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Amos Oz, la inquieta y deliciosa voz de Israel
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Amos Oz, la inquieta y deliciosa voz de Israel

De Amos Oz se habla mucho, y más desde que se conoce su premio Príncipe de Asturias de las Letras y figura como firme candidato al

Foto: Amos Oz, la inquieta y deliciosa voz de Israel
Amos Oz, la inquieta y deliciosa voz de Israel

De Amos Oz se habla mucho, y más desde que se conoce su premio Príncipe de Asturias de las Letras y figura como firme candidato al Nóbel. Se indica que es el escritor israelí más importante y se le menciona como unas de las voces más serenas, junto a David Grossman, a la hora de abordar el principal problema de su país: su conflicto con los palestinos. Por eso es una muy agradable noticia que Siruela reedite una novela que quizá no se encuentra entre las que se consideran sus obras magnas: Contra el fanatismo, y su autobiografía, Una historia de amor y oscuridad, pero que es un fantástico y delicioso ejemplo de cómo crear un universo fascinante en torno a un personaje al que el propio Oz define como schlemiel, un perdedor. Y decimos que es agradable porque en torno a Fima, por más que el escritor diga que es muy diferente a su persona, se tejen algunas de las claves de su personalidad.

Fima opina con una verborrea casi tan incontrolable como la de su padre sobre el conflicto de los territorios y traza su plan de paz en la zona. También, al igual que el escritor que sufrió el suicidio de su madre cuando tenía doce años, Fima arrastra la desaparición de su progenitora a los diez años. Por eso, y por todo aquello consabido de que toda novela es autobiográfica, es inevitable no sentir algo muy cercano a Oz cuando te sumerges en este placentero océano poético.

Porque esta obra escrita entre 1989 y 1990 es un ejercicio literario hecho con un detalle y una sabiduría inmensos. Es un relato pormenorizado de todos los detalles que configuran a un hombre en el que las piezas van encajando pasmosamente, con una atención al detalle y una visión de conjunto inigualable. De esta forma se va componiendo un rompecabezas en torno a un personaje que Nadine Gordimer define como "un Oblomov de fin de siecle"; que a sí mismo se ve como el "señor Eugenio Oneguin de Kiryat Yovel"; pero que quien esto escribe ve como un Rudin -una creación de Turgueniev-, un personaje incapacitado para las labores más prácticas y sencillas, y, según sus amigos, un "payaso" dotado de una inteligencia y una capacidad de análisis que le convierten en un ejemplo flagrante de talento desperdiciado.

"Prioridad de los judíos sobre el judaísmo"

Fima opina con rabia y ardorosa pasión del problema con los territorios con cualquiera que se cruza: "¿Quién está hablando de ayudar a los palestinos?". dice en cierto momento, "¡Se trata de ayudarnos a nosotros mismos! ¡Son ellos los dementes, la derecha, los que intentan presentarnos como si nuestro objetivo fuese ayudar a los árabes!...[...] nos decimos unos a otros que esto no puede seguir así. Firmamos alguna demanda, pero en el fondo no hacemos nada. Cero" (p. 58). Tampoco duda en comparar la actuación del Estado con la Alemania nazi, ni en quejarse abiertamente de la sumisión a la que se quiere someter al pueblo palestino: "¿Es que los árabes de los territorios son nuestras bestias de carga?¿Qué pensabais?(...)¿Que aceptarían vivir por los siglos de los siglos como esclavos dóciles" (p. 193). Y trae a colación una frase magnífica de Berdichevsky para resumir su visión. "Prioridad de los judíos sobre el judaísmo: el hombre vivo antes que la heredad de sus antepasados" y a ésto, reconoce que "no hay nada más que añadir"(p. 172).

Pero no todo queda ahí. Maravilla su visión de la feminidad desde el mostrador de la clínica ginecológica para la que trabaja, en la que observa cómo las pacientes han de pasar por ciertos trámites dolorosos - ese "infierno de legrados"- que le intrigan y que le llevan a concluir con la contundente: "La feminidad era una injusticia irreparable" (p. 145). También cómo cada personaje va tomando entidad dentro de la novela y de la vida de Fima, para acabar en un final al estilo de El cazador, una de las películas a la que en cierto momento se hace referencia: con todos los que intervienen, ya perfectamente situados en la vida del protagonista, reunidos en torno a un rito social.

Pero ante todo queda en nosotros la imagen de este magnífico antihéroe "al que su lugar no le reconoce", perdido en un microcosmos de continuas dudas, de continuos propósitos a realizar. Imposibles de resumir y disfrutar si no es sumergiéndote en este libro que nos dice con alborozo lo mucho que Oz se merece este último premio.

De Amos Oz se habla mucho, y más desde que se conoce su premio Príncipe de Asturias de las Letras y figura como firme candidato al Nóbel. Se indica que es el escritor israelí más importante y se le menciona como unas de las voces más serenas, junto a David Grossman, a la hora de abordar el principal problema de su país: su conflicto con los palestinos. Por eso es una muy agradable noticia que Siruela reedite una novela que quizá no se encuentra entre las que se consideran sus obras magnas: Contra el fanatismo, y su autobiografía, Una historia de amor y oscuridad, pero que es un fantástico y delicioso ejemplo de cómo crear un universo fascinante en torno a un personaje al que el propio Oz define como schlemiel, un perdedor. Y decimos que es agradable porque en torno a Fima, por más que el escritor diga que es muy diferente a su persona, se tejen algunas de las claves de su personalidad.