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Frustrado, triste, sin ganas de hablar… Contador promete batalla
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EL TAS ADMITE QUE NO HAY HECHOS PROBATORIOS

Frustrado, triste, sin ganas de hablar… Contador promete batalla

Alberto Contador no quiere ver a nadie que no conozca. “Está muy jodido”, dicen. Llevaba tiempo barruntando la tormenta y cuando el TAS ha fallado en

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Frustrado, triste, sin ganas de hablar… Contador promete batalla

Alberto Contador no quiere ver a nadie que no conozca. “Está muy jodido”, dicen. Llevaba tiempo barruntando la tormenta y cuando el TAS ha fallado en su contra, el humor se le ha quedado vinagre. Dicen que ha puesto dura la mirada y que se lo llevan los demonios. Dos años de sanción. Castigo a plomo. Alberto se siente frustrado, triste, maldecido por los jueces suizos, no siente consuelo ni quiere hablar, al menos hacerlo todavía. Mejor no acercarse a él, que los  malos humos los digiera en poca o ninguna compañía. La soledad de los campeones, la terrible frustración de alguien que se siente desposeído.

El oficialmente bicampeón del Tour tiene dos placas de titanio en el cerebro, porque en 2004 le extirparon en el Hospital Ramón y Cajal de Madrid un cavernoma. La vida del ciclista más prometedor tras Miguel Indurain pendía de un débil hilo y, sobre todo, de la pericia de la doctora María Aurora Martínez, una eminencia de la neurocirugía, que le abrió la cabeza de oreja a oreja, y pudo evitar que el hijo de Francisca Velasco, saludara con las dos manos a la muerte.

Dicen que Alberto tiene la sangre de hielo. Puede que sí, sobre todo después de recorrer año y pico con la sospecha de dopaje sobre sus hombros y esperando a que los del Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS) dispararan una sentencia condenatoria. Dos años. Esta sanción, que  tiene carácter retroactivo, culmina el cinco de agosto. Los del TAS, en su lapidaria sentencia, reconocen implícitamente que no existen hechos probatorios, que las pruebas incriminatorias cuelgan en las imaginaciones de la acusación, pero que no hay nada palpable. Unos análisis hechos un mal día y basta.

Alberto, el tercero de la dinastía de cuatro hijos creada por Paco y Paca, tiene previsto seguir luchando; total siempre fue alguien que encaró de frente las cuestas y tiró de piernas, corazón y riñones para librar todas las dificultades. Un campeón de las contracorrientes, que después de encajar los golpes, se levanta y plantea batalla sin mirar el reloj. Así le ven en Pinto: un gladiador de todo, incluso de las cargas de dinamita que los tribunales le colocaron.

Treinta días para recurrir

El corredor ha dicho a los suyos que seguirá apretando los puños y los dientes y que, si le dejan, recurrirá a las instancias que hagan falta. Mañana lo dirá a los periodistas. Alberto dispone de treinta días para recurrir ante la Justicia Ordinaria suiza, según informó Matthieu Reeb, el secretario general del Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS). Y el ciclista se agarrará a esos garfios, como cuando, tras abrir los ojos y sentir la cabeza llena de grapas, preguntó a sus hermanos si tenían a punto sus bicicletas. Tardó meses en volver a subirse al sillín y sentirse el rey de las carreteras, pero nadie le gana a tozudo a Alberto, que tras su mirada de ángel esconde el orgullo de un león. En 2005 ya volteaba a sus compañeros de rutas por la serranía de Madrid, y al año siguiente apuntaba en las libretas su apellido de serio aspirante. Contador no viene de cuento, sino de contar victorias y hacer acopio de títulos. De momento le han arañado un par de ellos los jueces.

Después de año y medio caminando con la cruz de la sospecha, ahora encoge el vientre y aprieta la dentadura. Ha encajado el golpe y se duele. Dicen los más allegados que no quiere hablar, que siente raspas de frustración, que sólo quiere estar con su esposa y los suyos, que le entran ganas de abrir la ventana y gritar lo que siente por dentro. Puede que hoy lo diga, puede que también se calle algunas cosas. Pero seguro que recordará a más de uno que él, Alberto Contador, ya saludó un día a la muerte y sigue ahí, en plena lucha.

Alberto Contador no quiere ver a nadie que no conozca. “Está muy jodido”, dicen. Llevaba tiempo barruntando la tormenta y cuando el TAS ha fallado en su contra, el humor se le ha quedado vinagre. Dicen que ha puesto dura la mirada y que se lo llevan los demonios. Dos años de sanción. Castigo a plomo. Alberto se siente frustrado, triste, maldecido por los jueces suizos, no siente consuelo ni quiere hablar, al menos hacerlo todavía. Mejor no acercarse a él, que los  malos humos los digiera en poca o ninguna compañía. La soledad de los campeones, la terrible frustración de alguien que se siente desposeído.

Alberto Contador