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La fiscal Olga Sánchez no es Tom Cruise
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La fiscal Olga Sánchez no es Tom Cruise

La fiscal Olga Sánchez puso este lunes la misma pasión en la lectura del informe en el que pide un total de 311.865 años de cárcel

Foto: La fiscal Olga Sánchez no es Tom Cruise
La fiscal Olga Sánchez no es Tom Cruise

La fiscal Olga Sánchez puso este lunes la misma pasión en la lectura del informe en el que pide un total de 311.865 años de cárcel para los 28 procesado por el 11-M que la que, seguro, dedica cuando le pide 150 gramos de mortadela al charcutero de su barrio. Es decir, ninguna. Durante tres horas, la representante del Ministerio Público desgranó en un tono plano, capaz de dormir a toda la cabaña ovina española, la vida y milagros de Al Qaeda y de sus secuaces en España.

Para comenzar, Olga Sánchez se remontó nada más y nada menos que a comienzos de los años 80, cuando Afganistán era invadida por las tropas de la Unión Soviética y un señor llamado Osama Bin Laden decidía dejar su vida de ricachón en Arabia Saudí y dedicarse en cuerpo y alma a la guerra santa. Con estos antecedentes estaba claro que la fiscal empezaba la lectura de un informe más gordo que el libro de Petete y, además, en versión plomo.

Así, a partir de la introducción histórica, la fiscal castigó a los tres magistrados del Tribunal y a todos los que seguían la jornada del juicio con un chorreo de datos sobre los imputados en una exposición tan caótica y trastabillada como monótono era el tono de voz que utilizó. No extrañó por ello que algunos de los procesados que permanecen dentro de la pecera blindada aprovechase la ocasión para reflexionar dando algunas cabezaditas.

La representante del Ministerio Público volvió a repetir -en algunos momentos de modo casi literal- lo que en su día reflejó en su escrito provisional de conclusiones sobre los tres supuestos ideólogos de la trama, Rabei Osman -más conocido como Mohamed el Egipcio-, Youssef Belhadj y Hassan el Haski, a quienes insistió en quitar la piel de cordero con la que se han presentado en el juicio para insistir en acusarlos de ser los verdaderos incitadores de la célula que finalmente cometió los atentados de Madrid. Total: para cada uno de ellos pide 38.950 años de cárcel. Y ello a pesar de que algunas de las pruebas que hay contra ellos -en concreto, las traducciones de las grabaciones que la Policía italiana hizo al primero- se han tambaleado durante la vista.

Ni con alardes informáticos, de los que se valió para mostrar la secuencia de cómo se produjeron los atentados, la fiscal fue capaz de enganchar la atención de los presentes. Ella, fiel a su estilo de clienta de charcutería, siguió culpando sin ningún apasionamiento a todos los procesados que iban apareciendo en las páginas de su particular libro gordo de Petete. Desde los integrantes de la célula de El Chino que, en su opinión, pusieron su experiencia en cometer delitos al servicio de la trama terrorista, hasta Rafa Zouhier, el célebre confidente “superinocente” para el que al inicio de la vista le pedía veinte años de cárcel y que, tras las declaraciones de imputados, testigos y peritos, ha pasado a situar entre los malos más malos y pedir que el Tribunal le condene a 38.958 años entre rejas.

La fiscal Olga Sánchez puso este lunes la misma pasión en la lectura del informe en el que pide un total de 311.865 años de cárcel para los 28 procesado por el 11-M que la que, seguro, dedica cuando le pide 150 gramos de mortadela al charcutero de su barrio. Es decir, ninguna. Durante tres horas, la representante del Ministerio Público desgranó en un tono plano, capaz de dormir a toda la cabaña ovina española, la vida y milagros de Al Qaeda y de sus secuaces en España.