Es noticia
Crónica de una gesta única en la historia militar
  1. Alma, Corazón, Vida
El socorro de Goes

Crónica de una gesta única en la historia militar

El tránsito silencioso por el río se desarrollaba sin incidentes mientras la ciudad sitiada se iba acercando. Con el amanecer tocaron tierra

Foto: El Duque de Alba, Don Fernando Álvarez de Toledo. (Wikimedia commons)
El Duque de Alba, Don Fernando Álvarez de Toledo. (Wikimedia commons)

La fortuna ayuda a los audaces.

Virgilio.

Goes es hoy una apacible y pequeña ciudad portuaria en la costa meridional de los actuales Países Bajos. Gaviotas, pájaros ostreros que se ponen como el kiko del marisco adherido a los rompeolas, y patos mandarines de procedencia china, importados hace unos siglos por la potente Compañía Holandesa de las Indias Orientales, dan una vida muy marinera al istmo en el que está inserto este pequeño enclave en la desembocadura del Escalda, una de las vías fluviales que regula el dinámico mercado de importación y exportación (junto con el colosal puerto de Rotterdam) de este industrioso e imaginativo país.

En la provincia de Zelanda, tan disputada en las guerras de Flandes (o de los 80 años según se mire), la más meridional de lo que hoy llamamos Holanda, hace cerca de cuatros siglos y medio tuvo lugar uno de los acontecimientos más increíbles de la historia militar de todos los tiempos.

En la provincia de Zelanda hace cerca de cuatros siglos y medio tuvo lugar uno de los acontecimientos más increíbles de la historia militar de todos los tiempos

Combatían los rebeldes protestantes con denuedo por su independencia económica, oculta tras supuestos intereses religiosos. Felipe II con su estricto criterio de un imperio unificado bajo la misma religión, no se apeaba de la burra. En su momento, dos diplomáticos pertenecientes a la aristocracia local, con tablas sobradas como políticos y fieles a la Corona Española, a pesar de que se les ha tildado hasta la saciedad de traidores, los condes de Egmont y Horn, (el primero era primo del rey español) que buscaban una vía media consensuada por las partes para parar aquella sangría, por razones no suficientemente aclaradas, o tal vez excesivamente rigoristas y estrábicas, fueron decapitados, así, como quien no quiere la cosa.

Lo terrible del caso, es que estos dos condes junto con un tercero de nombre Hoogstraten, se habían desmarcado claramente del estatúder Guillermo de Orange y no quisieron traicionar al rey. Es extraordinariamente complicado juzgar este hecho viéndolo por el retrovisor, pero sucedió. Con el paso del tiempo, esta dilatada guerra apoyada con financiación y tropas mercenarias inglesas que mas da que da lo mismo, supondrían un coste insostenible para el imperio que ya había entrado en bancarrota el mismo dia de la coronación de Felipe II.

Estos dos condes junto con un tercero de nombre Hoogstraten, se habían desmarcado claramente del estatúder Guillermo de Orange y no quisieron traicionar al rey

Y me pregunto sin ánimo de juzgar: ¿No habría sido más avanzado e integrador, ahorrarse todas esas vidas y la”pasta” que supuso el mantenimiento de una guerra abocada al fracaso? A veces aceptar el mal menor es la mejor solución.

Lógicamente, al no haber una salida diplomática de la que el lúcido militar, Duque de Alba (Álvarez de Toledo y Pimentel) había pronosticado las consecuencias, toda negociación quedó suspendida ante la radical decisión de la que, además, el propio Duque de Alba tuvo que cumplir como actor principal en la ejecución de ambos. Ante tras atroz orden, se hizo cargo de por vida del mantenimiento de las viudas y de sus hijos. Los rebeldes o sublevados pedían algo razonable, tal que era una administración conjunta, cierta autonomía administrativa, mantener alejada a la Inquisición fuera de la ecuación y, en consecuencia, una práctica de la religión sin “carabinas “vigilantes.

El socorro de Goes

Con los ojos de hoy, todos habríamos salido ganando (evitar retrasos en las pagas de los tercios, invertir en la marina, tener un socio que vigilara a Francia desde el norte, sanear las arcas públicas, darle al pueblo opciones de una vida mejor, y no por este orden), y los ingleses saldrían perdiendo pues sus aspiraciones de desbancar a España en la hegemonía mundial habrían fracasado. Si, los ingleses que como siempre estaban en el ajo y practicando su especialidad, mecer la cuna.

¿Porqué el socorro de Goes ha sido una de las hazañas militares más increíbles de la historia?

El Duque de Alba, Don Fernando Álvarez de Toledo lo tenía muy claro; era mejor tener un ejercito reducido y muy bien adiestrado, un ejército rigurosamente profesional y, además, aderezado por buenas fuentes de inteligencia sobre el terreno, así estaba basada la operativa de cualquier tercio español. Docenas de campesinos, mercaderes e incluso mercenarios encastrados entre las tropas adversarias cumplían a la perfección las tareas encomendadas de recopilación de datos.

El Duque de Alba lo tenía muy claro: era mejor tener un ejercito reducido y muy bien adiestrado, un ejército rigurosamente profesional

En el momento crítico del asedio a Goes, cuando ya no había esperanza alguna para el mando de la plaza, con el ilustre capitán Don Isidro Pacheco al frente, y se había pasado de una ingesta razonable de verdura y fruta e incluso de algunos cerdos pobremente cebados repartidos en modestas barbacoas, a comer directamente perros, bayas o hierba a modo de “sacramentos “, que dicen los vascos. El tema, estaba feo no, lo siguiente.

Sancho Dávila era un soldado sobrenatural, un extraterrestre. Era un hombre sereno y de mentalidad ganadora, veía donde nadie alcanzaba

La frustración y la necesidad, hermanadas con el juramento sagrado que tienen los tercios, obra milagros. Entonces aparece el capitán Plomaert, un nativo flamenco leal a Felipe II, que propone al ilustre Duque de Alba, la idea descabellada, ingeniosa pero viable, que surge en esas situaciones ultimas de todo o nada. El último recurso. Algo que, por su sencillez y audacia, transforma lo imposible en realidad tangible y brillante.

Los hombres de Pacheco esa noche, iluminan deliberadamente la ciudad sentenciada procurando la ubicación que permite establecer una línea recta entre un punto y otro. En aquel tiempo, la marea baja en confluencia con la corriente del Escalda daba un paréntesis de unas siete horas para transitar por el lecho del río, aunque en algunas zonas el agua podía llegar al pecho de los soldados de los Tercios. La suerte está echada.

placeholder Sancho Dávila, el rayo de la guerra.
Sancho Dávila, el rayo de la guerra.

Es en ese momento clave, en el que una noche cerrada del 20 de octubre del año 1572, a base de una orientación puramente intuitiva, pero literalmente a ciegas, con la única referencia del pequeño resplandor montado exprofeso para darles algún indicador que los condujera a Goes; cerca de 3.000 hombres de una unidad de elite de los ejércitos de la Corona, los Tercios, embridaban una de las mayores gestas dadas en la historia militar.

Sancho Dávila era un soldado sobrenatural, un extraterrestre. Cuando las cosas se ponían feas, las posibilidades mermadas, había confusión y dudas; los capitanes le pedían consejo. Era un hombre sereno y de mentalidad ganadora, veía donde nadie alcanzaba.

Él, había dado órdenes de que se repartiera entre la tropa un kilo de munición y abundante pólvora para todos los intervinientes más un excedente para los sitiados de Goes. Pan, tiras de tocino, queso abundante y vino blanco local, iban embolsados en tripas de cuero que, al cerrar, se cegaban con manteca para aislarlas del agua. Todo ello iba sujeto a las picas y estas a su vez erguidas al máximo. Vituallas, munición y pólvora estaban sometidas al mismo tratamiento. Los soldados más antiguos, conservaban sus doce apóstoles en bandolera.

Los hombres que habían echado la noche cruzando los catorce kilómetros del estuario del Escalda en ese punto, no tuvieron piedad

El transito silencioso por el río se desarrollaba sin incidentes mientras la ciudad sitiada se iba acercando. Con el amanecer tocaron tierra. Los cerca de 6.000 orangistas que mantenían el asedio de dos enclaves críticos dentro del istmo, Goes y Midelburgo, jamás pudieron intuir tamaña sorpresa.

La precipitada huida fue castigada sin contemplaciones. Hombres que habían echado la noche cruzando los catorce kilómetros del estuario del Escalda en ese punto, no tuvieron piedad pues el altísimo se las había hecho pasar canutas, y eso que se habían encomendado antes de cruzar el río.

De tal manera se emplearon aquellos hombres de los tercios que los fuguistas permitieron la captura de una ingente cantidad de impedimenta y efectos personales. Los habían pillado durmiendo. El baile de cifras sobre la carnicería subsiguiente da pavor y no es el caso entrar en temas contables sobre los que tuvieron la desgracia de caer en manos de las tropas del cíclope Cristóbal de Mondragón y el probablemente mejor soldado de España, Sancho Dávila. El amanecer de aquel trágico dia para los ancestros de nuestros hoy socios holandeses tuvo que ser un trago muy amargo; vamos, que se quedaron con cara de funeral, los que quedaron claro.

La fortuna ayuda a los audaces.

Historia de España