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La venganza de la cheerleader llegó 12 años después gracias a Internet ¿Pero es ético?
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La venganza de la cheerleader llegó 12 años después gracias a Internet ¿Pero es ético?

Una de las discusiones que afloran con mayor frecuencia en el ámbito público es la que se preguntan si se deberían hacer públicos los nombres de

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La venganza de la cheerleader llegó 12 años después gracias a Internet ¿Pero es ético?

Una de las discusiones que afloran con mayor frecuencia en el ámbito público es la que se preguntan si se deberían hacer públicos los nombres de los violadores, pederastas u otros criminales, una vez han sido puestos en libertad, o si el derecho a la privacidad y a gozar de un proceso judicial apropiado es lo más importante. Un caso ocurrido en Reino Unido ha vuelto a abrir el debate, después de que un miembro de la organización Anonymous publicase los nombres de los que presuntamente habían violado en grupo a una cheerleader durante una fiesta que tuvo lugar en 2001, cuando la joven tenía apenas 14 años, en la localidad de Laubenville, en Ohio.

Amanda Stevenson, que así se llamaba la animadora, intentó encontrar a sus agresores a comienzos de este mismo año, y la única respuesta que recibió por parte de la autoridad policial es que no existía ninguna constancia de que la violación hubiese tenido lugar. Así pues, el siguiente paso que dio la joven fue el de acudir a Anonymous con el objetivo de recabar más información sobre su caso, después de ver el papel que la organización había jugado en Steubenville, Ohio.

Hace doce años, Stevenson fue drogada y violada por tres hombres“Era tan similar a lo que había experimentado”, explicaba la joven, que decidió recurrir a los hackers para esclarecer lo ocurrido hace más de una década. Después del llamado caso de Steubenville, en el que un miembro de Anonymous publicó las fotografías que documentaban la violación de una niña discapacitada y que permitieron resolver el caso, las peticiones de ayuda de antiguas víctimas de violaciones ha aumentado de manera exponencial.

La joven, bajo el seudónimo de Tolka (el apellido de su novio actual), otorgó los nombres, teléfonos y direcciones de Facebook de los supuestos agresores a Anonymous, que a su vez, publicó la información de manera pública. Esto ha conducido, como Stevenson pretendía, a reabrir el caso, pero también puede dificultar enormemente la resolución de este.

¿Venganza o escollo en la investigación?

La actuación de Anonymous puede tener consecuencias indeseadas al violar la privacidad de los acusados. En una de las fotografías, uno de ellos aparece junto a su hijo. Como han señalado las autoridades americanas, el hecho de que los acusados estén ya al tanto de que están siendo objeto de persecución puede poner en riesgo la efectividad de las entrevistas. No es la primera vez que Anonymous interfiere en un proceso de este tipo, lo que ha llevado a la organización a ser fuertemente criticada, especialmente en lo que concierne a su falta de observación de la presunción de inocencia.

¿Pueden las redes sociales reemplazar las investigaciones policiales?En una entrevista con la revista americana Mother Jones, Stevenson contaba que su principal motivación para buscar ayuda por la red fue que aún tenía pesadillas a diario con lo ocurrido hacía más de una década, y que escuchar la palabra “violación” aún le daba ganas de ponerse a llorar. Todo comenzó durante la primera fiesta de instituto de la joven, en la que consumió marihuana y alcohol. Allí, después de que su novio se marchase, alguien le entregó una bebida que la dejó incapacitada. A continuación, lo único que recuerda la joven es encontrarse en una habitación con cinco chicos, tres de los cuales la violaron, totalmente indefensa.

Este caso, al igual que el de Steutenville, nos lleva a preguntarnos si las redes sociales pueden reemplazar a la justicia a la hora de hacer frente a un caso criminal y si la presunción de inocencia es el valor absoluto en una investigación judicial. Pero, también, si es posible que una salvaje violación quede impune durante más de una década sin que nadie haga nada al respecto. 

Una de las discusiones que afloran con mayor frecuencia en el ámbito público es la que se preguntan si se deberían hacer públicos los nombres de los violadores, pederastas u otros criminales, una vez han sido puestos en libertad, o si el derecho a la privacidad y a gozar de un proceso judicial apropiado es lo más importante. Un caso ocurrido en Reino Unido ha vuelto a abrir el debate, después de que un miembro de la organización Anonymous publicase los nombres de los que presuntamente habían violado en grupo a una cheerleader durante una fiesta que tuvo lugar en 2001, cuando la joven tenía apenas 14 años, en la localidad de Laubenville, en Ohio.