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Las cosas más ridículas que se han intentado cargar a la cuenta de la empresa
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¿SÓLO HAY CORRPUCIÓN EN LO PÚBLICO?

Las cosas más ridículas que se han intentado cargar a la cuenta de la empresa

Muchos de nosotros pasamos un gran número de horas en el lugar de trabajo, y la línea que separa lo personal de lo profesional es cada

Foto: La proliferación de las tarjetas de crédito empresariales puede ser un peligro. (Corbis)
La proliferación de las tarjetas de crédito empresariales puede ser un peligro. (Corbis)

Muchos de nosotros pasamos un gran número de horas en el lugar de trabajo, y la línea que separa lo personal de lo profesional es cada vez más delgada. El desayuno que tomamos al llegar a la oficina, ¿no debería pagarlo la empresa? ¿Y los cafés que tomamos a lo largo del día? Si quedamos a cenar para intentar llegar a un acuerdo empresarial, ¿quién paga esa cena? ¿y el taxi de vuelta a casa? A menudo es difícil establecer cuándo debemos pagar algo con nuestra tarjeta personal y cuándo debe pagar la empresa.

En The Business Insider no pudieron aguantar la curiosidad que suscita la pregunta y preguntaron a la empresa Robert Half acerca de los gastos más ridículos que los empleados habían cometido con la tarjeta de crédito profesional.

"Aunque estos ejemplos pueden parecer increíbles o, en algunos casos, graciosos, subrayan un asunto importante que puede afectar negativamente el funcionamiento de una compañía", señala Paul McDonald, director ejecutivo del Robert Half Management Resources. Así, para él no hay duda de que "los empleados que no estén seguros de si un artículo puede cargarse a la empresa o no deberían no incluirlo o escribir un informe y esperar que se apruebe".

La compañía Robert Half ha hecho pública su última relación de gastos empresariales.Desde cirugía plástica hasta viajes familiares completos, estos ejemplos demuestran que los empleados intentan eludir el pago personal de casi cualquier cosa. Aquí reunimos algunos de los gastos más disparatados:

1. Cirugía estética.

2. Billetes de lotería.

3. Comida para mascotas.

4. Alquiler de una caravana para una reunión familiar.

5. 12.000 dólares para un viaje familiar.

6. Una multa por exceso de velocidad.

7. Un tipi.

8. Una persona perdió su móvil en la oficina, así cargóa su cuenta la compra de uno nuevo.

9. Entradas de cine.

10. Suplemento de hotel por ver películas porno.

11. Un día en un spa.

12. Un viaje de golf para el empleado y tres amigos suyos.

13. Videojuegos.

14. Verduras.

15. Tabaco.

16. Un traje que el empleado perdió por su cuenta.

17. Un par de calcetines.

18. Papel del váter.

19. Suministros para el jacuzzi.

20. Una comida cara para el empleado, sin clientes.

21. Flores que el empleado le compró a su mujer.

22. Gastos para el cumpleaños del hijo.

23. Una cena de aniversario de boda.

Cabe reflexionar, a raíz de la sorprendente lista, hasta qué punto exceden los empleados la confianza que se deposita en ellos. Por un lado, parece evidente que hay muchas cosas que las empresas deberían pagar y no pagan. No parece disparatado que corran con los gastos de lo que consumes durante las horas de trabajo, con lo que te cuesta desplazarte al lugar de trabajo (sobre todo si está especialmente lejos) o con las cenas, reuniones y compras que estén ligadas a tu actividad laboral.

No obstante, todas esas obligaciones que se le pueden atribuir a la empresa distan mucho de una cirugía estética o de un viaje familiar al completo valorado en 12.000 euros. El suplemento de las películas porno en la habitación de hotel casi parece una broma –o la evidente intención de que esa factura no llegue nunca al hogar familiar– y el par de calcetines resulta prácticamente ridículo. Un día en un spa o un viaje para jugar al golf (ambos de índole privada) se presentan como una tomadura de pelo para con la empresa, así como la multa por exceso de velocidad (cuyo único responsable, como es evidente, es el conductor).

Quizá los límites entre lo personal y lo profesional deberían ser más claros, o debería estar señalada de manera más evidente aquello que el empleado puede comprar a cargo de la empresa y lo que no. De lo contrario, las compañías dejarán de cumplir con muchas de sus obligaciones y los empleados seguirán abusando de su libertad.

Muchos de nosotros pasamos un gran número de horas en el lugar de trabajo, y la línea que separa lo personal de lo profesional es cada vez más delgada. El desayuno que tomamos al llegar a la oficina, ¿no debería pagarlo la empresa? ¿Y los cafés que tomamos a lo largo del día? Si quedamos a cenar para intentar llegar a un acuerdo empresarial, ¿quién paga esa cena? ¿y el taxi de vuelta a casa? A menudo es difícil establecer cuándo debemos pagar algo con nuestra tarjeta personal y cuándo debe pagar la empresa.