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Los españoles que triunfan fuera (sin salir de España)
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“ME HA TENIDO QUE DESCUBRIR UN FRANCÉS”

Los españoles que triunfan fuera (sin salir de España)

(Segunda parte del reportaje «Exportando cultura española (desde España)». Puede leer aquí la primera parte del mismo)

Foto: Los españoles que triunfan fuera (sin salir de España)
Los españoles que triunfan fuera (sin salir de España)

(Segunda parte del reportaje «Exportando cultura española (desde España)». Puede leer aquí la primera parte del mismo)

A pocos españoles les sonará el nombre del fotógrafo Álvaro Deprit (1977), a pesar de una laureada trayectoria internacional que le ha llevado a ganar, entre otros, el premio IPA del British Journal of Photography, uno de los más prestigiosos del mundo, o el PHotoEspaña OjodePez. “Cuando gané el premio del British Journal, que es la revista inglesa que habló por primera vez de fotografía, me escribieron de medios extranjeros como el Times y del New York Times, pero no de ningún medio español. Hasta mi agencia estaba sorprendida. Preparamos una ficha, el dossier de prensa… ¡Y no llamó nadie!”, recuerda con sorpresa el fotógrafo del reportaje Once Upon a Time in Tabernas, publicado en este último medio, y que también ha trabajado para Vogue, Newsweek o medios italianos como Internazionale o L’Espresso.

Cuando trabajo no pienso nunca en España, sino en las revistas extranjeras, porque aquí no hay nadaComo tantos otros profesionales dedicados al mundo de la cultura, Deprit siempre tuvo claro que para desarrollar su carrera tenía que salir de España. “Aquí hay pocas revistas, y las que hay, pagan mal. La fotografía que se hace en España no es tan periodística, es más de galería”. Por eso, tras una breve estancia en Alemania para estudiar Sociología, decidió marchar a Italia, donde “sí se puede vivir de la fotografía (no hablo de enriquecerse), hay muchos más espacios de publicar y el nivel en los fotógrafos es muy alto”. Pero esta abundancia de oferta se produce también porque hay una abundancia de demanda y una apreciación de los premios internacionales. “En Italia también hay círculos, como en España pero si has ganado un premio en el extranjero, eres un grande. Aquí no vale, es al contrario, no molas”.

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Estos días, Deprit se encuentra preparando lo que él define como “un trabajo muy personal” en el que ha abordado la mezcla de tradición y modernidad en Andalucía. Y que, claro, no espera que tenga repercusión en nuestro país: “Cuando trabajo no pienso nunca en España, pienso en las revistas extranjeras, porque aquí no hay nada”. Es sólo una muestra más no solo de lo complicado que resulta ser profeta en la propia tierra (especialmente, si uno es español), sino que en ocasiones, triunfar fuera resulta hasta contraproducente, porque, como afirma el fotógrafo, “quizá me vean como un extranjero”. Pero cada vez más artistas están fijando su mirada fuera de nuestras fronteras, donde encuentran un mayor reconocimiento que en nuestro propio país.

Ir a Francia para que sepan quién eres en España

Mejor suerte ha corrido Juan Antonio Mayorga (1965), Premio Nacional de Teatro en el año 2007 que, no obstante, ha terminado saltando a la primera plana de los medios de comunicación gracias al descubrimiento de un francés, el director François Ozon. Ganadora de la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián, los derechos de En la casa (basada en la obra de teatro de Mayorga El chico de la última fila) habían estado en manos de un director español que pasó tres años intentando sacar adelante el proyecto, sin conseguir llevarlo a cabo. Sin embargo, el interés de la estrella francesa, que conoció el libreto de Mayorga en una adaptación realizada en París provocó el éxito final del proyecto, que ha triunfado en diversos festivales internacionales y ha arrasado, dentro de sus limitaciones, en taquilla. “Esta historia es llamativa cuanto menos”, señala con ironía Mayorga, “y quizá demuestre la miopía de nuestros productores”. De hecho, Mayorga recuerda que mucha gente del mundo del teatro le ha conocido gracias a la película de Ozon.

Los derechos de ‘En la casa’ habían estado en manos de un director español que no pudo sacar adelante el proyecto. Ozon ha arrasado en taquilla con ellaEl autor lleva estrenando en el extranjero desde el año 2000, cuando Croacia acogió Cartas de amor a Stalin. “A partir de ese momento, mis obras empezaron a fluir en el extranjero de manera inesperada”. Mayorga se refiere al concepto de “espectador implícito” para señalar que ese destinatario ideal de su obra ya no es español, sino extranjero, una decisión que no se ha tomado de forma consciente. Entre otras razones, porque es probable que uno de sus últimos trabajos, El arte de la entrevista, se estrene antes fuera que en nuestro país, algo que ya ocurriese con Los yugoslavos. Mayorga señala que el mundo del teatro es “una pequeña tribu, en la que compartimos el amor a Chéjov o Shakespeare” y que genera unas afinidades, y por lo tanto también unos intercambios comerciales, que hace años parecían imposibles.

 

La anécdota que resume cómo fue estrenada La tortuga de Darwin en Seúl resume bien las peculiaridades que genera esta situación. “Un buen día, me llaman de la Fira de Teatre de Tàrrega y me dicen que un señor coreano ha acudido a la feria y les ha pedido mi contacto de e-mail, porque querían ponerse en contacto conmigo en Corea del Sur. En apenas seis meses, la obra se estrenaba con un montaje muy bello en el Teatro Municipal de Seúl. Lo que había ocurrido es que una traductora había visto el montaje protagonizado por Carmen Machi, se lo contó al director del teatro y este pidió a su amigo que consiguiese mi contacto”. Una rocambolesca historia que se puede resumir en que las afinidades cada vez tienen menos limitaciones geográficas. Mayorga concluye que “es verdad que me he sentido en muchas ocasiones más cercano a gente de Corea o de Polonia que a los vecinos de mi barrio”.

En España no hay más que 5.000 lectores, los que leían a Ortega el siglo pasadoEn realidad, como recuerda el periodista Guillem Martínez, autor de la CT o la Cultura de la Transición (DeBolsillo) la cultura minoritaria en España es muy reducida, por lo que es normal que haya que salir fuera para poder subsistir. El mercado editorial es ínfimo, algo que también ocurre con el teatro, y lo describe a través de un dato significativo: “En España tenemos el mismo mercado que en Dinamarca, con unas tiradas de unos 5.000 libros o 10.000 si son best sellers. Con la diferencia que nosotros somos unos 47 millones de habitantes, y Dinamarca tiene unos cinco millones de habitantes”. En realidad, la cultura minoritaria ha sido tan minoritaria en España que para Martínez, es inexistente: “El único ha sido Roberto Bolaño, el contrapunto perfecto a toda esa cultura de la Transición. Lo pasó mal porque era un elemento problemático. Pero al final, en España, sólo hay cinco mil lectores, los mismos que leían a Ortega y Gasset hace casi un siglo”.

¿Músicos españoles? En la sección de importación

Que los discos de un conjunto español sólo se puedan adquirir en nuestro país a través de la importación parece sacado de un sketch de los Monty Python, pero es lo que le ha ocurrido a los Sweet Vandals, un conjunto madrileño de soul y funk que es mucho más célebre en otros países europeos como Francia y Alemania que en nuestro propio territorio. “Hemos pensado mucho en ello”, nos cuenta el batería de la banda, Javier Goméz. “Supongo que en esos países con una tradición mucho mayor, no miran tanto la etiqueta y les da igual de dónde viene cada banda”. Algo que, se entiende, no ocurre en España: “Aquí la gente tiene muchos más prejuicios. De dónde vienes, dónde te has formado… La etiqueta que te ponen y lo que está de moda es importante”.

He visto a gente con mucho talento tener que dejar por completo la música porque es imposible profesionalizarseEl idilio de Sweet Vandals con el norte de Europa comenzó cuando tomaron la decisión de apostar por desarrollar su carrera en países como Alemania, donde tocaron aun a riesgo de perder dinero. “Nos salió bien la jugada y por eso podemos tocar ahí con regularidad”, indica el músico. “Además, actuamos en Francia, donde tienen una mayor apertura de miras, en un festival con otros grupos, y hay reggae, músicos senegaleses, jazz, pop-rock, etc. Gracias a eso nos dimos a conocer, y es que su mercado puede absorber todo eso”. Ello les ha permitido, por ejemplo, despachar 4.000 discos en Francia, cuatro veces más que en España. “En Madrid metemos 500 personas, pero es el único lugar de España. Para nosotros es como una ciudad más de Europa”, aclara el antiguo componente de formaciones como Cañaman o Super Skunk. “Cuando hablamos con las bandas del extranjero, te dicen que la comida y el clima muy bien, pero que para qué van a venir aquí con las salas y la industria que hay. Tocar aquí es perder dinero”.

Al igual que ocurría en el caso de Desprit o, en menor grado, con Mayorga, es preferible tener una gran competencia que carecer de infraestructura, ya que se entiende que la existencia de muchos grupos (o fotógrafos, o escritores) no complica la situación, sino que ayuda a la creación de una escena basada en los mismos intereses, necesaria para la supervivencia y difusión de estas propuestas. “En Madrid no se puede ya ni tocar. Puedes estar un año pagando por tocar en salas con la esperanza de que al año siguiente te habrá servido para algo, pero es que ya no es posible. He visto a gente con mucho talento tener que dejar por completo la música porque es imposible mejorar”. Por eso, señala el batería, en muchos casos la calidad de los grupos es tan baja. “¿Cómo les va a interesar fuera lo que hacemos, si es una mierda? Si hubiera más apoyo, las bandas serían mejores e interesarían más fuera”.

 

Ese es uno de los problemas que apunta el músico, la imposibilidad de competir con otros grupos extranjeros puesto que en España no existen los mecanismos necesarios para crecer. “Los grupos salen, pero se fabrican aquí, donde no hay forma de profesionalizarse. Y si sales, a la vuelta te hacen un poco de caso, pero por pura vergüenza”. Tampoco los poderes públicos ayudan: “En otros países, te ayudan. Aquí, donde puedan meterte mano, te meten mano”.

Antiguamente, el mercado natural para muchos músicos españoles había sido Latinoamérica, donde compartir la lengua no es un hecho baladí. Es el camino que siguió Javier Corcobado, músico criado en Madrid que tras desarrollar su propio estilo junto a Mar Otra Vez o Demonios Tus Ojos en los años ochenta, encontró un público fiel en México. “He tenido la fortuna de hacer conciertos en México, Bélgica, Italia y Alemania… Y me he sentido mucho más comprendido que aquí”, señala el músico, que también aclara que “mis seguidores españoles son muy leales y gracias a por ellos puedo seguir estando en escena a lo largo de los años”.

“La anglofilia en la música pop es una enfermedad mundial. En España ha hecho mucho daño. Es una enfermedad que ya tiene cura”, señala Corcobado. Precisamente, su último trabajo, Te estoy queriendo tanto, aborda canciones del brasileño Antonio Carlos Jobim o el venezolano José Enrique Sarabia. “En Latinoamérica, el público aún está hambriento de escuchar nuevas músicas y todavía mantienen el gusto por el concepto de canción. En Europa, el público es más snob, más resabiado”.

La supervivencia del más ¿fuerte?

Los datos de la cultura son cada vez más preocupantes. Como señala Guillem Martínez, “la cultura ya no se puede pagar; hace un año que Cataluña no retribuye a sus intelectuales. Los ayuntamientos y comunidades ya no pueden subvencionar nada”. Gran parte de la cultura española de las últimas décadas ha requerido de un fuerte apoyo público y del soporte de grandes grupos editoriales que manejaban al mismo tiempo los medios de comunicación principales. en un círculo vicioso en el que para sobrevivir había que adaptarse a unas temáticas y a unas formas de expresión determinadas, que no salían al extranjero porque no lo necesitaban.

Mayorga insiste en que es importante que los recortes no se ceben en la cultura, porque se trata de algo relevante “no por la mera defensa del creador, sino por el interés del país en su conjunto”. Estos mismos días se ha abierto un enconado debate en Inglaterra ante la posibilidad de que se elimine el bachillerato de artes de los planes educativos británicos, y muchas figuras del mundo de la cultura, como el director del Tate Museum Sir Nicholas Serota o el arquitecto Richard Rogers, han recordado que la decisión es completamente equivocada, ya que acabaría con una de las industrias más poderosas en el país. Esta misma semana, la Fundación Botín publicaba un estudio que concluía que “una educación en artes aumenta un 17’6% las posibilidades de cursar estudios superiores y un 10% menos las probabilidades de caer en el desempleo”.

 

“Hay una enorme miopía en los políticos”, señala por su parte el dramaturgo español. “Una de las pocas cosas en que podemos ser competitivos en el exterior es en la cultura”. El dramaturgo utiliza el ejemplo de Pedro Almodóvar para recordar que “ha permitido que se hable de España por otra cosa que no sean el sol o la comida”. Y ello pasa no por las grandes inversiones, sino por lo que Mayorga considera pequeñas acciones, “baratas”, que “pueden marcar la diferencia”. Por ejemplo, en lo que concierne al ámbito del teatro, apoyar a los traductores, estimular la difusión de textos españoles en el extranjero y apoyar a las compañías que quieran estrenar textos de autores españoles.

El problema de la cultura oficial es que se empeña en ser endogámica, con la misma gente abordando los mismos temasAunque quizá esta situación de crisis estimule la aparición de proyectos, como algunos de los reseñados, de mirada más global, que ya no estén amparados bajo el paraguas de lo local. “Somos la única cultura que en los últimos 35 años ha estado tan cerca del Estado”, recuerda Guille Martínez. Ahora que los recortes imponen una mayor austeridad en el mundo de la cultura, quizá haya llegado el momento de la selección natural en el que progresarán aquellos más válidos, los que mejor sepan conectar con el gusto del público, los que sepan encontrar sus almas gemelas en el otro extremo del mundo o, simplemente, sepan moverse mejor.

Como resume el escritor Juan Gómez-Jurado, “tarde o temprano tenía que ocurrir. El problema de la cultura oficial es que se empeña en ser endogámica, con la misma gente abordando los mismos temas. A nosotros nos interesan otras cosas”. El escritor Manel Loureiro, autor de la saga Apocalipsis Z (Plaza & Janés), se muestra completamente en contra de cualquier subvención y coincide en que “lo que me hace feliz es saber que lo que he conseguido ha sido por mi esfuerzo, no porque me hayan dado una subvención, como el señor que se gana la vida en una zanja”.

Como afirmaba el propio Loureiro en una nota publicada en Facebook a propósito de su éxito en EEUU, “siento que estoy abriendo una puerta muy grande por la que en el futuro va a pasar una generación entera de españoles cargada de talento. El camino acaba de empezar”. La cultura en España tal y como se desarrolló durante las últimas décadas, se está acabando. Ahora toca buscarse la vida.

(Segunda parte del reportaje «Exportando cultura española (desde España)». Puede leer aquí la primera parte del mismo)