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Lo que Google cuenta de ti (y no quieres que sepa tu novia)
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LA RED PROVOCA RUPTURAS SENTIMENTALES

Lo que Google cuenta de ti (y no quieres que sepa tu novia)

Internet, como cualquier herramienta que no terminamos de controlar, es propenso a crear paranoia. Sus aguas son pantanosas de por sí, pero en lo que información

Foto: Lo que Google cuenta de ti (y no quieres que sepa tu novia)
Lo que Google cuenta de ti (y no quieres que sepa tu novia)

Curiosamente, frente a esa paranoia no son pocos los que deciden correr libremente por la red dejando su huella y sus datos por doquier y sin preocuparse demasiado de las consecuencias, inmersos en la exhibicionista furia de las redes sociales que hubiese hecho las delicias de cualquier viejo y esforzado currante de la policía secreta. Una entrega “pública” que permite trazar un perfil con una nitidez pasmosa. Laura ha trabajado en un periódico, en lo que los mejicanos llaman “nota roja”, vulgo “sucesos” y cuenta que “muchas veces, cuando muere algún joven violentamente, me he tenido que abrir una cuenta en tal o cual red social para poder acceder a su perfil o al de sus amigos, conseguir fotos y, desde allí, tener información de primera mano, porque era allí donde te ibas a encontrar con las imágenes y las frases que podían dar un poquito de luz sobre el mundo de esa persona. A veces era poca luz, pero otras te hacías un cuadro más que claro. Terminé por tener varias identidades ‘durmientes’ en las principales redes gratuitas”.

Efectos incontrolados

Así las cosas, la preocupación por los datos que se dejan en Internet, la posibilidad de que estos sean fraudulentamente obtenidos y usados para una especie de “marketing ilícito” o para acoso personal, tiene en vilo a las demasiado lentas Agencias de protección de datos, que estiman que “en torno a un setenta por cien de los datos que facilitamos quedan de inmediato fuera de nuestro control”. Los casos graves también sirven como cautionary tale (cuento con moraleja) para todos aquellos progenitores necesitados de una excusa para capar el acceso a Internet de sus vástagos.

Donde de verdad me ha causado problemas la red es en mi vida sentimental: ya me ha costado dos disgustos

Sin embargo, como apunta Boris (nombre supuesto), un madrileño de 37 años que hace una década hizo sus pinitos en el mundo de la música electrónica, luego se reconvirtió en abogado (su primera profesión) y ahora, con la crisis, ha tenido que volver a la música electrónica, “lo más sensible, lo que más daño te puede hacer no es lo que te roban, porque cartas comerciales de sitios que desconoces ya llegaban antes de Internet, y no pasaba nada. Lo jodido de verdad es la información que tú mismo has dado y que ya no controlas o que simplemente has olvidado, porque es información que tiene una intención y que te pinta de maneras que en su momento te gustaron pero que ahora quizá prefirieras no ver”.

“Todo me da igual, excepto el sexo y el trance

En su caso eso ha sido un cúmulo de problemas. “He tenido alguna mirada extraña en el trabajo, y se lo que pensarán algunos de mí, porque yo he sido muy activo en foros y he tenido blogs que siguen ahí y que hablaban de un tipo de cultura musical donde las drogas estaban al orden del día. Y la gente rebusca, mira, curiosea y luego critica. Pero donde de verdad he tenido problemas es en mi vida sentimental: cuando tienes toda esa actividad, al final creas no un alter ego, sino varios, en realidad, o uno ramificado que desde luego no se corresponde con tu perfil real. Y lo primero que hace cualquiera hoy en día la noche siguiente de conocerte, si le gustas, ¿qué es? Exacto, poner tu nombre en Google”.

La segunda ocasión fue más seria: aquel chico no podía soportar todas las fotos mías con otros que había colgadas por ahí Su "nombre en Google" le ha costado ya dos disgustos sentimentales más o menos serios. "La primera vez había empezado a salir con un chico y unas semanas después el tipo me viene y me dice: ‘no me gustaría estar con alguien a quien ‘todo le da igual excepto las aventuras, el sexo, la noche y el trance (estilo musical, N. del A.)’. Me quedé perplejo y tardé un buen rato en recordar que en efecto yo había dicho eso en una entrevista que estaba colgada en la red desde hace unos años y que ahí seguirá. Se puso pesado con el asunto y la cosa terminó resquebrajándose, porque a nadie le gusta que le estén echando en cara cosas que uno siente un poco como ficticias, un poco como una máscara, aunque las haya dicho”. En la segunda ocasión “fue más serio, porque estaba más metido en una relación, pero aquel chico no podía soportar todas las fotos mías que había colgadas por ahí con otros… Fue una cuestión de celos retrospectivos y compulsivos, alimentados por un material gráfico que se me había ido de las manos pero que, en efecto, yo había colgado de manera totalmente voluntaria”.

Tus fracasos, ante tus narices

Y es que las relaciones han sido modificadas, y aunque su sustancia sigue siendo idéntica, el modo y el tono varían. Como cuenta el blogger y escritor Nathan Bransford, en un artículo reciente dedicado a su divorcio, el “olvido” necesario para curarse emocionalmente tras un divorcio ya no está permitido por una red que “no olvida” y que “tiene una memoria perfecta, construida para forzar los recuerdos sobre ti, asumiendo que la experiencia será placentera”. La ‘línea de tiempo’ de Facebook, se queja amargamente, le enseña a todo el mundo tu pasado, y el tiempo necesario para borrar ese pasado y que no te asalte a diario en búsquedas y otras tareas cibernéticas, no siempre se tiene en una vida ocupada…

Sé que no debería hurgar en Internet, pero hay algo enfermizo que me lleva a hacerlo

Si antes, ocasionalmente, uno podía encontrar una carta antigua de su pareja (y quizá abrirla, con lo que implica de violación de la intimidad) o, cacharreando entre sus propias cosas viejas, toparse con una foto de un antiguo amor y tener un momento de peligroso flashback, ahora esas posibilidades de transgresión y de viaje al pasado se han multiplicado por mil. Antía, una joven de 27 años reconoce que “me he alejado un poco de todo el rollo de redes sociales porque no quiero tener delante todo el día mis propios fracasos. Sé que podría no hurgar en ellos, pero hay algo enfermizo que me lleva a hacerlo, y ese pasado esta ahí, sólo a un click, como dicen en la publicidad. Creo que ahora cicatrizar las heridas es más difícil”. El caso de Elena A. es más escabroso: “mi ex novio se volvió medio loco cuando lo dejamos, y ahora me persigue y me acosa. Aunque no creo que pueda considerarse delito, siento que está siempre mirando. Puedes impedir el acceso a determinados perfiles, pero otras cosas no, y la sensación que tengo es la de que está siempre ahí, mirando. Me siento mal, también por él, porque sé que sufre, y he reducido mucho mi actividad, por ejemplo en mis blogs, que eran algo que antes me daba mucha satisfacción”.

Un paso por detrás

Nuria Carmena, abogada especializada en el campo de protección de datos confirma que “es mucho más difícil” intentar borrar lo que uno mismo ha facilitado que aquello que nos ha sido sustraído de manera ilegal. Y recuerda que existe la ‘lista Robinson’, apuntándose a la cual –y mediante previo pago- uno obtiene una protección contra el uso de sus datos en la red para cualesquiera usos comerciales que facilita enormemente su defensa. Reconoce, sin embargo que, “la mayor parte de la gente no siquiera lee las condiciones generales cuando realiza operaciones en la red. La gente se descarga una aplicación de I-Tunes o cualquier otra cosa sin saber a qué se ha comprometido en absoluto”. Falta concienciación, aunque, afirma, eso va cambiando lentamente. Las agencias de protección de datos, cuyas webs almacenan casuística variada, van “un paso por detrás”, lo que no deja de ser la posición tradicionalmente ocupada por la ley. “En las empresas al menos hay unos niveles de protección sobre los datos obtenidos y para qué se usan”, dice, “pero en las redes sociales es mucho peor. Es muy difícil de controlar. Un campo nada claro y de complicada regulación”. Ni siquiera las leyes americanas y europeas al respecto se parecen un ápice, aunque en la Unión Europea parecen estar “bastante unificadas”.

Víctimas de una” nube” que corre más que nosotros, habrá que“consolarse bajo el viejo refrán de “lo hecho, hecho está”, y ver el vaso medio lleno con el pobre Bransford, que, al final de su artículo, reconoce que todo esto tiene una ventaja: en nuestra próxima cita no tendremos que preocuparnos de dar demasiados datos sobre nosotros, porque probablemente la otra persona ya los haya buscado por su cuenta.

Curiosamente, frente a esa paranoia no son pocos los que deciden correr libremente por la red dejando su huella y sus datos por doquier y sin preocuparse demasiado de las consecuencias, inmersos en la exhibicionista furia de las redes sociales que hubiese hecho las delicias de cualquier viejo y esforzado currante de la policía secreta. Una entrega “pública” que permite trazar un perfil con una nitidez pasmosa. Laura ha trabajado en un periódico, en lo que los mejicanos llaman “nota roja”, vulgo “sucesos” y cuenta que “muchas veces, cuando muere algún joven violentamente, me he tenido que abrir una cuenta en tal o cual red social para poder acceder a su perfil o al de sus amigos, conseguir fotos y, desde allí, tener información de primera mano, porque era allí donde te ibas a encontrar con las imágenes y las frases que podían dar un poquito de luz sobre el mundo de esa persona. A veces era poca luz, pero otras te hacías un cuadro más que claro. Terminé por tener varias identidades ‘durmientes’ en las principales redes gratuitas”.