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La quinta medalla de Cal se forjó en un encierro de tres meses en el concello de Cervo
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UN VIAJE EN 2009 AL CANAL DE EATON, CLAVE EN EL ÉXITO DEL GALLEO

La quinta medalla de Cal se forjó en un encierro de tres meses en el concello de Cervo

Muchos pueden pensar que esto de llegar y ganar una medalla olímpica, en su caso la quinta, es como por generación espontánea, como que uno se

Foto: La quinta medalla de Cal se forjó en un encierro de tres meses en el concello de Cervo
La quinta medalla de Cal se forjó en un encierro de tres meses en el concello de Cervo

Muchos pueden pensar que esto de llegar y ganar una medalla olímpica, en su caso la quinta, es como por generación espontánea, como que uno se pone a competir y ya está. Para nada. Detrás de la carrera de ayer de David Cal hay tres años y medio de duro trabajo, de estudios científicos, de viajes, concentraciones, 13.000 kilómetros dándole a la pala y... de amuletos que nunca pueden faltar a las grades citas. Y así hasta convertirse en el mejor deportista olímpico de la historia del deporte español.

David Cal y Suso Morlán empezaron a trabajar juntos hace diez años. Forman buena pareja tal cual demuestran los títulos y medallas cosechados. Para la cita de ayer en Londres, palista y entrenador iniciaron el trabajo en enero de 2009. "Ahora no penséis verme dando un palo al agua hasta enero", comenta Cal ya con la medalla al cuello y recién salido de las aguas que le han visto proclamarse subcampeón olímpico por cuarta vez y convertirse en el primer piragüista que suma cinco medallas individuales en unos Juegos. No hay nadie como él.

En el citado 2009 y cuando otros centraban sus esfuerzos en otros objetivos, Cal y Morlan decidieron dedicar dos semanas de su trabajo para venir hasta el Eaton Club. El objetivo, estudiar el canal, los vientos y casi para saber el color del agua. Durante esos días entablaron amistad con un miembro del club que les pasó un enlace de internet en el que todos los días se colgaba el viento que soplaba en el canal, dato definitivo para el logro de ayer. En virtud del análisis de esos datos la clave era quedar tercero en la semifinal para ocupar la calle siete, la que menos perjudicaba el viento. "Si no llega a quedar tercero en la semifinal, me hubiera decepcionado. La clave de la medalla ha estado en David, por supuesto, y en esa calle", comenta Morlán.

Los tres últimos meses entrenador y pupilo se encerraron en Cervo (Lugo). Cara a cara en un canal en forma de T para entrenar en un lado u otro dependiendo del viento. "Muy duro, especialmente para David porque yo no paraba de analizar y ver todos los datos que recibíamos. Bueno como le gusta leer... Lo peor para él es renunciar a todo. Y cuando digo a todo es a todo: a no comer, a no ir a una barbacoa... solo puede entrenarse, dormir, descansar. Ahora podrá durante tres meses volver a ser persona".

En toda preparación, en toda gran cita también hay un componente anímico, que no figura en los libros ni cuadernos de trabajo, pero sí en el aspecto mental de cada competidor. David Cal  no escapa a ello. Desde Atenas, uno y otro aparecen por las grandes citas con una pulsera amarilla tipo a la que lucía Lance Armstrong, los mismos calzoncillos, calcetines y una toalla rosa con la que seca la embarcación, con la que la saca brillo. "Cuando la ha visto, momentos antes de la final, me ha mirado y ha sonreído como diciendo que estábamos todos aquí".

Volviendo a la parte técnica, en el piragüismo se controlan hasta las paladas de cada tramo y pocos hay capaces de sacar el molinillo como lo hace David. "Su salida y su primera parte... se habían ido demasiado, pero cuando vi que apretaba y que subía a 71-72 paladas, me tranquilicé". Y es que Cal completó los últimos 250 metros, los que le dieron la plata a un ritmo que nadie es capaz de hacer, 72 paladas y subiendo.

Muchos pueden pensar que esto de llegar y ganar una medalla olímpica, en su caso la quinta, es como por generación espontánea, como que uno se pone a competir y ya está. Para nada. Detrás de la carrera de ayer de David Cal hay tres años y medio de duro trabajo, de estudios científicos, de viajes, concentraciones, 13.000 kilómetros dándole a la pala y... de amuletos que nunca pueden faltar a las grades citas. Y así hasta convertirse en el mejor deportista olímpico de la historia del deporte español.