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La Sanidad tampoco es aconfesional
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La Sanidad tampoco es aconfesional

A estas alturas de la democracia resultaría imposible para cualquiera con dos dedos de frente asegurar que España es un país aconfesional. Por mucho que lo

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La Sanidad tampoco es aconfesional

A estas alturas de la democracia resultaría imposible para cualquiera con dos dedos de frente asegurar que España es un país aconfesional. Por mucho que lo diga la Constitución, que de hecho lo dice, aquí sigue prevaleciendo el crucifijo. Y por encima de otros credos. Ahí están las capillas y los curas en los hospitales públicos (en los privados, cada dueño que haga lo que considere), a los que hoy acuden enfermos musulmanes, judíos, budistas o de cualquier otra religión. Pero la presencia que manda es la de la sotana. Y no sólo a la hora del consuelo.

Los curas también se dejan notar en los comités de ética de los centros sanitarios que pagan todos los ciudadanos, sean o no católicos. Y esto pasa porque existe un acuerdo sobre la asistencia religiosa católica que el PSOE firmó con el clero en 1985, cuando Felipe González gobernaba con mayoría absoluta, y aún sigue vigente. Pero como ahora parece ser que el ministro de Sanidad Bernat Soria pretende abrir el melón de la eutanasia, se da cuenta él de que los curas son un obstáculo. ¿Y la ciudadanía? ¿No vale más su opinión que la quienes defienden un determinado credo?

Está claro que Soria no quiere problemas con la Iglesia, como también es cristalino que peca de ingenuo. Si quiere dar la batalla de la eutanasia tendrá que enfrentarse de cara a la Conferencia Episcopal y a sus ‘enviados’, los capellanes, en los hospitales públicos, claro que sí. Y tendrá que empezar dado guerra en Madrid, donde la secretaria de la Provincia Eclesiástica, María Rosa de la Cierva y de Hoces, ya tiene el ministro en su punto de mira, tras haber declarado éste que la eutanasia "era una asignatura pendiente para la sociedad". Entre otras cosas, porque De la Cierva tiene muy clarito para qué están los curas en los hospitales: “Visitar a los enfermos, celebrar los actos de culto y administrar sacramentos, asesorar en las cuestiones religiosas y morales y colaborar en la humanización de la asistencia hospitalaria". O sea, que estamos salvados.

Lo malo para Soria es que con semejante andanada las cosas se le van a poner muy difíciles. Todo será que empiece a rodar la nueva legislatura y Rajoy vuelva a optar por la táctica del enfrentamiento duro. Entonces podría escucharse de nuevo la voz de los obispos con la eutanasia por bandera. Y el ministro, que se sepa, no destaca por fajador.

A estas alturas de la democracia resultaría imposible para cualquiera con dos dedos de frente asegurar que España es un país aconfesional. Por mucho que lo diga la Constitución, que de hecho lo dice, aquí sigue prevaleciendo el crucifijo. Y por encima de otros credos. Ahí están las capillas y los curas en los hospitales públicos (en los privados, cada dueño que haga lo que considere), a los que hoy acuden enfermos musulmanes, judíos, budistas o de cualquier otra religión. Pero la presencia que manda es la de la sotana. Y no sólo a la hora del consuelo.