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Un 'best seller' inesperado
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Un 'best seller' inesperado

Cuando Andrew Davidson, un aspirante a escritor, envió una copia de su primera novela al agente que pretendía que le representase, adjuntó una carta en la

Cuando Andrew Davidson, un aspirante a escritor, envió una copia de su primera novela al agente que pretendía que le representase, adjuntó una carta en la que se detallaban los motivos por los que éste debía rechazar el manuscrito. Ese intento de llegar al lugar pretendido por caminos retorcidos, esa especie de seducción por lo negativo, es una táctica que Davidson no sólo empleó a la hora de publicitarse; también su novela está construida desde las mismas premisas. Y, a juzgar por los resultados comerciales, con tanto éxito como el que tuvo a la hora de cautivar a su agente.

 

Eso sí, Davidson juega limpio. No sólo no esconde su intención de alcanzar el corazón del lector por senderos tortuosos, sino que la manifiesta con su máxima intensidad en el arranque de su novela. En él asistimos al minucioso sufrimiento de un hombre que se recupera en el hospital de horribles quemaduras, fruto de un accidente de tráfico, que le dejarán además secuelas de todo orden, pérdida del órgano viril incluida. Y el autor aborda esa situación traumática añadiendo leña detallista al fuego; no suaviza la situación ni tampoco nos subraya los aspectos dramáticos, sino que prefiere detenerse en el dolor físico. Davidson afirma que muchas de las personas que acaban de poner punto y final a una relación sentimental dicen sentirse quemados; para su novela, ha optado por tomar la metáfora al pie de la letra, haciendo de ese sufrimiento físico la prueba última del amor.

Y es que ese calvario tendrá su premio. A través de un proceso mucho menos casual de lo que parece, el protagonista conocerá a la mujer de su vida, una supuesta enferma mental que le visita a menudo en el hospital, que dice ser escultora de gárgolas y haberle conocido siete siglos antes. Y esa relación disfuncional entre dos personas disfuncionales construirá una atípica e intensa historia de amor, en la que irán intercalándose escenas y figuras del pasado, así como un puñado de pequeñas narraciones de amor y odio, dando como resultado un conjunto notablemente romántico.

Lo llamativo, sin embargo, es que con este punto de partida La gárgola haya sido una novela récord. Por ella se pagaron 1,3 millones de dólares de adelanto, una cifra muy arriesgada y más para un autor desconocido y novel. Las ventas parecen estar respondiendo, al menos en EEUU y Canadá, a la expectación generada. Lo que nos lleva a preguntarnos cómo es posible que una novela con tan pocas bazas, a priori, pueda convertirse en un éxito de masas: la historia de amor entre un desfigurado (antiguo empresario cínico y actor porno) y una mujer perturbada que dice haber nacido en 1300 no parece la narración más apropiada para encaramarse a la lista de éxitos.

Hay, no obstante, dos razones que podrían explicar ese trayecto. La primera tiene que ver con que bajo esa hojarasca en apariencia desagradable, yace un tono mucho más delicado. Un contraste que queda perfectamente simbolizado en las figuras centrales de la narración, las gárgolas. Aquí no se nos muestran con su habitual aire amenazador, sino que se revisten de una atmósfera misteriosa y triste, como si la materia (la piedra) contuviese, bajo la expresión hierática, un torrente de emoción. Algo así les ocurre a los protagonistas de la obra: Davidson nos los puede dibujar con trazo frío, pero cuando nos deja que miremos en su interior encontraremos a personas de sentimientos infinitos que viven un amor más grande que la vida. Algo que resulta mucho más apropiado para ganarse al lector masivo…

En segunda instancia, vivimos en una época en la que parece ser prioritario oponerse a los estereotipos del pasado. Las loas, lo positivo, lo común nos parecen demasiado banales, cuando no simple muestra de ingenuidad. De modo que ya nadie publicaría una obra que se titulase Amo Barcelona con otras expectativas que las de defenderse de todo tipo de chanzas; parece mucho más fácil, sin embargo, obtener repercusión y ventas si se utiliza el extremo contrario: Odio Barcelona va por la segunda edición…Esa misma inversión opera en La gárgola: aquí no tenemos protagonistas agraciados, que se nos hagan simpáticos por sus actitudes reconocibles o con los que podamos identificarnos fácilmente; más al contrario, son personajes alejados de la normalidad, claramente disfuncionales y nada atractivos, a priori. Pero, con ellos, Davidson no hace otra cosa que componer una historia de amor como las del pasado.

LO MEJOR: El autor sabe narrar, el ritmo es fluido y se lee fácil.

LO PEOR: La novela tarda en arrancar.

Cuando Andrew Davidson, un aspirante a escritor, envió una copia de su primera novela al agente que pretendía que le representase, adjuntó una carta en la que se detallaban los motivos por los que éste debía rechazar el manuscrito. Ese intento de llegar al lugar pretendido por caminos retorcidos, esa especie de seducción por lo negativo, es una táctica que Davidson no sólo empleó a la hora de publicitarse; también su novela está construida desde las mismas premisas. Y, a juzgar por los resultados comerciales, con tanto éxito como el que tuvo a la hora de cautivar a su agente.