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Las paredes de la Casa Blanca se llenan de "sensibilidad cultural"
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Las paredes de la Casa Blanca se llenan de "sensibilidad cultural"

Las paredes de la Casa Blanca se han convertido en el refugio más íntimo del discurso de cambio de Barack Obama, que ha descolgado paisajes apacibles

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Las paredes de la Casa Blanca se llenan de "sensibilidad cultural"

Las paredes de la Casa Blanca se han convertido en el refugio más íntimo del discurso de cambio de Barack Obama, que ha descolgado paisajes apacibles y retratos solemnes para acomodar el arte más social y controvertido en su propio salón.

A simple vista, la lista de las 45 obras que los Obama han tomado prestadas de los museos de Washington para decorar el despacho Oval y las zonas residenciales de la mansión presidencial refleja un gusto equilibrado. Pero entre las clásicas bailarinas de Edgar Degas, los lienzos abstractos de Mark Rothko y las naturalezas muertas de Giorgio Morandi se esconden obras que dotan a la Casa Blanca del aire más moderno de su historia, que impregnan sus muros de tonos más oscuros de lo habitual y retratan los problemas sociales de las minorías.

El arte afroamericano, como era de esperar, es uno de los más apreciados por el presidente y su esposa, Michelle Obama, que se encargó de la selección artística con la ayuda de un puñado de expertos en arte. Sin embargo, el recorrido que los Obama hacen por la historia del arte afroamericano se aleja todo lo posible de la imagen convencional de esta cultura, representada en media decena de trabajos del retratista de Harlem William H. Johnson, para mostrar una cara más sobria, y menos evidente, del pueblo del que proceden.

El ejemplo más arriesgado es la obra Black Like Me #2, un cuadro alargado en el que el aún activo Glenn Ligon imprimió una y otra vez, cada vez más difuminada y oscura, la frase "Todo rastro del Griffin que había sido fue borrado de la existencia". Ligon extrajo ese desesperanzador mensaje de las crónicas del periodista blanco John Howard Griffin, que se hizo pasar por negro en los años sesenta e informó sobre los problemas que sufría.

Las paredes de la Casa Blanca se han convertido en el refugio más íntimo del discurso de cambio de Barack Obama, que ha descolgado paisajes apacibles y retratos solemnes para acomodar el arte más social y controvertido en su propio salón.

A simple vista, la lista de las 45 obras que los Obama han tomado prestadas de los museos de Washington para decorar el despacho Oval y las zonas residenciales de la mansión presidencial refleja un gusto equilibrado. Pero entre las clásicas bailarinas de Edgar Degas, los lienzos abstractos de Mark Rothko y las naturalezas muertas de Giorgio Morandi se esconden obras que dotan a la Casa Blanca del aire más moderno de su historia, que impregnan sus muros de tonos más oscuros de lo habitual y retratan los problemas sociales de las minorías.

El arte afroamericano, como era de esperar, es uno de los más apreciados por el presidente y su esposa, Michelle Obama, que se encargó de la selección artística con la ayuda de un puñado de expertos en arte. Sin embargo, el recorrido que los Obama hacen por la historia del arte afroamericano se aleja todo lo posible de la imagen convencional de esta cultura, representada en media decena de trabajos del retratista de Harlem William H. Johnson, para mostrar una cara más sobria, y menos evidente, del pueblo del que proceden.

El ejemplo más arriesgado es la obra Black Like Me #2, un cuadro alargado en el que el aún activo Glenn Ligon imprimió una y otra vez, cada vez más difuminada y oscura, la frase "Todo rastro del Griffin que había sido fue borrado de la existencia". Ligon extrajo ese desesperanzador mensaje de las crónicas del periodista blanco John Howard Griffin, que se hizo pasar por negro en los años sesenta e informó sobre los problemas que sufría.