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Repsol recibió el permiso de Lula para vender a la china Sinopec
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LAS CLAVES DE LA 'OPERACIÓN QUILLA'

Repsol recibió el permiso de Lula para vender a la china Sinopec

Antonio Brufau disfruta haciendo trabajar en verano. El pasado mes de agosto, Luis Suárez de Lezo vio cómo sus planes estivales tenían que ser aparcados. El

Foto: Repsol recibió el permiso de Lula para vender a la china Sinopec
Repsol recibió el permiso de Lula para vender a la china Sinopec

Antonio Brufau disfruta haciendo trabajar en verano. El pasado mes de agosto, Luis Suárez de Lezo vio cómo sus planes estivales tenían que ser aparcados. El presidente de Repsol recurrió a él, secretario general del consejo de administración y máximo responsable jurídico de la petrolera, pero sobre todo, la persona de máxima confianza el ejecutivo, para realizar un encargo extremadamente sensible. Como hace cinco años, cuando Gas Natural urdió su oferta hostil sobre Endesa, el ejecutivo catalán volvía a poner deberes a sus primeros peones mientras el resto de capos fondea sus yates en aguas de Mallorca o Cerdeña.

 

Fue precisamente a comienzos de agosto cuando Repsol realizó los primeros contactos con la petrolera china Sinopec, a la que acaba de vender el 40% de su filial en Brasil por más de 5.000 millones de euros. Por aquellas fechas, la energética española trabajaba únicamente en el proceso de salida a bolsa de su activo más prometedor. Sin embargo, visto el apetito de la asiática, el equipo de Brufau invitó a otras majors para testar la receptividad que había entre los grandes del petróleo. Todo bajo la más absoluta cautela hasta que Sinopec se descolgó a finales de mes con una proposición interesante.

 

A partir de aquel momento, Repsol aceptó negociar en exclusividad con Sinopec. La maquinaria comenzó a rodar el día 3 de septiembre. Luis Suárez de Lezo recibió las instrucciones de Brufau para gestionar personalmente la operación. No habría bancos de negocios como asesores, algunos estaban trabajando en esos momentos en el pre-marketing de la eventual salida a bolsa de la filial de Brasil, escenario que marcaba como fecha límite para concretar la transacción el día 20 de ese mes. Arrancaba así un proceso en paralelo que sólo podía durar dos semanas.

 

Suárez de Lezo cogió el timón de la Operación Quilla, nombre en clave para las negociaciones con Sinopec, compitiendo en el tiempo contra la Operación Vela, el plan previsto para llevar la filial brasileña a bolsa. Esa primera semana de septiembre, la mano derecha de Brufau dio forma a los primeros borradores de los contratos. El jueves día 9 un reducido grupo de repsoles voló desde Madrid y Houston rumbo a Nueva York, donde aguardaba un equipo de la petrolera china para mantener el primer encuentro formal. Hasta ese momento, las horas del vuelo transoceánico fueron las únicas de sueño en tres días.

 

La reunión tuvo lugar en la sede neoyorkina del despacho de abogados Latham & Watkins. El equipo local estaba comandado por Luis Suárez de Lezo, acompañado a su vez por Miguel Angel Devesa (Director Corporativo), José Carlos Vicente (Houston) y José Luis Blanco, socio español del despacho estadounidense que asesora normalmente a la petrolera. Del otro lado de la mesa, un trío compuesto por un alto directivo de Sinopec, otro del banco canadiense Scotia Waterous y un socio del bufete tejano Vinson & Elkins. La partida comenzaba con una primera mano de contratos y ofertas.

 

Dos semanas para convencer a Sinopec

 

Las condiciones de Repsol podían resumirse en dos muy concretas: continuar como accionista mayoritario y al mismo tiempo ofrecer a la china participar como copiloto en la gestión de los activos brasileños, aprovechando su condición de socio industrial. Es decir, su conocimiento y sobre todo su capacidad financiera para abordar futuras inversiones. Sin abandonar Nueva York, el equipo de Sinopec valoró la oferta entregada por Suárez de Lezo, aunque prefirió no dar un sí quiero inmediato, para desesperación de los españoles. Lo que debía concretarse en 24 horas se demoró más de tres días.

 

Tras más tiras y aflojas de los esperados, el jueves 16 de septiembre el lugarteniente volvió a Madrid con los contratos cerrados debajo del brazo. Sin la menor dilación, el domingo de esa semana se convocó un comité ejecutivo extraordinario para aprobar el acuerdo, que fue elevado al consejo de administración que se celebró el posterior día 22. Alfombra roja para la operación. La otrora beligerante Sacyr, primer accionista de la petrolera española, se frotaba los ojos, perpleja y satisfecha a partes iguales. Su pesadilla en Repsol por fin le deparaba una buena noticia tras el pulso mantenido con el propio Brufau.

 

La primera bola de partido se había salvado. Ahora tocaba cerrar las gestiones políticas de la operación, los flecos más importantes. El domingo 26 de septiembre, Antonio Brufau, Luis Suárez de Lezo y Nemesio Fernández Cuesta, responsable del negocio de Upstream, volaron rumbo a Brasil. En Río de Janeiro explicaron el acuerdo que habían cerrado con Sinopec al gigante local Petrobras, cuyo primer accionista es el propio estado brasileño. Dada la actual coyuntura política del país, en vísperas de unas elecciones generales para elegir sucesor de Lula da Silva, existía un posible riesgo de veto.

 

Con la bendición de Petrobras sellada, el trío de ejecutivos españoles partió en dirección a Hong Kong, con escala en Europa, para rematar la operación relámpago. Tras un día entero de aviones, Repsol aterrizó en la capital de negocios china con todos los avales necesarios. Aún así, Sinopec revisó durante casi dos días la letra pequeña del contrato que le iba a atar a la española para compartir aventura en Brasil. Los nervios quedaron resueltos el 1 de octubre. Brufau fue informado en Madrid de la venta a su nuevo socio del 40% de la filial brasileña por 5.200 millones de euros.

 

Asistido por su hombre para todo, el catalán supo sacar provecho esta vez al comodín de la baraja. Otras partidas, como el intento de venta de una parte de YPF a otras petroleras chinas, no terminaron de forma tan satisfactoria. Ahora sí, Brufau podrá convertir la inyección de millones del gigante chino en un salvavidas para aliviar las finanzas de sus accionistas, a los que podrá gratificar con un dividendo más generoso, y al mismo tiempo usar la plataforma que representa Sinopec como trampolín para seguir creciendo en las profundidades de las aguas de Brasil.

Antonio Brufau disfruta haciendo trabajar en verano. El pasado mes de agosto, Luis Suárez de Lezo vio cómo sus planes estivales tenían que ser aparcados. El presidente de Repsol recurrió a él, secretario general del consejo de administración y máximo responsable jurídico de la petrolera, pero sobre todo, la persona de máxima confianza el ejecutivo, para realizar un encargo extremadamente sensible. Como hace cinco años, cuando Gas Natural urdió su oferta hostil sobre Endesa, el ejecutivo catalán volvía a poner deberes a sus primeros peones mientras el resto de capos fondea sus yates en aguas de Mallorca o Cerdeña.

Antonio Brufau