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Raulillo de Tormes
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Raulillo de Tormes

Aún con el paso de los siglos no alcanzo a entender como nos parecía más simpático un pillín de vista aguda que un pobre ciego que

Foto: Raulillo de Tormes
Raulillo de Tormes

Aún con el paso de los siglos no alcanzo a entender como nos parecía más simpático un pillín de vista aguda que un pobre ciego que tenía que malvivir con su minusvalía. Ese gusto por lo raterillo se me escapa y en el fútbol, también. Tamudo es una especie de pillastre del área que no atiende a protocolos para conseguir su queso o sus uvas. Nada de reglas escritas. Nada de procedimientos de educación. Toni Jiménez todavía siente vértigo al acordarse de aquel robo que Raulillo le hizo en una final copera que ayudó a la derrota de su equipo. “Aún lo mataría” me decía el sábado viendo como otra vez el 7 perico hacía… “de las suyas”.

Reconozco abiertamente, para salir de una vez del armario, que a mí este gusanillo por el fútbol me lo introdujo Emilio Butragueño Santos, un rubito pecoso de ojos angelicales que levitaba en el verde sin casi sudar. Me parecían celestiales sus movimientos, apocalípticas esas bajadas de brazos como retando al defensa miura que resoplaba ante él. Atlético, hasta frágil, pero siempre dispuesto a congelar las respiraciones de los espectadores con esos lances no terrenales que solían acabar en peligro o gol. Con el tiempo, metido ya en la faena de la faunia, me di cuenta de que lo que me enamoró de El Buitre fue su clase, su doctrina, su filosofía puramente deportiva.

Me personaré como acusación particular ante aquel que siga defendiendo que este deporte es exclusivo de pillos y malandrines. Prometo llegar hasta el Constitucional (si es que de aquí a unos meses sigue existiendo el Alto Tribunal) para encausar a todos los que se mofen del fairplay y de los que sólo se quieren consagrar al talento, al trabajo y a las maneras leales de golpear a la pelota. ¡Basta de gallardos del camino corto! ¡Basta de picapedreros socarrones de una sola ceja! ¡Basta de alentar a los niños para que sean más fans del Coyote que del Correcaminos!

No se trata de caer en el falso purismo ni en los pensamientos únicos que tan mal camino llevan, se trata de darle al fútbol el condimento que necesita, sin confundir picaresca con bravía ni pillería como entrega total. Yo reniego de muchas tradiciones inglesas pero reconozco que su Premier da lecciones en este sentido. Allí un piscinero dura lo mismo que Magdalena Álvarez construyendo un hórreo de madera en el aula de pretecnología. ¿Y es blanda su liga? ¿es desvirtuado su juego? ¿realmente se desnaturaliza algo cuando se castiga al que prefiere la trampa a la pared o al regate? Hoy he puesto en renglón virtual el nombre de Tamudo (que además de ser un poco pecador es un pedazo de jugador de una calidad evaluable) pero son muchos los que pululan por nuestra liga. Pseudoprofesionales del amago, de la sobreactuación y de ese pecado no establecido en las doctrinas eclesiales: hacer la vida imposible de los árbitros. Trencillas, que por su parte, anotan en el bloc de su memoria esos lances para luego, según qué casos, cobrarse las facturas pendientes.

Lo peor de todo, la dimensión de lo que se hace. En los campos de infantiles tras la ducha colectiva hay muchos padres que con una mano le dan el 'bollycao' al peque y con la otra le reprenden por no haber sido todo lo 'avispao' que debiera. “Tú, hijo, la próxima vez le dices algo sin que el árbitro te vea, verás como no te lo vuelve a hacer…”. Menos mal que cada vez hay más niños apuntados a ballet y a clases de ajedrez. Llegará el día en que la protesta se haga con poesía y en el que Valdano parezca un ser embrutecido por el paso del tiempo. Lo verán sólo los descendientes de Gore, Don Al.

Aún con el paso de los siglos no alcanzo a entender como nos parecía más simpático un pillín de vista aguda que un pobre ciego que tenía que malvivir con su minusvalía. Ese gusto por lo raterillo se me escapa y en el fútbol, también. Tamudo es una especie de pillastre del área que no atiende a protocolos para conseguir su queso o sus uvas. Nada de reglas escritas. Nada de procedimientos de educación. Toni Jiménez todavía siente vértigo al acordarse de aquel robo que Raulillo le hizo en una final copera que ayudó a la derrota de su equipo. “Aún lo mataría” me decía el sábado viendo como otra vez el 7 perico hacía… “de las suyas”.