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Adiós al economista humano
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FALLECE JOSÉ LUIS SAMPEDRO A LOS 96 AÑOS, EN LA MADRUGADA DEL LUNES

Adiós al economista humano

Ha muerto José Luis Sampedro y la mejor manera de recordarle es hacerlo en tiempo presente. Hay un sillón orejero en su casa de Madrid. Junto

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Adiós al economista humano

Ha muerto José Luis Sampedro y la mejor manera de recordarle es hacerlo en tiempo presente. Hay un sillón orejero en su casa de Madrid. Junto a él un gran ventanal que lo ilumina y calienta. Allí se sienta a escribir sobre su tabla roída, suave, trabajada y con los cantos rodados, curtida después de tantos años escribiendo sobre ella sus notas, sus novelas, sus ensayos, sus discursos. Sus cosas, nuestros pensamientos. La tabla de un náufrago a la que se aferra para seguir navegando en las turbulentas aguas de un siglo convulso.

Escribir un obituario en presente devuelve la imagen de un hombre trabajador, inquieto, humilde y amable. El intelectual. Cuando preguntamos dónde están que no se les ve, pensamos en él y en su aportación a la sociedad. Pensamos en el miedo que hay hoy a asumir una categoría con tanta responsabilidad y compromiso. José Luis Sampedro aceptó sin saberlo esa compañía erudita que el ciudadano necesita, sobre todo hoy, para entender qué ocurre, por qué todo se viene abajo.

A los 30 años de edad trabajó para un ministro de Comercio en el váter de su despacho, que “era muy amplio”. Allí tenía una mesita y con eso le bastaba. Aquel ministro no quería tenerlo lejos, le consultaba constantemente. Un día una de las visitas que le pasaron al váter era Juan March. El banquero debía estar horrorizado ante la situación. Él que iba a despachar con el ministro sobre sus asuntos, en un aseo con un subordinado que trabaja cerca del bidet. Sampedro le tranquilizó, que no se preocupara, que estar en el cuarto de baño, aunque fuera en su compañía, era “un honor”. Lo cuenta y se ríe. Porque el humor es una obra maestra de los iluminados.

La humildad es otra obra de ingeniería de Sampedro. Un humilde con respuestas para todo y para todo aquel que le preguntara. Los últimos dos años ha sido la calle la que ha acudido a él, para intervenir en plazas en las que volver a hablar como un maestro contra la voracidad capitalista. “Los economistas se dividen en dos: los que hacen más ricos a los ricos y los que hacen menos pobres a los pobres. Buena parte de lo que está pasando hoy la tienen los primeros”. Píldoras que retumban siempre con la banda sonora del aplauso. 

No se puede decir que la fortuna le haya sonreído, pero sí sabemos que la suya es una vida cosida de otras tantas. De Barcelona a Tánger antes de la Guerra Civil, del Ejército republicano al Ejército rebelde; de Santander a Madrid, donde estudia Ciencias Económicas; de subdirector general del Banco Exterior de España a catedrático de la Universidad Complutense de Madrid; de las universidades de Salford y Liverpool a la norteamericana Bryn Mawr College, de la Real Academia Española a presidente honorario no ejecutivo de la empresa Sintratel. Y siempre con un oído puesto en la gente.

Se describe como un inmigrante con pasaporte de un país desaparecido: España, año 1935, hundida en el fondo del olvido. De su paso por el batallón de anarquistas aprendió un credo imborrable: “Ni Dios, ni amo”. A los nueve quería ser jesuita. A los 19 anarquista. “para falangistas y comunistas fui un peligro fusilable”.

Su experiencia milenaria se basa en la tradición de la conciliación en un país que ha madurado a golpes con el enfrentamiento, incapaz de llegar a puntos de acuerdo. Siempre a favor de la paz y la justicia, el profesor se calienta con poco. Él también estaba indignado. Por ejemplo, la enseñanza. Para Sampedro Bolonia es el final de la universidad de siempre, “la que se hacía para saber, la que se estudiaba para desprenderse de prejuicios, la que confirmaba que imperaba la razón”. “Ahora se pretende una universidad para hacer, para ofrecer la productividad. Hoy las tres diosas del capitalismo son la productividad, la competitividad y la innovación. La universidad se hizo para pensar”.

En el pensamiento propio radica la libertad de expresión. Su lucha fue la de la emancipación del hombre, lejos de los dogmas. “La sabiduría es el arte de vivir y lo importante es vivir al máximo”. Sampedro lo ha hecho. Perdón, lo hace. Vivir en libertad. Le gusta recurrir a una metáfora para hablar de ella: la libertad es como una cometa bien atada, cuando más sujeta más alto vuela.

Y en ese trayecto su mujer, Olga Lucas, advierte que tiene una mancha en su currículo: casi todos los ministros de economía de este país han sido alumnos suyos, Boyer, Solchaga, Solbes, Salgado y “hasta el director de El Corte Inglés”. Era difícil superar a un maestro así, pero algo debieron aprender, aunque nos cueste creerlo al contrastar la palabra del tutor y la de sus discípulos.

Cree en la unión de Europa, pero no en la Unión Europea. En los últimos años ha evolucionado hacia el escepticismo: vio nacer en los cincuenta el Benelux, con un “entusiasmo europeísta para eliminar a Franco”. Y bromea: Europa no está unida, está “reunida”. Así que Europa nunca contesta, no atiende. “Europa está hundida y con ella se hunde el capitalismo. Llevan 50 años y no se ponen de acuerdo. Han fracasado porque el sistema capitalista está agotado. Asistimos al fracaso de Europa: no se ha unificado, ni se unificará”. Palabra de economista, humanista y escritor. 

Sí, ha muerto José Luis Sampedro a los 96 años de edad. 

Ha muerto José Luis Sampedro y la mejor manera de recordarle es hacerlo en tiempo presente. Hay un sillón orejero en su casa de Madrid. Junto a él un gran ventanal que lo ilumina y calienta. Allí se sienta a escribir sobre su tabla roída, suave, trabajada y con los cantos rodados, curtida después de tantos años escribiendo sobre ella sus notas, sus novelas, sus ensayos, sus discursos. Sus cosas, nuestros pensamientos. La tabla de un náufrago a la que se aferra para seguir navegando en las turbulentas aguas de un siglo convulso.