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La importancia de los mitos y leyendas de Silicon Valley
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La importancia de los mitos y leyendas de Silicon Valley

Aún recuerdo cómo tuve que contener la risa el día que en una reunión me contaron, con la cara muy seria y los ojos un pelín

Aún recuerdo cómo tuve que contener la risa el día que en una reunión me contaron, con la cara muy seria y los ojos un pelín emocionados, que lo bueno de Silicon Valley y San Francisco era que no resultaba difícil encontrarte con un inversor en cualquier Starbucks, mientras desayunabas tu capuchino gigante con leche desnatada y un "muffin" orgánico tamaño sandía. Por si acaso tal encuentro ocurría, debías estar preparado para soltarle tu discurso al inversor (el famoso "elevator pitch"), por que si le gustaba tu proyecto seguro que hacía una inversión millonaria que pondría a tu startup en el Olimpo del sector, ese espacio destinado a los grandes nombres como Google, Facebook o Amazon. Pero además, lo bueno de Silicon Valley es que cualquiera puede conseguirlo, me explicaron ese día. ¡Si hasta hay fondos de capital riesgo que han invertido en empresas de niños de 15 años! Y te contaban el caso de un chaval que con esa edad había creado una aplicación para móviles que bla, bla, bla...

Por supuesto, este tipo de cosas no ocurren... pero forman parte del imaginario popular y se repiten una y otra vez como si fueran verdades inmutables. Sí es posible que este tipo de leyendas tengan una base real. Pero no más real que las historias que circulan sobre Hollywood, donde si nos atenemos a lo que se cuenta, docenas de camareras han sido fichadas para protagonizar películas por el director de turno que las descubría para el gran público mientras le servían un vino, o donde guionistas desconocidos han conseguido que un productor les compre un guión y les haga la película tras conocerse de casualidad en la lavandería (¡o en un Starbucks!).

Mitos y leyendas que surgen alrededor del éxito y generan un enorme efecto llamada, y que convierten a estas ciudades en las referencias absolutas de sus sectores de influencia. Algo muy importante para seguir manteniendo su posición, porque esas historias legendarias que corren de boca en boca ayudan a atraer el talento de forma masiva, y así seguir alimentando el círculo virtuoso en el que cada éxito de ahora atrae nuevos éxitos para el futuro.

Está muy claro: si quieres triunfar en el mundo del cine, debes ir a Hollywood. Atrae a los mejores actores, guionistas, directores, técnicos, productores... Es el sitio donde mostrar tu talento y triunfar de verdad, donde se mueven los grandes presupuestos y se hacen las grandes películas. Por supuesto, puedes hacer cine y hacerlo muy bien en Gran Bretaña, Francia, España o la India... pero no cuentes con tener el impacto global, el presupuesto y los ingresos que puede generar una película de Hollywood.

En el mundo de la tecnología ocurre exactamente lo mismo con Silicon Valley. Emprendedores, inversores, investigadores, periodistas, diseñadores y técnicos sueñan con ir a San Francisco para trabajar con los grandes del sector o para lanzar su empresa en la meca de Internet. Y eso hace que muchísima gente brillante (y también muchos locos con la cabeza llena de pájaros, caraduras, oportunistas...) de todo el mundo se junte en un espacio de menos de 100 kilómetros de largo, y genere un volumen de proyectos e ideas novedosas muy difícil de igualar. Así que estos mitos y leyendas, estas historias y exageraciones de los que tanto me gusta reírme en mis #SiliconValleyFacts y en mis comentarios en Twitter, son una de las razones por las que cuesta tantísimo trabajo replicar el modelo de Silicon Valley en otros lugares: nunca tendrán la magia, el glamour y las historias que convierten este sitio en lo que es, el centro del universo digital.

Por supuesto, como ocurre con el cine, puedes crear una empresa digital en cualquier otra parte del mundo y tener un gran éxito, como el de Softonic por el que todos los emprendedores españoles debemos felicitarnos. Hay grandes empresas de Internet europeas o asiáticas... pero no son tan grandes ni tan influyentes ni tan rentables como las que han surgido al calor del "valle del silicio". Por eso, nos guste o no, seguimos y seguiremos viniendo aquí a probar suerte.

Aún recuerdo cómo tuve que contener la risa el día que en una reunión me contaron, con la cara muy seria y los ojos un pelín emocionados, que lo bueno de Silicon Valley y San Francisco era que no resultaba difícil encontrarte con un inversor en cualquier Starbucks, mientras desayunabas tu capuchino gigante con leche desnatada y un "muffin" orgánico tamaño sandía. Por si acaso tal encuentro ocurría, debías estar preparado para soltarle tu discurso al inversor (el famoso "elevator pitch"), por que si le gustaba tu proyecto seguro que hacía una inversión millonaria que pondría a tu startup en el Olimpo del sector, ese espacio destinado a los grandes nombres como Google, Facebook o Amazon. Pero además, lo bueno de Silicon Valley es que cualquiera puede conseguirlo, me explicaron ese día. ¡Si hasta hay fondos de capital riesgo que han invertido en empresas de niños de 15 años! Y te contaban el caso de un chaval que con esa edad había creado una aplicación para móviles que bla, bla, bla...

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