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Un icono del siglo XX
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Un icono del siglo XX

Su figura, su rostro y sus andares le hicieron, sin duda, uno de los más importantes iconos del siglo XX. Creó un personaje inconfundible: un vagabundo

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Un icono del siglo XX

Su figura, su rostro y sus andares le hicieron, sin duda, uno de los más importantes iconos del siglo XX. Creó un personaje inconfundible: un vagabundo con los zapatos rotos, traje desvencijado y sucio de chaqueta estrecha, bombín, bastón y bigotito en forma de trapecio. Charles Chaplin (1889-1977) se convirtió en uno de los reyes del cine cómico mudo -con permiso de Buster Keaton- gracias a un personaje, Charlot, que hacía a su numeroso público enfrentarse a las miserias de la sociedad con humor en una época, los años veinte, en la que primaba el reflejo en las pantallas de mundos inalcanzables y exóticos, los favoritos del público que poco a poco fue llenando los cines: las clases bajas.

Debido a la importancia de la figura de Charles Chaplin, el CaixaForum de Barcelona inaugura mañana la exposición Chaplin en imágenes, un amplio recorrido por la trayectoria profesional y personal de este actor y director a través de 300 documentos -fotografías de estudio, carteles y revistas, documentos y fragmentos procedentes principalmente de archivos familiares, algunos de los cuales son inéditos. Y no solo eso, sino que pretende mostrar cómo algunos artistas de vanguardia - Fernand Léger o Erwin Blumenfeld- se apropiaron de su imagen para incluirla en alguna de sus creaciones.

Chaplin comenzó su trayectoria de más de 50 años trabajando con el cómico Mark Sennet para la compañía Keystone. En esos primeros tiempos surgió un Charlot primigenio que no se humanizaría hasta unos años después: cuando en 1918 fundó sus propios estudios cinematográficos. En esos primeros tiempos fue moldeando sus dotes interpretativas y puliendo los gestos que harían de este vagabundo de buen corazón un personaje inimitable: el gesto tímido ladeando la cabeza, esos saltitos con brío, los andares de borracho y otros tantos más.

Luces de ciudad, una de sus obras maestras

Entre las películas más reseñables se encuentra una bastante autobiográfica, El chico (1921); otra con una famosa escena en la que se come una bota, La quimera del oro (1925); o El circo (1928). En los años 30 realiza Luces de ciudad (1931), una de sus obras maestras impagable gracias a escenas como aquella en la que la florista ciega recupera la visión; o también una muestra más que fehaciente su faceta inconformista, Tiempos Modernos (1936), una potente crítica a la deshumanización del trabajo y a la sociedad norteamericana en general. Luego llegaría la etapa hablada, menos exitosa, con títulos como la muy política El gran dictador (1947), o Candilejas (1952).

La exposición repasa esta trayectoria gracias a muchas fotos fijas de producción y de estudio y sorprende por mostrar por primera vez al público el Álbum Keystone, en el que cada lámina consta de fotogramas acompañados de un texto manuscrito que recuerda los argumentos de los primeros treinta y cinco cortos en los que actuó en el año de su llegada a estos estudios, 1914. Además, se muestran los álbumes de recortes de prensa de los Estudios Chaplin, gracias a los cuales se demuestra el celo que el artista tenía de su imagen en los medios, ya que todo lo que salía era recopilado por su oficina de prensa. También se incluyen carteles antiguos, y, por supuesto, extractos de sus películas proyectadas en doce pantallas. Entre estos documentos audiovisuales se incluyen curiosidades como el making of rodado por su hermano Sydney de El gran dictador ; o películas domésticas en color que muestran la faceta familiar del actor y director.

Con todos sus detalles, la muestra es una gran apuesta por un personaje que trascendió más allá de su faceta de entretenimiento de masas, elevando el cine a la categoría de arte. Por eso, cuando al final de muchas de sus películas Charlot daba la espalda al espectador y caminaba hacia el horizonte, no lo hacía para perderse en el olvido, sino para adelantar un paso más hacia su reconocimiento como imagen inolvidable de la fábrica de sueños.

Su figura, su rostro y sus andares le hicieron, sin duda, uno de los más importantes iconos del siglo XX. Creó un personaje inconfundible: un vagabundo con los zapatos rotos, traje desvencijado y sucio de chaqueta estrecha, bombín, bastón y bigotito en forma de trapecio. Charles Chaplin (1889-1977) se convirtió en uno de los reyes del cine cómico mudo -con permiso de Buster Keaton- gracias a un personaje, Charlot, que hacía a su numeroso público enfrentarse a las miserias de la sociedad con humor en una época, los años veinte, en la que primaba el reflejo en las pantallas de mundos inalcanzables y exóticos, los favoritos del público que poco a poco fue llenando los cines: las clases bajas.