Libros que curan todo tipo de males, desde el miedo hasta la tensión alta
Los avances de la ciencia y la tecnología nos han hecho creer que el hombre es capaz de solucionar todos los males. Mediante una pastilla, una
Los avances de la ciencia y la tecnología nos han hecho creer que el hombre es capaz de solucionar todos los males. Mediante una pastilla, una inyección, un botón o una tecla hemos accedido a remedios infinitos, evitado dolores y combatido el paso del tiempo o las situaciones de angustia. La psiquiatría y la psicología, por su parte, han encapsulado píldoras y consejos o terapias para ayudarnos a ser más felices. Pero Ella Berthoud y Susan Elderkin saben que el remedio más efectivo es tan antiguo como la historia y tan rudimentario como el pergamino.
En su libro The Novel Cure: An A-Z of Literary Remedies (Penguin) estas dos autoras aconsejan un libro para cada uno de los males, de la A a la Z, que puedan aquejar al lector. Pero atención: recomiendan un libro literario. Ambas están de acuerdo en que no debemos acudir a los libros de autoayuda para paliar nuestras preocupaciones, sino a la literatura. Quieren mostrar que “2.000 años de valiosa literatura” pueden ayudarnos no sólo a ser “más felices, sanos y sabios”, sino también a lidiar con un divorcio, a perder peso o a superar una depresión.
Medicina en forma de letras
Como la medicina, la literatura debe ser administrada en la dosis adecuada y en el momento justo, por lo que en The Novel Cure se especifica qué libro debe leerse, a qué edad y como remedio a qué mal. Las penas y dolores, ordenados alfabéticamente, se corresponden con uno o varios libros. Las autoras explican el porqué de esa recomendación. Según Berthoud y Elderkin, los diferentes libros “te abren caminos para superar las dificultades de la vida”.
Para las autoras resulta evidente que, igual que la medicina nos cura las heridas visibles, la literatura nos cura las invisibles. Lógicamente, el mecanismo no es el mismo que en los libros de autoayuda, no hay una acción-reacción tan directa. No hallaremos en la literatura un consejo que poner en práctica de un determinado modo. No obstante, lo que aprendamos leyendo un libro lo integraremos para siempre, a diferencia de una recomendación puntual que nuestra constancia puede abandonar en seguida.
Tanto creían en el poder curativo de la literatura, que en 2008 las dos autoras del libro comenzaron lo que llamaron ‘biblioterapia’, una serie de sesiones en la School of Life de Londres en las que daban consejo literario en clases individuales de 40 minutos.
La compañía de la literatura
Por supuesto, las vidas de muchos de estos autores no son en absoluto ejemplares. De poco sirve tomar como referentes los actos de Virginia Woolf o de Sylvia Plath con el fin de vivir más felices. Pero, como Elderkin recuerda, hay que “dejar a los autores fuera de esto. Es de sus novelas de las que estamos hablando”.
Además, aun cuando estos libros no pueden curarnos, siempre pueden consolarnos. Como decía C. S. Lewis, “leer es saber que no estamos solos”. Sea mayor o menor el éxito de la cura, el tratamiento es siempre placentero. En palabras de Elderkin, “si los libros no te ponen mejor, siempre habrás enriquecido tu vida leyéndolos”. No en vano eran las palabras de la autora y dibujante Lynda Barry, que sentenciaba lúcidamente: “No creamos un mundo fantástico para escaparnos de la realidad, lo creamos para ser capaces de quedarnos en ella”.
Los remedios más curiosos
Entre todas las píldoras en forma de libro que recomiendan Elderkin y Berthoud para diversos males, aquí aparecen seleccionadas algunas de las más representativas o curiosas.
1. Estar arruinado: El Gran Gatsby (F. S. Fitzgerald)
Sea porque andas pelado, en paro o porque gastas más de lo que ganas, estás convencido de que algo más de dinero en tu cuenta bancaria solucionaría todos tus problemas.
James Gatz –más conocido como Jay Gatsby– tuvo la misma estúpida idea: que el dinero le proporcionaría lo que más ansiaba; en este caso, Daisy Buchanan.
Gatsby es uno de los grandes soñadores de la literatura, pero lo cierto es que tener más dinero del necesario no le resuelve ningún problema. Bien al contrario, le complica bastante la vida. Hacerse rico parecía requisito ineludible para obtener lo que quería pero, ¿realmente tenía sentido fingir un acento inglés, poseer más camisas de las que puede llevar y dar fiestas que ni siquiera disfruta?
Para una cura sobre la obsesión económica y para recordar que el dinero no lo soluciona todo, ni muchísimo menos, El Gran Gatsby en dosis regulares, hasta fin de existencias.
2. Alta presión sanguínea: Las olas (Virginia Woolf)
Cuando tienes la presión alta, leer es un hábito estupendo. Pero hay que tener cuidado con la elección, porque una trama demasiado intrigante o plagada de momentos de tensión puede mantenerte nervioso y en constante tensión.
Para reducir la ansiedad, estar en tranquilidad y no avanzar ansiosamente hacia las resoluciones de la historia, lo mejor es Las olas, que plácidamente nos van meciendo hacia el final, sin importar demasiado qué pasa o cómo, dejándonos disfrutar de la simplicidad de lo bonito.
3. Dolor de muelas: Anna Karenina (León Tolstói)
Ella y Susan recomiendan al paciente recordar aquella escena del novelón ruso en que Vronsky sufre de un insoportable dolor de muelas, debido al cual “apenas podía hablar”. Lo que cura a este personaje es la traslación de un dolor físico a uno emocional: comienza a divagar y reflexionar y, sumido en su sentir, se olvida del dolor de muelas. Acaso el libro pueda hacer lo propio con nosotros. En esta ocasión, eso sí, tras el consuelo literario las autoras instan a llamar al dentista.
4. Miedo a la muerte: Cien años de soledad (G. Gª Márquez)
Esta novela cíclica puede leerse una y otra vez, ya que los hechos que en ella suceden se repiten de manera circular. La muerte se acepta como parte natural de la vida, y no tiene una dimensión demasiado dramática, ya que todo vuelve a empezar de nuevo en algún momento. La sensación debería paliar la angustia existencial de la muerte. En caso de que una primera ingesta no sea efectiva, vuelve a leerla. Una y otra vez. Y una noche, tal vez, cuando llegues al final y desemboques de nuevo en el principio, comprenderás la necesidad de que las cosas buenas lleguen, en algún momento, a su fin.
5. Vanidad: Lo que el viento se llevó (Margaret Mitchell)
El problema de la vanidad es que nos vuelve egoístas y estúpidos. Tan consciente era Scarlett O’Hara de la belleza de sus ojos verdes, que no quería solo conquistar al hombre con el que se quería casar, sino a todos los hombres; del mismo modo, no era feliz si no suscitaba la envidia de todas las mujeres.
El arco del personaje protagonista es complejo e interesante, y nos enseña aquello que decía ya el tradicional cuento de hadas europeo de La Bella y la Bestia: la belleza está en el interior, y Scarlett brilla mucho más cuando se da cuenta de ello.
Los avances de la ciencia y la tecnología nos han hecho creer que el hombre es capaz de solucionar todos los males. Mediante una pastilla, una inyección, un botón o una tecla hemos accedido a remedios infinitos, evitado dolores y combatido el paso del tiempo o las situaciones de angustia. La psiquiatría y la psicología, por su parte, han encapsulado píldoras y consejos o terapias para ayudarnos a ser más felices. Pero Ella Berthoud y Susan Elderkin saben que el remedio más efectivo es tan antiguo como la historia y tan rudimentario como el pergamino.
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