Es noticia
Cicerón 'versus' agujeros
  1. España

Cicerón 'versus' agujeros

Llegó la hora de los alegatos en el juicio del 11-M. El fiscal jefe de la Audiencia Nacional, Javier Zaragoza, ha dado el pistoletazo de salida

Llegó la hora de los alegatos en el juicio del 11-M. El fiscal jefe de la Audiencia Nacional, Javier Zaragoza, ha dado el pistoletazo de salida a esa recta final de toda vista en el que las acusaciones y las defensas exponen sus conclusiones para intentar la condena, la absolución o el mal menor para los procesados. Eso sí, poca o ninguna similitud guarda esta fase con la imagen a la que nos tienen acostumbradas las películas de Hollywood. Es verdad que hablar hablan mucho -de hecho, tres fiscales se turnarán durante día y medio para no quedar afónicos en la extensa exposición que han preparado-, pero aquí nadie se levanta y pasea arriba y abajo por la sala mientras desgrana pruebas contra los procesados entre aspavientos y modulaciones de voz. La expresividad mediterránea ha quedado aquí atenazada por el peso de las negras togas. Lástima.

Lastima porque con ella Javier Zaragoza -que se ha limitado a apuntar con el índice cuando quería recalcar alguna frase o colocarse las gafas para poder seguir leyendo el extenso texto que traía preparado- hubiera realizado un arranque de intervención realmente explosivo, ya que lo ha empleado en lanzar un ataque en toda regla contra los agujerólogos y, sobre todo, contra aquellas acusaciones que en su opinión sufren de “esquizofrenia procesal” y han dedicado los cinco meses de vista oral más a defender a los sentados en el banquillo que a intentar mantenerlos una larga temporada entre rejas. A falta de paseos hollywoodienses, el fiscal ha echado mano de una frase de Cicerón: “No hay nada más hermoso que conocer la verdad, pero pocas hay tan indignas como propagar la mentira e intentar mostrarla como la verdad”.

A partir de aquí, el fiscal ha intentado desacreditar todos y cada uno de los agujeros lanzados en los últimos años por los partidarios de la llamada teoría de la conspiración. Desde aquel que aseguraba que la mochila bomba desactivada en el Parque Azorín fue colocada allí por una trama policial empeñada en ocultar la autoría de ETA para colgar los 191 muertos a Al Qaeda y acabar con el Gobierno del PP, hasta el que afirmaba que los cadáveres de los siete islamistas que se suicidaron en Leganés fueron colocados entre los escombros una vez sacados de un frigorífico donde esperaban pacientemente para terminar de rematar la credibilidad del último Ejecutivo de José María Aznar. Incluso ha rebatido la supuesta implicación de los chicos de Josu Ternera con una detallada exposición de exculpación que bien hubieran hecho suya Jone Goiricelaia y compañía.

De los ataques del fiscal jefe de la Audiencia Nacional no se ha librado la prensa, a una parte de la cual ha acusado de celebrar “juicios paralelos” y organizar campañas contra jueces, fiscales y policías “entrando en temas personales y poniendo en duda su imparcialidad”. Zaragoza les ha advertido que su pretensión de que la Justicia hubiera seguido investigando sin fin los atentados hubiera traído consecuencias nefastas, entre ellas que se hubiera tenido que poner en libertad a los procesados antes de celebrar la vista cuando, en su opinión, existen pruebas suficientes y sólidas contra “la mayor parte” de ellos. Por supuesto, Zaragoza ha dejado claro que no quiere ni oír hablar del célebre Titadyn, cuya ausencia en los atentados -destacó- había quedado clara la misma tarde del 11-M.

Llegó la hora de los alegatos en el juicio del 11-M. El fiscal jefe de la Audiencia Nacional, Javier Zaragoza, ha dado el pistoletazo de salida a esa recta final de toda vista en el que las acusaciones y las defensas exponen sus conclusiones para intentar la condena, la absolución o el mal menor para los procesados. Eso sí, poca o ninguna similitud guarda esta fase con la imagen a la que nos tienen acostumbradas las películas de Hollywood. Es verdad que hablar hablan mucho -de hecho, tres fiscales se turnarán durante día y medio para no quedar afónicos en la extensa exposición que han preparado-, pero aquí nadie se levanta y pasea arriba y abajo por la sala mientras desgrana pruebas contra los procesados entre aspavientos y modulaciones de voz. La expresividad mediterránea ha quedado aquí atenazada por el peso de las negras togas. Lástima.