Tahití, una selección virgen, en paro y que entrena con sonido ambiente

La Copa Confederaciones esconde verdaderas joyas entre los equipos que forman parte de ella. Y no hablamos de jugadores que tienen estrella a la hora de manejar el balón sino a selecciones que son más curiosas y exóticas de lo que aparentan. No hay que irse muy lejos para encontrarse con una de ellas. Tahití se verá las caras con España el próximo jueves en Maracaná un escenario que es un sueño para cualquier futbolista pero más aún para los tahitianos que forman parte de un combinado de semiprofesionales, algunos de los cuales están en paro. Un equipo ‘virgen’ que por primera vez en su historia participa en un torneo oficial de FIFA.

Desde el pasado sábado, Brasil acoge a grandes estrellas del fútbol mundial: desde los actuales campeones de Europa y del mundo a la Brsil de Neymar pasando por Italia, subcampeones europeos, Japón o Uruguay. Los focos se fijan en nombres que son reconocidos a lo ancho y largo del planeta y que comparten competición con jugadores mucho más terrenales como son los futbolistas que dan forma a la selección de Tahití. Sólo cuenta con un jugador profesional. Marama Vahirua, futbolista que milita en las filas del Panthrakikos griego, se ha convertido en la gran esperanza de un equipo que, desde que llegó a Brasil, se ha ganado la simpatía de todos los que le rodean. Es la primera vez en la historia que Tahití participa en un torneo de FIFA por lo que su objetivo es aprovechar esta oportunidad única “y no salir goleados” como asegurada su seleccionador, Eddy Etaeta.

El resto de la joven plantilla (la media es de 26 años) está compuesta por jugadores semiprofesionales cuya principal ocupación no es el fútbol. Ahogados por la crisis, nueve de ellos están en paro mientras que el resto tienen profesiones tan dispares como alpinista, camionero, teleoperador, profesor… Tres de los centrocampistas (Alvin, Jonathan y Lorenzo) son hermanos y primos de otro de los integrantes de la plantilla, Teaouni, y la gran mayoría salen por primera vez de un país con una población de 178.133 habitantes donde, prácticamente, son unos desconocidos.

Tahití llega a Brasil después de proclamarse campeona de la Copa de Naciones de Oceanía. La Copa Confederaciones es un mundo completamente nuevo para ellos: nunca antes se habían enfrentado a una rueda de prensa ni han jugado en grandes estadios por lo que Eddy Etaeta ha incluido en los entrenamientos un sistema de megafonía para que sus jugadores se acostumbren al sonido ambiente de un estadio. El seleccionador ha tenido un arduo trabajo en la faceta psicológica de un equipo que ha preparado a conciencia un esquema donde prima la zaga: cuatro defensas, cinco centrocampistas y un delantero. En teoría, Tahití es el rival más débil del Grupo B y probablemente esta característica sea un factor de peligro: no tienen nada que perder y la Cenicienta de la Confederaciones no tiene prisa por escribir el final de su particular cuento de hadas.