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¿Soluciones o adicciones?
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¿Soluciones o adicciones?

No hay palabra que más nos guste a los directivos y empresarios que ‘solución’. Si es rápida y/o barata, ¡mejor que mejor!¿Pero cuantas veces descubrimos tarde,

No hay palabra que más nos guste a los directivos y empresarios que ‘solución’. Si es rápida y/o barata, ¡mejor que mejor!

¿Pero cuantas veces descubrimos tarde, mal o nunca que lo que nos habían vendido como milagro salvador no ha sido más que un saca-cuartos? Desde la última moda en marketing, hasta el consultor mágico de turno, pasando por el servicio financiero milagroso que nunca falla. ¡Qué caras nos salen las ‘soluciones’!

La pregunta a hacernos es por qué seguimos cayendo en timos del almendruco después de tantas canas que acumulamos, y tanta pasta que nos dejamos. No sabéis cómo lamento anunciaros que los máximos culpables somos nosotros mismos.

Suponte que mañana se te presenta la oportunidad de contratar a un consultor para resolver un problema de negocio que te está fastidiando desde hace tiempo. Si eres súper directivo de multinacional con grandes presupuestos, llamas a tu compi de MBA que trabaja en esa consultora estratégica con oficinas llenas de frescos originales y vistas envidiables. Si eres autónomo o emprendedor lías como puedes al amigo del amigo del cuñado que sabe mucho del tema que necesitas. Las adicciones son muy democráticas….nos tocan a todos.

La primera reunión va fenomenal. Tú sientes cómo el peso que llevabas en los hombros ha desaparecido y te pones a buscarte otros problemas nuevos en otra parte o te vas de vacaciones. Confías ciegamente en que has conseguido un precio buenísimo, que el dichoso tema estará resuelto antes de que te des cuenta, y que te harás aún más amigo de este consultor tan profesional que tienes.

Unas reuniones más tarde empezarás a mosquearte con que los resultados no llegan como esperabas, y él o ella te estará echando en cara que no hiciste esto o lo otro, que no le habías contado tal secreto, o que tu gente es idiota. Vamos, que la solución ya no brilla tanto.

Si tienes suerte, te quedas con la mitad de lo que esperabas, terminas el contrato, pagas y quedas bien con el consultor aunque no vayas a contratarle nunca más porque “te vendió un poco la moto”.

Si no tienes suerte, se te pasan cinco años, el problema sigue sin resolver, te gastas más de diez veces lo que te había presupuestado al principio, y encima, no puedes dejar de pagar y trabajar porque no puedes soportar la idea de abandonar sin conseguir ‘la solución’.

Eres oficialmente un adicto, y el consultor paga sus facturas gracias a tu adicción. Ahora resulta que trabajas tú para pagar al consultor en lugar de que sea él quien trabaje para ti. Al que no le haya pasado nada parecido, que tire la primera piedra. ¡Ojo! ¡Que yo soy consultora y también me ha pasado!

Somos una sociedad de adictos en negación, porque también caemos como moscas frente a las ‘soluciones’ de estética, las ‘soluciones’ dietéticas, las ‘soluciones’ de la salud, y ni hablemos de las ‘soluciones’ a la ansiedad: el que empieza a tomarse píldoras para dormir o frenar la ansiedad se convierte en cliente V.I.P. del psiquiatra que receta, el farmacéutico que vende, y el fabricante del caramelito sin verlo ni saberlo. Así está forrándose el que hace los caramelitos azules para las ‘soluciones’ a la impotencia…

No sé tú, pero a mí no me gusta nada sentirme esclava de nadie ni de nada. Sentir que no puedo decir basta, o que no tengo la opción de parar cuando y como yo quiera. El problema de las soluciones demasiado mágicas es que esconden adicciones infinitas. Y el que cae en ellas, en el fondo, no busca más que una venda para taparse los ojos, aunque ello le cueste su libertad.

Las soluciones auténticas son las que se fabrica uno mismo. Son los productos, servicios, ayudas y caramelos en los que uno no cede la responsabilidad a un tercero. Mientras uno sigue siendo responsable de su problema, se compromete a seguir esforzándose en superar obstáculos e imprevistos.

Es verdad que también salen más caras y tardan más de lo que parecía en un principio. Pero sí tienen un final, y te sientes cada vez más liberado del problema en lugar de sentirte cada vez más esclavo. Lo mejor de todo es que cuando finalmente resuelves el dilema, la satisfacción y el orgullo de haberte superado a ti mismo son insuperables. Eres dueño de tu propia victoria.

Esconderse en la adicción es de niños grandes. Ser el principal responsable de fabricar tus propias soluciones es de adultos fuertes y maduros. No pierdas tu optimismo infantil, pero asume tu madurez adulta también. ¡Así nunca necesitarás los dichosos caramelitos azules!

No hay palabra que más nos guste a los directivos y empresarios que ‘solución’. Si es rápida y/o barata, ¡mejor que mejor!