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Pizarro se pide el ministerio de Justicia
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Pizarro se pide el ministerio de Justicia

En los primeros días del mes de agosto el teléfono del entonces presidente de Endesa, Manuel Pizarro, registró una llamada que su dueño localizó enseguida por

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Pizarro se pide el ministerio de Justicia

En los primeros días del mes de agosto el teléfono del entonces presidente de Endesa, Manuel Pizarro, registró una llamada que su dueño localizó enseguida por el nombre que apareció en la pantalla: Mariano. Era, en efecto, el líder del PP. “Me gustaría verte”, le dijo Rajoy. Eran los días en que el futuro de la primera eléctrica española estaba ya decantado en manos del consorcio Enel-Acciona, y el futuro de Manuel Piazarro pasaba por dejar su despacho en el Campo de las Naciones y dedicarse a otros menesteres, o a descansar después de una dura batalla en la que había conseguido que los accionistas de la compañía lo elevaran a los altares de la plusvalía. Nadie podía sospechar que a Pizarro le pudiera tentar la política y, al contrario, por lo que la mayoría apostaba era por un desembarco en alguna de las participadas por sus amigos, esos a los que él mismo puso al frente de compañías antes en manos del Estado y en las que ahora cobran sueldos multimillonarios.

¿Nadie? Rajoy debió pensar al contrario que todo el mundo. Durante la batalla eléctrica se había reunido varias veces con Pizarro, de quien antes tenía pocas referencias pues era un hombre cercano a Aznar y a Rato, pero sobre todo a Aznar. En esas conversaciones de despacho Rajoy encontró casi a un alma gemela, un tipo poco dado a las estridencias, moderado, tranquilo, amigo de algunos placeres propios de una abultada cuenta corriente, y muy, muy flemático. Como le pasara con Juan Costa, Rajoy se dejó impresionar por las reflexiones del turolense, dispuesto en aquel entonces a hacer valer los principios por encima de los intereses antes que ceder a las presiones del Gobierno para que Endesa cayera en manos de los ‘catalanes’ por cuatro perras gordas. Recuerdo que siendo su director de comunicación en la CECA, Pizarro ya me alertó de los planes de los sectores más independentistas de Cataluña: “Se quieren quedar con Repsol y con alguna eléctrica para crear un grupo energético fuerte, como paso previo a la independencia formal”. Corría entonces el año 2000.

Me consta que ha seguido creyendo que eso era así y, probablemente, tuviera toda la razón. También lo creyó Rajoy y por eso cuando era evidente que Pizarro iba a dejar la Presidencia de la primera eléctrica española después de haber puesto contra las cuerdas al Gobierno de Zapatero, el líder del PP vio el cielo abierto. Se reunieron en Madrid, a primeros de agosto, en casa de Mariano, y Rajoy le ofreció ir en las listas. Entonces no le dijo nada de Madrid porque ni siquiera Rajoy tenía claro lo que iba a hacer con la lista que él mismo encabezará el próximo mes de marzo, pero si le habló de la de Zaragoza e, incluso, la de Teruel, su provincia natal y de la que el empresario hace gala constantemente. Pizarro no le dijo que no en el momento, pero a Rajoy la falta de entusiasmo del turolense no le hizo concebir muchas esperanzas y, de hecho, unos días después Pizarro le confirmó esos presentimientos. Hasta ahí llegó la cosa, aunque ambos quedaron en seguirse viendo y Rajoy le vino a decir algo así como “ya volveremos a hablar de esto más adelante”, pues si algo caracteriza al líder del PP es que, además de dilatar mucho sus decisiones, es terco como una burra.

En los primeros días del mes de agosto el teléfono del entonces presidente de Endesa, Manuel Pizarro, registró una llamada que su dueño localizó enseguida por el nombre que apareció en la pantalla: Mariano. Era, en efecto, el líder del PP. “Me gustaría verte”, le dijo Rajoy. Eran los días en que el futuro de la primera eléctrica española estaba ya decantado en manos del consorcio Enel-Acciona, y el futuro de Manuel Piazarro pasaba por dejar su despacho en el Campo de las Naciones y dedicarse a otros menesteres, o a descansar después de una dura batalla en la que había conseguido que los accionistas de la compañía lo elevaran a los altares de la plusvalía. Nadie podía sospechar que a Pizarro le pudiera tentar la política y, al contrario, por lo que la mayoría apostaba era por un desembarco en alguna de las participadas por sus amigos, esos a los que él mismo puso al frente de compañías antes en manos del Estado y en las que ahora cobran sueldos multimillonarios.

Manuel Pizarro