Las seis cosas que te dan miedo porque estás diseñado para ello

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Objetos punzantes
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Objetos punzantes

Todos nos hemos hecho daño alguna vez con una rosa o una zarza. Las espinas de las plantas son un mecanismo de defensa de éstas, que nos ha hecho la puñeta durante toda la historia. Y, con el tiempo, hemos aprendido a temerlas. Curiosamente, la atención especial que presentamos a estas formas vegetales, también tiene un sentido positivo. En un estudio de la Universidad de California se pidió a un grupo de personas que corrieran por un sendero en el que se habían colocado plantas con espinos (en concreto, espinos de Cuba ) y otras totalmente inofensivas (Lilas del sur ). Los corredores, contra todo pronóstico, tendían a correr más cerca de los arbustos punzantes, algo que los investigadores creen que se debe a que, al prestar más atención a este tipo de plantas, nos sirven para orientarnos mejor, y acabamos por usarlas como punto de referencia. Foto: Corbis
Ojos
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Ojos

Todos los animales prestan especial atención a los ojos de otros animales, y cualquier cosa que se parezca a estos. Cualquier bebe recién nacido evita el contacto visual, y gira la cabeza si ve otros ojos enfrente suyo. Y siendo adultos nos cuesta mucho mirar a los ojos: es terriblemente incómodo. Los faros de los coches se diseñaron con forma circular por esta razón, nos llaman más la atención que si fueran cuadrados (o tuvieran cualquier otra forma) porque los asociamos con un par de ojos.
Motas
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Motas

Los grandes felinos han sido un peligro para la humanidad durante milenios. Y todavía hoy son responsables de cientos de muertes en África e India todos los años. Las motas oscuras propias de los leopardos llaman nuestra atención desde que somos pequeños, en parte nos atraen (son patrones muy llamativos para nosotros), y en parte nos aterran, sobre todo si están en movimiento. En un estudio con niños, el psicólogo de la Universidad de California, Richard Cross, vio cómo estos preferían los objetos decorados con motas de leopardo, pero se alejaban de ellos inmediatamente si estos se caían o se movían ligeramente. Foto: Un leopardo sudafricano. (Martin Mecnarowski)
Microbios
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Microbios

Las bacterias, los parásitos y los virus han sido, y siguen siendo, el gran enemigo de la humanidad. Aunque somos incapaces de verlos a simple vista, y ni siquiera conocíamos su existencia hasta el siglo XVII, hemos desarrollado un miedo instintivo a todas las cosas asociadas con éstos: las heridas purulentas, la carne podrida, los cadáveres o las heces. ¿Te has preguntado alguna vez por qué te dan asco los excrementos que salen de tu propio cuerpo? Aquí tienes la respuesta.Foto: Acinetobacter baumannii. (Corbis)
Serpientes
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Serpientes

Las serpientes son un depredador muy peligroso, al que temen todos los mamíferos, pero el ser humano logró desarrollar la capacidad para detectar su sistema de camuflaje, es decir, las rayas y los círculos y patrones geométricos propios de la piel de los reptiles. La textura en forma de mosaico propia de las serpientes es rara en la naturaleza, por ello los hombres aprendieron a tener una aversión natural a ésta, pues si había algo cerca con ese aspecto casi seguro se trataba de un reptil que podía hacernos daño. Todas las texturas parecidas a la piel de la serpiente despiertan en nosotros una enorme atención. Basta mirar un tablero de ajedrez para que nuestro cerebro muestre una actividad visual mayor de lo normal. No ocurre lo mismo con los triángulos, los círculos o una textura aleatoria. Estamos predispuestos a prestar atención a cualquier cosa que se parezca a una serpiente. Y nos da miedo.Foto: Thamnophis elegans terrestres. (Steve Jurvetson)
Terreno accidentado
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Terreno accidentado

Cuando alguien poco acostumbrado a ir a la montaña se plantea hacer una excursión, suele ocurrir lo mismo: su lentitud en cuanto el terreno es escarpado es desesperante para los veteranos. Las posibilidades de caernos subiendo por una montaña son altas, y por ello hemos desarrollado miedo a todas las superficies por las que podríamos caernos, un miedo que la gente acostumbrada va mitigando (aunque esté siempre presente). La humanidad se ha acostumbrado a mirar con malos ojos determinados accidentes geográficos que pueden constituir un peligro como cascadas, acantilados, ríos muy caudalosos… Es por ello que nos llaman tanto la atención. Hoy en día nadie se muere por tropezar y hacerse un esguince, pero para nuestros antepasados una lesión como esta era cuestión de vida y muerte. Cualquier terreno abrupto con cierto desnivel nos da miedo nada más verlo. Foto: Un senderista en los andes peruanos. (Corbis)

Todos sabemos lo que es el miedo. Lo experimentamos desde el mismo momento en que salimos del útero de nuestra madre y nos damos cuenta de todos los peligros que nos rodean. El miedo es común a todos los animales. Se trata de una emoción primaria necesaria para nuestra supervivencia, pues nos alerta de un riesgo y nos predispone a huir de él. Y como todas las cosas necesarias para la supervivencia, está fuertemente anclado en nuestros genes.

El biólogo evolucionista Gordon H. Orians, profesor emérito de biología en la Universidad de Washington, explica en su nuevo libro Snakes, Sunrises, and Shakespeare (University Of Chicago Press) los mecanismos que han guiado al miedo a través de la evolución, y cómo algunos temores ancestrales, que no tienen ninguna utilidad hoy en día, siguen instalados en lo más profundo de nuestro ser.

Alma, Corazón, Vida