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El acuerdo de financiación entre PSC y CiU refuerza la imagen catalanista de Montilla
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El acuerdo de financiación entre PSC y CiU refuerza la imagen catalanista de Montilla

La resolución conjunta del Parlamento catalán sobre la financiación de la Generalitat supone un impulso a la imagen del presidente José Montilla en CiU y en

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El acuerdo de financiación entre PSC y CiU refuerza la imagen catalanista de Montilla

La resolución conjunta del Parlamento catalán sobre la financiación de la Generalitat supone un impulso a la imagen del presidente José Montilla en CiU y en el electorado catalanista. “Después de que Zapatero le indicara la salida a Maragall –manifestó un dirigente de la coalición nacionalista–, creíamos que Montilla sería una dulce ovejita en manos de Zapatero. Pero no es así. Con la financiación juega fuerte y bien”.

 

No obstante, existen nubarrones en el horizonte. Así lo acredita que no fuese posible establecer una cifra mínima debajo de la cual no sería aceptable un acuerdo con el gobierno central. Se preveía que habría reacciones y ciertamente las habrá. Ahora bien, es difícil reaccionar contra una modificación del gasto de la que se ignora la cuantía. 

Los primeros en oponerse será el PP, algunos sectores del propio gobierno e incluso comunidades en manos del PSOE. Pronto se verá si i ello pesará mucho o poco. En este terreno es un misterio saber si Montilla cuenta con todo el respaldo de Zapatero o no tanto.

Algunas manifestaciones hechas por dirigentes socialistas catalanes mejorarán la imagen del PSC en todos medios. Pero hay dudas de que suceda lo mismo en otras latitudes. Ayer el consejero de Economía de las Generalitat, Antoni Castells, dijo: “Lo que nos une (a los cuatro partidos favorables a la nueva financiación) es más que lo que nos separa y lo que nos separa (a los cuatro) es mucho menos de lo que nos separa de aquellos (el gobierno central) con los que hemos de negociar”.

El segundo tipo de reacción surgirá de las posibilidades de juego del gobierno. La crisis puede limitar la “nivelación”, palabra muy usada ayer en Cataluña. Se refiere a lograr una mejor equiparación entre la aportación catalana a las finanzas del Estado y la inversión de éste en la comunidad autónoma. Hoy existe un fuerte déficit de inversión pública estatal, que perdurará, pero se desea que sea menor.

En tiempos de vacas flacas es un tema difícil de argumentar, porque inevitablemente cada cual posee su agravio comparativo. Además, se establece que aquella nivelación evolucionará en función de factores ciertamente lógicos, como la población y en concreto la inmigración, cuestiones capaces de generar debates complejos.  Lo mismo podría decirse de la obligación reclamada al Estado de que éste compense a Cataluña por decisiones que puedan implicar un mayor gasto, o un menor ingreso, por parte de Cataluña. ¿Cómo se efectuará el cálculo?   

Lo que quedará del Estatut

Otro punto de confusión será hacer conjugar lo que ahora se reclama con lo que establece el Estatuto y especialmente lo que quede de éste después de su pasó por el Tribunal Constitucional. En todo caso, lo acordado por el parlamento catalán no supera en ningún modo el marco estatutario hoy aún vigente, si bien constituye una interpretación jurídicamente aceptable de aquel texto. Nadie puede predecir si lo continuará siendo después del previsible recorte institucional del Estatuto. No hay que olvidar que estamos en un mundo político plagado de zafiedad jurídica, lo cual, a su vez, alimenta la polarización partidista.

Al final de la mañana, las relaciones entre los parlamentarios del PSC y de CiU eran de fraternidad entusiasta. Horas antes habían sido confusas. La tarde anterior había habido una conversación telefónica entre Montilla y Artur Mas, que desbloqueó una situación de desacuerdo. Pero entrada la noche éste se reinstaló, con el envío de un correo electrónico de casi ruptura. Por la mañana, la solución fue tan tardía que obligó a retrasar el pleno del Parlamento.

El que el día antes la actitud del portavoz socialista Miquel Iceta, brazo derecho de Montilla, hubiese sido de claro diálogo, ya permitía entrever que el PSC apostaba a fondo por el pacto. Escuchar a Montilla y recordar las invectivas habituales entre Zapatero y Rajoy era un ejercicio pintoresco. Eran dos mundos. Montilla estuvo buscando el camino de en medio, usando expresiones ponderadas.

Un diputado de CiU no pudo evitar iniciar su intervención diciendo “estamos supercontentos y supersatisfechos”. Era verdad. Eran momentos de “sociovergència”, es decir de soñar en un gobierno de coalición entre PSC i CiU. El problema reside en que tanto Montilla como Mas desean ser presidentes de la Generalitat, no jefe de gobierno (en el marco catalán “primer consejero”) del otro. En el caso de un acuerdo, deseado por los empresarios catalanes, y necesario para huir del radicalismo de ERC e Iniciativa, el presidente elegido por una sociovergència tendría que ser el líder del grupo más votado. Ambos lo saben muy bien. Hoy en las expectativas de voto, CiU va algo por delante del PSC. Ello podría cambiar – o acentuarse – en función de cómo acabe resultando en la práctica la propuesta de financiamiento aprobada ayer.

Si Zapatero ayuda a Montilla a que todo favorezca su imagen le puede perpetuar al frente de la Generalitat. De otro modo, siempre puede favorecer a Mas, puesto que no hay que olvidar que el deseo de Duran Lleida de ser ministro, con Zapatero, es tan grande como los de Montilla y Mas de ocupar la presidencia catalana.

La resolución conjunta del Parlamento catalán sobre la financiación de la Generalitat supone un impulso a la imagen del presidente José Montilla en CiU y en el electorado catalanista. “Después de que Zapatero le indicara la salida a Maragall –manifestó un dirigente de la coalición nacionalista–, creíamos que Montilla sería una dulce ovejita en manos de Zapatero. Pero no es así. Con la financiación juega fuerte y bien”.

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