan aumentando”, afirmó el responsable de Christie’s. “El precio de la belleza siempre sube”, zanjó.

David Linley, presidente ejecutivo de Christie’s ha pasado por Madrid para hablar del cambio del gusto en los últimos cuatrocientos años, en el CaixaForum, organizado por la Fundación Arte y Mecenazgo. Le interesa mostrar cómo el coleccionismo inglés ha buscado a lo largo de los siglos las mejores obras de arte por todos los rincones del mundo “con el fin de conservar, educar y, finalmente, definirse”. Para el jefe sumo de la casa de subastas esta tradición continúa con las generaciones más jóvenes que “alimentan un apetito muy inglés por el arte”. Para Linley el arte vive gracias a sus coleccionistas y es una tradición “extremadamente importante”, que abre las puertas de sus casas a los amantes del arte.

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