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Fogosidad brasileña
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Fogosidad brasileña

Hace mucho tiempo que me planteé en la vida tratar a los demás con las reglas con las que yo me guío, no sé, debe ser

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Fogosidad brasileña

Hace mucho tiempo que me planteé en la vida tratar a los demás con las reglas con las que yo me guío, no sé, debe ser que a mi alrededor veo muchas 'pajas' y muchas 'vigas' ajenas. En más de una ocasión ejerciendo mi labor radiofónica le he comentado al futbolista de turno que su profesión es una de las principales atracciones de envidia, y que deben asumirlo. Muchos de los hinchas que atestan los estadios cada domingo se pirran por la pasta, los coches y las 'titis'.

Lo qué es la vida. Esta semana vimos en Maracaná a un Brasil mejorado que de verdad se consagró a la tarea que los dioses del balón le han otorgado: juego de toque, preciosista, juego de sonrisa, de encaje, de ese que te impide como espectador tener la boca cerrada. Y el madridista Robinho fue uno de los principales artífices con un lance malabar lindando con la línea de fondo que dejó a su rival ecuatoriano como Solbes cada vez que un compañero ministro abre el pico. Pero Robi pasó a la historia por 40 míseros condones. Que son muchos condones, que conste, pero una nimiedad si los pesamos junto con ese trazo estelar que hizo sobre el emblemático campo carioca.

Como este Palco se sostiene en la red gracias a una actitud confidencial, os susurraré un secreto. En la pasada fiesta de los pichichis y zamoras que celebra anualmente Marca, estaba yo en animada conversación con mi amigo y compañero José Antonio Luque cuando se nos acercó el maestro Julio Cesar Iglesias para contarnos así, a pelo, cómo influyó de manera determinante en que Robinho se vistiera de blanco. Comida con Florentino Pérez y García Ferreras, pregunta del que fuera presidente del Real al grande de Julio César: "Amigo, ¿a quién traemos de Brasil que nos venda camisetas?". Julio relata las veleidades de un chaval tras visionarlo (J.C. visiona, no ve) y Pérez conmina a su lacayo a que se lance a la aventura. Quien les iba a decir a los comensales de aquel cónclave futbolístico que estaban importando a la capital a un auténtico semental más conocido por su fogosidad que por haberse traído en la maleta algo de aquel fútbol que bautizó en su tierra.

De todas formas, este crío de sonrisa Calgonit no es el primer traspié que pega. Me acuerdo yo de aquella 'R' de oro macizo que su amigo Ronaldinho se colgó al cuello a modo de collar y de cómo Robi encargó una de similar para cólera de su padre, que se la hizo devolver de manera inmediata, para sonrojo del artista. "Hola, buenos días, que vengo a… es que…¡me queda mu grande, no me gusta!". En serio, que pena que de aquella tierra de samba nos lleguen tantos diamantes sin pulir en lo cerebral. Cuantos de estos soñadores se malogran por no tener a su lado a un contrapeso que les ayude a equilibrar sus impulsos con su realidad. Ese equilibrio que de verdad les puede catapultar hacia el éxito que buscan.

Aún con todo lo dicho, creo que lo de la fiesta, el alcohol, las mujeres y los condones se hubiese pasado por alto si el chico y los colegas hubiesen mirado el reloj y, sin duchar si quiera, se hubieran plantado en el aeropuerto para llegar a tiempo a sus respectivos trabajos. Eso es lo que les mata. Lo del fuego en el cuerpo es genéticamente justificable. Lo de la impuntualidad reiterada es sangrante. Como mi envidia indisimulada cada vez que imagino la party. 40 condones. Madre mía.

Hace mucho tiempo que me planteé en la vida tratar a los demás con las reglas con las que yo me guío, no sé, debe ser que a mi alrededor veo muchas 'pajas' y muchas 'vigas' ajenas. En más de una ocasión ejerciendo mi labor radiofónica le he comentado al futbolista de turno que su profesión es una de las principales atracciones de envidia, y que deben asumirlo. Muchos de los hinchas que atestan los estadios cada domingo se pirran por la pasta, los coches y las 'titis'.