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¿Otra víctima del 'síndrome de La Moncloa'? "Zapatero empieza a estar altivo y rodeado de aduladores"
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¿Otra víctima del 'síndrome de La Moncloa'? "Zapatero empieza a estar altivo y rodeado de aduladores"

El presidente del Gobierno está eufórico. En menos de un mes, José Luis Rodríguez Zapatero ha pasado de sentirse aislado por la crisis económica y acorralado por el PP, a

Foto: ¿Otra víctima del 'síndrome de La Moncloa'? 
"Zapatero empieza a estar altivo y rodeado de aduladores"
¿Otra víctima del 'síndrome de La Moncloa'? "Zapatero empieza a estar altivo y rodeado de aduladores"

El presidente del Gobierno está eufórico. En menos de un mes, José Luis Rodríguez Zapatero ha pasado de sentirse aislado por la crisis económica y acorralado por el PP, a codearse con los grandes de Europa y propinar, auxiliado por la magnitud del crack financiero internacional, un golpe de efecto tras otro a Mariano Rajoy, al que, por ahora, no ha dejado más argumentos para su tarea de oposición que aferrarse a las cifras desbocadas del desempleo. "Está absolutamente sobrado, como fuera de la realidad", asegura una dirigente socialista que hasta hace bien poco formaba parte del círculo del presidente.

"Es cierto que le ha ganado varias batallas seguidas a Rajoy, pero parece no darse cuenta de que lo peor de la crisis aún está por llegar. Es como si ya le afectara de lleno el síndrome de La Moncloa, porque está empezando a mostrarse altivo, él que siempre ha odiado la soberbia, y sólo escucha a un grupo cada vez más reducido de gente, entre los que hay varios aduladores que le regalan los oídos todos los días", añade la misma fuente.

Esa guardia pretoriana de Zapatero la integran la vicepresidenta, María Teresa Fernández de la Vega; el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba; el vicesecretario general del PSOE, José Blanco; el director del Gabinete de la Presidencia, José Enrique Serrano; el secretario general de la Presidencia, Bernardino León, y el responsable de su Oficina Económica, Javier Vallés. "Hablar habla con muchos más; habla con Miguel Sebastián, con Carme Chacón, con Leire Pajín, con José Antonio Alonso...", sostiene un diputado socialista también expulsado de ese círculo privilegiado, "pero ese grupito es el que ejerce verdadera influencia sobre sus decisiones".

A esos pocos se atribuye, por ejemplo, la estrategia inicial de tratar de esconder la verdadera magnitud de la crisis económica; o el empecinamiento en mantener en el Gobierno, contra viento y marea, a ministros tan quemados como Magdalena Álvarez y Mariano Fernández Bermejo; o el jugarse la recomposición de las relaciones con Estados Unidos a la única carta de Barak Obama; o el plan de rescate de la banca que Rajoy, aunque a regañadientes, no ha tenido más remedio que apoyar; o la foto con los directores de los principales bancos; o la reunión -sin foto- con los grandes magnates de la comunicación para reclamar su apoyo al plan de choque contra la crisis...

"El poder no me cambiará"

Tras obtener su primera victoria electoral, en 2004, Zapatero proclamó: "El poder no me cambiará". Desde entonces ha repetido como un mantra que él es inmune al síndrome de La Moncloa, esa extraña enfermedad que, a partir del segundo mandato, transforma a los presidentes del Gobierno en personajes arrogantes y alejados de la realidad. La última vez que lo negó fue ayer mismo, en una amplia entrevista concedida al diario Público. Cuando el periodista le pregunta si se considera víctima de ese peculiar síndrome, Zapatero responde con sarcasmo: "De momento, aquí no hay productos tóxicos, ni financieros, ni políticos ni religiosos".

"Sí que ha cambiado. Aún está muy lejos del nivel de soberbia que alcanzaron Felipe González y José María Aznar, pero ya no es el mismo que llegó a La Moncloa hace cinco años. Siempre ha sido muy amigo de sus amigos, y por eso resulta difícil de entender que se haya quitado de encima a algunos de los que más le ayudaron a alcanzar el poder, como Jesús Caldera, Juan Fernando López Aguilar, Trinidad Jiménez... También es verdad que nunca había sido especialmente vanidoso, pero ya se le empiezan a ver ciertos signos de arrogancia. Claro que no debe ser fácil ejercer la modestia si eres el único dirigente mundial al que Obama y McCain han nombrado en sus debates...", apunta con ironía otro diputado socialista.

Y no sólo eso. La semana pasada, Bill Richardson, gobernador de Nuevo Méjico y probable secretario de Estado si Obama gana las elecciones presidenciales de noviembre, aseguró que pedirá al senador negro "que una de sus primeras visitas como presidente sea a España". Y un día después, el primer ministro británico, Gordon Brown, expresó su apoyo a la presencia de Zapatero en la cumbre que reunirá antes de final de año en Nueva York a los líderes de los países más industrializados para abordar la reforma del sistema financiero mundial. Eso sin contar con su triunfal regreso a España tras participar en París, el pasado día 12, en la cumbre de los líderes de la zona euro que aprobó el plan de ayuda al sector bancario, y que fue convocada, según Nicolas Sarkozy, a iniciativa del presidente del Gobierno español. "Es, una vez más, la prueba de la gran contribución de Zapatero a la buena marcha de Europa", dijo el presidente francés en vísperas del encuentro.

"Exultante, crecido..."

A su regreso de París, Zapatero convocó en secreto a una comida en La Moncloa a los propietarios de los grandes grupos de comunicación españoles para pedirles su apoyo al plan de rescate aprobado el día anterior. "Estaba exultante, crecido... Presumió de haber jugado un papel protagonista en la cumbre de París y de haber influido decisivamente en los acuerdos alcanzados", aseguró a El Confidencial uno de los editores presentes en la reunión.

Veinticuatro horas después, su invitado fue Rajoy. El líder del PP, aunque trataba de esforzarse por dibujar una mueca parecida a una sonrisa ante la multitud de cámaras y fotógrafos que le aguardaba en las escalinatas de La Moncloa, apenas podía disimular su contrariedad ante un Zapatero que se sabía ganador. "Aquello fue una encerrona", afirma un diputado del PP. "Daba la impresión de que Rajoy estaba pensando 'tierra, trágame'. Se le notaba que estaba incómodo, porque no tenía nada que ganar, y Zapatero, con esa carita que pone a veces de no haber roto un plato en su vida, disfrutaba como nunca, yo diría que maliciosamente, porque sabía que a Rajoy no le quedaba otra que apoyar su plan anticrisis". Y añade: "Este tío es mucho más frío y calculador de lo que aparenta, y creo que en el PP le hemos minusvalorado en exceso. Resulta mediocre en muchas cosas, pero es peligroso".

"No sé si será el síndrome de la Moncloa, pero sí es verdad que se le ve más frío y seguro de sí mismo, más engreído. Pero es que lleva una racha...", opina otro dirigente socialista. "Últimamente casi todo le está saliendo bien: primero le salva la crisis financiera internacional, luego el apoyo unánime de la oposición al plan de rescate de la banca y ahora la aprobación de los Presupuestos. Y encima a Rajoy le crecen otra vez los enanos y ya empiezan a ponerlo a parir en el PP. Si hemos caído en las encuestas no es por mérito del PP, sino por nuestros errores en la crisis económica. Pero esta euforia de Zapatero tampoco es buena, porque si el plan de rescate fracasa y la desconfianza sigue creciendo, nos van a llover de todas partes".

El presidente del Gobierno está eufórico. En menos de un mes, José Luis Rodríguez Zapatero ha pasado de sentirse aislado por la crisis económica y acorralado por el PP, a codearse con los grandes de Europa y propinar, auxiliado por la magnitud del crack financiero internacional, un golpe de efecto tras otro a Mariano Rajoy, al que, por ahora, no ha dejado más argumentos para su tarea de oposición que aferrarse a las cifras desbocadas del desempleo. "Está absolutamente sobrado, como fuera de la realidad", asegura una dirigente socialista que hasta hace bien poco formaba parte del círculo del presidente.