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El amor no es suficiente
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El amor no es suficiente

Especialmente desde la publicación de Expiación, recientemente adaptada al cine, Ian McEwan se ha convertido en el cabecilla de su generación y está considerado, por muchos,

Especialmente desde la publicación de Expiación, recientemente adaptada al cine, Ian McEwan se ha convertido en el cabecilla de su generación y está considerado, por muchos, el mejor escritor británico vivo. Luego vino Sábado, que no fue tan unánimemente aceptada pero que no deja de ser una magnífica respuesta al golpe que supuso el ataque a las Torres Gemelas. Chesil Beach, su nueva novela, es bien distinta de ambas, pero al mismo tiempo y como no podía ser de otro modo, comparte algunas semejanzas. Al igual que Sábado, la acción se concentra en unas pocas horas, comenzando in medias res, en la noche de bodas de una pareja cualquiera, con algunas analepsis para poner al lector en antecedentes; y como Expiación, se aleja del presente para contar una historia imperecedera.

No es fortuito que haya elegido el comienzo de los años 60 para ubicar la -escasa- acción. McEwan bucea en el fondo de miedo y horror que subyace a las relaciones humanas y lo hace en un momento de quiebra, en el momento preciso. Porque justo antes las convenciones eran tan sólidas que no cabía plantearse la mayor parte de las cuestiones que traen de cabeza a Florence y Edward, y poco después los tabúes ya se han roto y las relaciones se viven de una manera más abierta, y aunque el mismo miedo siga existiendo resulta menos claro. En Chesil Beach narra el desencuentro entre dos personajes a quienes les “dolía terriblemente que su noche de bodas no fuera simple cuando su amor era tan obvio” (p. 104).

En esta novela, pese a su brevedad, McEwan habla demasiado -y es uno de sus escasísimos defectos, quizá el único-; aunque resulta patente, escribe que lo que les separa es “Su personalidad y su pasado respectivos, su ignorancia y temor, su timidez, su aprensión, la falta de un derecho o de experiencia o desenvoltua, la parte final de una prohibición religiosa, su condición de ingleses y su clase social, y la historia misma. Poca cosa en definitiva” (p. 109). El narrador omnisciente revela los pensamientos y emociones más íntimos de unos personajes atenazados por sus propios miedos, por la ignorancia de los miedos del otro y por la insalvable barrera de incomunicación que se alza entre ambos. La desasosegante impotencia a la hora de comunicarse, porque “Aún no se había inventado un lenguaje para el caso” (p. 157) -y probablemente nunca ocurra-, les conduce por caminos diferentes a velocidades crecientes, y el narrador se muestra comprensivo, pero inmisericorde.

McEwan siempre lo es, golpea al lector, y golpea duro. No importa lo inocente que parezca el relato, porque bajo la plácida apariencia de una pareja que se mira tímidamente mientras cena late el fantasma de los miedos cotidianos, los más terribles porque resultan ineludibles, todo ser humano ha de pasar esa prueba. Florence y Edward “Apenas se conocían y nunca se conocerían por culpa del manto de cuasi silencio amigable que acallaba sus diferencias y les cegaba tanto como les ataba” (p. 164), y ese juego entre repulsión y atracción es, una vez más, el motor de su novela. Es lo que Florence siente por su padre, lo que siente por el cuerpo de su marido.

Chesil Beach es una novela redonda, menos ambiciosa que Expiación o Sábado, pero narrada con una tensión asfixiante que sólo se relaja durante las analepsis y que recuerda los momentos más sofocantes de Amor perdurable o Niños en el tiempo, cuando los personajes, abandonados a su suerte por aquellos a quienes aman, padecen con toda crudeza la soledad y la impotencia que les lleva al límite se su propia cordura.

LO MEJOR: El cúmulo de emociones y reflexiones que se apuntan, sin estorbar el flujo narrativo.

LO PEOR: Algunas explicaciones que el lector puede colegir por sí mismo.

Especialmente desde la publicación de Expiación, recientemente adaptada al cine, Ian McEwan se ha convertido en el cabecilla de su generación y está considerado, por muchos, el mejor escritor británico vivo. Luego vino Sábado, que no fue tan unánimemente aceptada pero que no deja de ser una magnífica respuesta al golpe que supuso el ataque a las Torres Gemelas. Chesil Beach, su nueva novela, es bien distinta de ambas, pero al mismo tiempo y como no podía ser de otro modo, comparte algunas semejanzas. Al igual que Sábado, la acción se concentra en unas pocas horas, comenzando in medias res, en la noche de bodas de una pareja cualquiera, con algunas analepsis para poner al lector en antecedentes; y como Expiación, se aleja del presente para contar una historia imperecedera.