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El enfoque más 'Rico' del arte
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El enfoque más 'Rico' del arte

Suele decirse que el arte no se explica; que basta con sentirlo y, armado por esa emoción, el espectador alcanza a comprenderlo en sus capas más

Suele decirse que el arte no se explica; que basta con sentirlo y, armado por esa emoción, el espectador alcanza a comprenderlo en sus capas más profundas. Otros lugares comunes que me pasan por la cabeza en el momento de reseñar Figuras con paisaje, del maestro Francisco Rico, son el del ensayo como investigación detectivesca -empleado por Muñoz Molina- o como viaje al interior de la cultura. Lugares comunes, mas no imprecisos, si bien el primero queda anulado por la mera existencia de este lúcido ensayo. Publicado por vez primera hace quince años, en Galaxia-Gutenberg, lo reedita ahora Destino con escasos añadidos -un par de ensayos, breves- y retoques.

 

¿Cuáles son las figuras y los paisajes a los que alude el título? Las figuras son una serie de obras de arte plástico, desde dibujos que Bocaccio hiciera en libros que Petrarca le prestó, a cuadros como La celestina de Picasso, o la portada románica del monasterio de Santa María de Ripoll. “Con frecuencia me han saltado a los ojos, como a cualquier otro viajero, textos y obras de arte vinculados entre sí y a la vez a sistemas mayores con nudos indudablemente significativos, con engarces que invitaban a contemplar de nuevo las figuras sobre el fondo de anchos paisajes” (p. 12). Ese paisaje es, pues, la cultura y, en concreto, la literatura, de la que manan tales obras plásticas, como se afana en explicar Rico. Porque el arte se puede explicar, insiste el autor, para alcanzar una experiencia más rica que la mera observación.

Eso no se hace ante la tela; Rico desnuda sus mañas ya en la Introducción, advirtiendo que luego, en los ensayos, va a exponer sus resultados de otra manera. Como él mismo cuenta el truco, no voy a extenderme más. Pero no sobra el recuerdo de una de las premisas, que “un texto digno de aprecio está siempre en una relación más o menos estrecha y más o menos perceptible con los demás elementos del conjunto histórico en que en cada momento se inserta” y “la tarea del historiador consiste en establecerlas vías de esa relación y las peculiaridades de ese diálogo” (p. 11). Como dirá más adelante, un “hilo de oro” une al texto y la obra de arte, ya sean los diálogos de Luciano con los Filósofos de Velázquez -obra cuya absoluta genialidad permanece casi oculta si obviamos las razones aquí expuestas por Rico- o la Tragicomedia de Calixto y Melibea con el retrato de Carlota Valdivia.

También se demuestra, en estos ensayos, que no se necesitan illuminati para encontrar sentidos secretos -tanto como reales- en las creaciones artísticas del hombre. Secretos sabrosos y nutritivos que nos llevan a respetar, si es que no lo hacíamos ya, el saber de los antiguos. Se establece así que la cultura mediatiza la experiencia, que cuando nos situamos ante cualquier momento de cultura -y aun de la vida- están poniéndose a prueba contenidos intelectuales -mayores o menores- de los que depende la emoción que la obra produce en el espectador. Cuanto más rica sea nuestra mirada, más rica será en proporción nuestra percepción estética e intelectual del momento artístico. Así, podemos pasearnos por la cultura como turistas, con poco más interés que señalar nuestro paso por sus salas. O podemos, como hace el maestro Rico, sumirnos en ella, dejar que su íntima reverberación sacuda nuestro ser desde sus honduras y, de ese modo, formar parte, en plenitud, de la cultura.

 Figuras con paisaje. Ed. Destino. 224 págs. 22 €. Comprar libro.

Suele decirse que el arte no se explica; que basta con sentirlo y, armado por esa emoción, el espectador alcanza a comprenderlo en sus capas más profundas. Otros lugares comunes que me pasan por la cabeza en el momento de reseñar Figuras con paisaje, del maestro Francisco Rico, son el del ensayo como investigación detectivesca -empleado por Muñoz Molina- o como viaje al interior de la cultura. Lugares comunes, mas no imprecisos, si bien el primero queda anulado por la mera existencia de este lúcido ensayo. Publicado por vez primera hace quince años, en Galaxia-Gutenberg, lo reedita ahora Destino con escasos añadidos -un par de ensayos, breves- y retoques.